No a la violencia y no a la sordera
La gran mayoría de la sociedad venezolana ha expresado de diversos modos que apoya la protesta pacífica y rechaza la manifestación violenta. Lamentablemente los hechos de violencia siguen incrementándose. Muertos y heridos siguen sumándose, al igual que los destrozos de bienes públicos y privados, las guarimbas o trincheras continúan ocupando las vías públicas y la extralimitación en el uso de la fuerza pública se ha convertido en hecho público y notorio, con su trágico saldo en violación de derechos humanos.
fjvirtuoso@ucab.edu.ve
El cese a la violencia no depende sólo de la manifestación de buenos deseos a favor de la paz, la convivencia y el entendimiento. Una porción muy importante de la sociedad está exigiendo un conjunto de reclamos que en justicia deben ser atendidos: las políticas públicas requieren ser revisadas con espíritu de consenso e inclusión, hay que garantizar la separación y autonomía de los poderes públicos, que se proceda eficazmente al desarme de los grupos armados, que se garantice la seguridad ciudadana, que se revise a fondo el modelo económico y social, que se democratice el espectro radio eléctrico...
Sin estos cambios profundos no habrá paz. El camino es el diálogo, ciertamente, pero bajo reglas y procedimientos que permitan llegar acuerdos políticos consensuados. Y como otros los han dicho ya, el principal responsable de crear las condiciones para ello es el gobierno nacional porque es quien detenta todo el poder del Estado.
Es lamentable oír decir al Presidente de la República que él está dispuesto a reunirse con la MUD y con los estudiantes pero sin la imposición de condiciones. Todos los procesos de diálogo político requieren de un conjunto de condiciones para que conduzca al fin deseable que es el entendimiento y el acuerdo. La experiencia señala que es necesario cuidar todos los detalles, desde el lugar en que se produce, la metodología, la agenda de temas convenidos, los mediadores, etc. Por la sencilla razón de que se parte de la existencia de un conflicto antagónico, con altas dosis de desconfianza y crispación. Un diálogo sin condiciones es un diálogo sin garantías de éxito.
El gobierno se empeña en trancar el juego, no dando lugar al diálogo sincero y real. Salir de la violencia implica necesariamente dejar la sordera ante la protesta generalizada en las principales ciudades del país. No vale escudarse en que ésta ha degenerado en lamentables hechos de violencia, justificando así la aplicación de más violencia y atropello. Abrir la ventanas para que entre aire nuevo es lo que un gobierno responsable debe plantearse en una situación como la que vivimos.
fjvirtuoso@ucab.edu.ve
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