LA SOLUCIÓN ES LA CONSTITUCIÓN
Ramon Guilermo Aveledo
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Me bombardean dardos envenenados desde el extremismo. La política que defiendo es la decidida colectivamente por la Unidad y asumida por mí a conciencia como vocero, pero para atacarla y descarrilarla se aparta el argumento y se recurre a la descalificación personal basada en la calumnia.
¿Es absurdo que el extremismo llegue a ese extremo? No, al contrario, es lo más natural del mundo. Quienes se sitúan en la lógica de la guerra, esencialmente antipolítica, no ven espacio para caminos que ahorren traumas a la sociedad y dolores a las familias. La superstición heroica que anima a revolucionarios y contrarrevolucionarios rechaza visceralmente la reforma. En la apoteosis de la intransigencia, todos se sienten cómodos en fórmulas como “socialismo o muerte” o “ni un paso atrás”. Ambas significan “vencer o morir”. Y la vida no es así. Así es la muerte.
Quienes nos empeñamos en que la solución está en la Constitución, en que se cumpla, con las imperfecciones humanamente esperables, pero que impere en términos que den seguridad a todos para una convivencia en libertad, justicia y paz, somos blanco de ataques brutales. El precio, moralmente alto, lo pagamos con gusto, por el futuro libre y justo.
Desde el poder extremista, poseído por la superstición antipolítica, se nos conmina a repudiar métodos violentos que saben que no compartimos. La barricada o guarimba es equivocada e inútil y no es la calle. Es la anticalle, porque inutiliza la calle para la protesta cívica. Pero no reconoce el Gobierno que ha montado una barricada estatal al instrumentalizar el poder público e impedir el libre uso por los ciudadanos de instituciones que deberían ser suyas.
Desde el extremismo opositor al Gobierno y a la oposición, se nos cubre de denuestos inescrupulosos y se repiten mentiras de laboratorio. La incapacidad autocrítica necesita culpar a otro y, supersticiosa también, ve victorias en fracasos. Su trabajo principal coincide en objetivo estratégico con el Gobierno: anular la oposición democrática. Los violentos se necesitan mutuamente. El falso dilema que plantean siempre desemboca en guerra. Para ellos la política es un estorbo y, la razón, sobrante.
¿Podrán esas dos minorías imponer su antipolítica revolucionaria o reaccionaria a todo el pueblo venezolano? Lucho por que no. Todo el día, todos los días. Lucho, en la Unidad que no tiene sustitutos, por una Venezuela donde todos podamos vivir y progresar en paz. Todos. Sin exclusiones. Sin divisiones. Sin discriminaciones.
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