domingo, 16 de marzo de 2014

Venezuela hacia un nuevo pretorianismo


Por: Juan Manuel Trak / 14 febrero de 2014
@juanchotrak
En su libro, El Orden Político en las Sociedades en Cambio, Samuel Huntington señalaba que las sociedades en vías de modernización se caracterizaban por el alto grado de politización de las instituciones sociales, es decir, que tanto Iglesia, Universidades, Empresarios, Sindicatos y Fuerzas Armadas intervienen activa y directamente en la lucha política; dejando de lado cualquier tipo de organización mediadora como los partidos políticos. Huntington denomina este tipo de sociedades como pretorianas, y su principal característica es que “…las fuerzas se enfrentan desnudas; no se reconocen ni aceptan instituciones políticas, ni cuerpos de dirigentes políticos profesionales, como intermediarios legítimos para moderar los conflictos entre los grupos, y lo que es igualmente importante, no existe acuerdo entre los grupos en cuanto a cuáles son los medios legítimos y autorizados para solucionar tales conflictos” (p.178). En un sistema de esta naturaleza, las instituciones políticas son vistas con profunda desconfianza, dejando a corporaciones como las Fuerzas Armadas, Medios de Comunicación, Sindicatos, Empresarios o Iglesia como únicos referentes para la solución de la pugna política.
Venezuela ha transitado este camino desde mediado de los noventa; las instituciones políticas propias de la democracia fueron llevadas a su mínima expresión y los conflictos propios de una sociedad en cambio fueron resueltos con la intervención de las instituciones no políticas. Si se observan los acontecimientos del 11 de abril de 2002 se notará que los partidos, el poder legislativo o el judicial, fueron dejados a un lado como mediadores de la pugna política; mientras que cada una de las mencionadas corporaciones intervenía a su manera para lograr influir en el resultado del conflicto. Así, la sociedad venezolana prefirió ir en busca de soluciones de facto en lugar de alcanzar un acuerdo dentro del orden institucional; en este escenario el control de las Fuerzas Armadas fue lo que garantizó la sobrevivencia del chavismo en el poder.
El resultado fue la paulatina militarización de la sociedad, en la medida que la sociedad se ha hecho más pretoriana; el papel de los militares en la política es cada vez mayor. En las sociedades democráticas la institución militar está llamada única y exclusivamente a velar por la integridad del territorio, ayudar en caso de catástrofes naturales e impedir el surgimiento de grupos irregulares; en Venezuela, se encarga de la administración de lo público, de regular el comportamiento de los ciudadanos y de asumir responsabilidades propias de las instituciones políticas. En suma, los militares han abandonado los cuarteles para incorporarse en cargos que son propios de los políticos.
Esta intervención de los militares en política no pasa desapercibida por parte de los ciudadanos, pues es posible observar como su participación ha conducido a un cambio en la manera como los ciudadanos los perciben. El gráfico 1 muestra el Índice de Confianza en las Fuerzas Armadas según los datos del Latinobarómetro entre 1995-2012; la línea representa la diferencia entre el porcentaje de encuestados que manifestaron tener “mucha o algo de confianza” en las Fuerzas Armadas y el porcentaje de quienes expresaron tener “poca o ninguna confianza”. El índice es negativo cuando el porcentaje de encuestados que no confía en esta institución es mayor al porcentaje de quienes sí lo hacen.


Antes de 2003 las Fuerzas Armadas eran vistas como institucionales y apolíticas, siendo confiables para la mayoría de los venezolanos. Sin embargo, su participación en los acontecimientos de abril de 2002 las condujeron a una pérdida de confianza por parte la mayoría, que solo se recupera entre 2004 y 2006; cuando los conflictos se dirimieron vía electoral (revocatorio en 2004, presidenciales en 2006). Sin embargo, con el cierre de RCTV, su participación en la represión estudiantil y su progresivo protagonismo en posiciones de gobierno, las Fuerzas Armadas dejan de ser una institución confiable para la mayoría de los venezolanos, colocándolas en valores cercanos a cero, lo que indica que menos de la mitad del país confía en esta institución.
La explicación de este cambio radica en las constantes manifestaciones de lealtad hacia una parcialidad política, lejos de mantenerse como un actor institucional, los miembros de las Fuerzas Armadas han tomado posiciones políticas que generan desconfianza en todos aquellos que no comparten la ideología del gobierno. Pero también, se ha evidenciado que los intereses corporativos de la institución castrense están por encima de los intereses de los venezolanos; como lo refleja la constante adquisición de armas de guerra, los sucesivos aumentos de sueldo que están por encima de los anunciados a otros sectores y el aumento de su influencia sobre el poder ejecutivo.
Venezuela se ha convertido una sociedad pretoriana, y en tal contexto los ciudadanos miran hacia la corporación con más fuerza para la solución de sus conflictos. En la medida que no re-institucionalice la política, que se lleguen a acuerdos desde los diferentes sectores sociales y que se respeten los mecanismos dispuestos en la Constitución; no habrá posibilidad de que desaparezca el fantasma de la intervención armada. Como señala Huntington, “En una sociedad sin instituciones políticas efectivas, e incapaz de desarrollarlas, el resultado final el de la modernización social y económica es el caos político” (p.180).
Bibliografía
Huntington, Samuel (1997). El orden político en las sociedades en cambio. Barcelona: Paidós.

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