sábado, 15 de marzo de 2014

LAS FRONTERAS DEL HEROISMO

Américo Martin



En su obra insustituible Biografía del Poder, Enrique Krauze evoca unas palabras de José Vasconcelos pronunciadas en 1914, a propósito de la Convención de Aguascalientes. Me interesa traerlas al escenario dramático de nuestra Venezuela.  Podemos convenir que en la nación azteca hubo una revolución, cuando menos por su forma y desde ciertos ángulos también en su contenido. Esa revolución culminó su fase insurreccional ­digo yo, no Krauze- con la victoria del general Calles, tras el asesinato en 1927 del general Álvaro Obregón llamado “el manco de Celaya”, el más notable de los guerrilleros mexicanos.
-Distinguir la necesidad revolucionaria ­advirtió Vasconcelos ­del abuso de los gobiernos.
No olvide la revolución, si quiere cumplir sus fines, el respeto a la personalidad humana, una entidad que suele estar por encima aun de las mismas revoluciones.
Aunque en Venezuela no ha habido lo que en puridad entendemos por revolución sino más bien una absurda regresión histórica, el apelativo de “revolución socialista” es el que el gobierno de Chávez impuso al mundo, que por comodidad, diplomacia o conveniencia terminó aceptándolo. Sin el menor rigor, sin el menor pudor.
En realidad lo que los escombros del país muestran es un retroceso histórico de vértigo, pero puesto que se adorna con la vestidura revolucionaria, veamos si le es aplicable la opinión expuesta por Vasconcelos en 1914. Me detendré solo en su preocupación porque la causa invocada no sacrifique la persona, suprema aspiración que prevalece sobre lo que crean ser los gobiernos. Estos son días de sangre vertida. De sangre de estudiantes y de vecinos y trabajadores que protestan por la presión agresiva de cuerpos paramilitares oficialistas y de unidades de la Guardia Nacional, uno de los componentes de la FA.
El espectáculo de hordas desatadas, disparando y torturando hasta dentro de los hogares, sobrepone a las consideraciones sobre mejores y más eficaces respuestas al palo y el plomo de los sanguinarios colectivos, el hecho mismo de la agresión impune, la monstruosa insensibilidad que se ensaña especialmente ­no únicamente por supuesto- contra el valiente movimiento estudiantil. Los estudiantes, y ahora pobladores, trabajadores, profesionales resisten con un histórico coraje que será recordado como testimonio iluminado en una época despreciable.
El poeta Apolinaire, uno de los padres del surrealismo literario, escribió:
Piedad para nosotros que combatimos siempre
En las fronteras de lo ilimitado y lo por venir
Piedad para nuestros errores
Piedad para nuestros pecados.
Hubiera querido que con mano diestra se combinara la firmeza con el arte impecable de la respuesta. Siempre recuerdo que en toda lucha parte esencial de ella es convencer a los terceros, desnudar la violencia gubernamental, dejar fuera de dudas la justicia de la causa y eso supone que el cerebro encauce las comprensibles explosiones del corazón. La fórmula es corazón ardiente pero cerebro frío. Lo contrario puede facilitar los desmanes de los animalizados del cortejo del poder.
Pero la provocación es tan insólita, tan bárbara, tan cínica, tal falaz y despojada de cualquier vestigio de humanidad, que pareciera muy difícil embridar pasiones en nombre de pautas de conducta que se traduzcan en victorias con menos sacrificios humanos. No tengo partido, no ocupo puestos de dirección, tengo límites dictados por el tiempo y no sé cuánto pueda influir lo que escribo, supongo que en circunstancias como éstas, no mucho.
Simpatizo y ahora más con la juventud de Venezuela, siempre irrumpiendo contra el conformismo y el silencio. Admiro la rapidez como ha reconstruido su unidad, su colosal influencia, su inteligencia.
Ellos saben que el asunto no es la FA como institución, sino los sicarios pagados por el poder, los colectivos sedientos de sangre y con espuma de hidrofobia en la boca. Saben eso y saben también que diga lo que diga el gobierno la no violencia es fundamental. Sin armas pero sin candidez resisten como varones y como hembras de verdad. Creo que han comprendido la necesidad de evitar colaterales. La gente quisiera tener acceso a su trabajo y gozar de su derecho de libre tránsito, lo que obliga a reconsiderar el método de las guarimbas.
-¡Pero cómo nos defendemos cuando avanzan contra nuestros hogares y disparan contra los edificios! Esa práctica monstruosa no se vio ni bajo la longeva tiranía de Juan Vicente Gómez, ni bajo la militarista de Pérez Jiménez. Maduro los ha superado, ¿a conciencia? No lo sé, tal vez es un gobernante sin brújula, un hombre débil, ansioso de conservar un mando mediocre y presionado por rivales que quisieran sustituirlo.
En esos casos, estudiantes, resuelvan sobre el terreno, con la sabiduría que han ido alcanzando en medio de la tormenta. Pero nunca pierdan de vista el ángulo político de los fenómenos. El papel de la sesera, imaginativa, hábil, cuando no está bajo los vapores de la pasión.
El caso es que el mundo y cada venezolano deben defender los derechos humanos. Cansa la politiquería de gobiernos que jamás hubieran aceptado en sus propios países tanto castigo y escarnio. Valoren todos las reservas de Vasconcelos a favor de la integridad de la persona humana. Vasconcelos fue (junto con José Enrique Rodó y José Ingenieros) maestro declarado en 1918 de la juventud americana. En ese momento tan emblemático de su historia, supo esa juventud iluminar el entonces oscuro recinto de la Universidad de Córdoba con la fuerza de su coraje, de su inteligencia, de su correcta ponderación política.
¡Qué triste papel el de antiguos luchadores universitarios, afortunadamente escasos, hoy embutidos en el poder! Algunos por lo menos guardan silencio. Otros, alientan la jauría.

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