DIEGO BAUTISTA URBANEJA |
EL UNIVERSAL
La ironía de la situación es de marca mayor. El pesado legado que Hugo Chávez dejó a sus sucesores les hace imposible continuar en la ruta que el líder fallecido, según todo hace suponer, habría querido recorrer. Los deja así el mismo comandante en el dilema de "traición" o desastre definitivo.
Son muchos los factores que inciden en las vacilaciones y tardanzas del gobierno en tomar las medidas económicas que anuncia una y otra vez. Por ejemplo, se sabe que todas tendrían un alto costo político y el calendario avanza inexorablemente hacia las elecciones parlamentarias. En términos del calendario criollo efectivo, esas elecciones ya están prácticamente aquí.
Por otro lado, en círculos conocedores de los asuntos, se duda muchísimo que el gobierno disponga de los recursos intelectuales, ideológicos, administrativos, políticos, gerenciales, para poner en marcha las cosas que hay que hacer, y hacerlo de la forma, con la coordinación, y en el timing, que deben tener para que produzcan sus resultados positivos y para que no nos lleven al peor de todos los mundos: medidas de ajuste con sus resultados negativos pero sin sus resultados positivos.
Los consejos de los organismos internacionales y de los asesores externos tienen sus límites. Llega el momento en que, por decirlo así, deben devolverse a sus países y dejar solitos a los funcionarios de aquí a que lleven a cabo las tareas recomendadas. Y allí empieza el suplicio: "¿cómo es que era...?".
Despliegue
Pero entre esos factores de vacilación ha de estar en lugar muy principal la pesada responsabilidad de decir adiós a la "revolución". Por mucho que se maquille con palabras altisonantes, por mucha pancarta con la cara de Chávez que se ponga, por mucho retrato que se despliegue de ese Simón Bolívar que nos trajeron los rediseñadores de su rostro, no hay manera de ocultar que prácticamente todo lo que hay que hacer en el terreno económico va en una dirección opuesta a la que Chávez indicó como esencia de su "revolución". Mientras las palabras, la retórica y el decorado son los de un homenaje permanente al líder, las cosas que estaría haciendo el gobierno, de llevar a cabo lo que anuncia, iría en dirección contraria.
La esencia de la cosa consiste en que lo que el gobierno dice que está pensando hacer es poner a pagar a los sectores mayoritarios -populares y de clase media- el costo del inmenso desastre de estos quince años. Eso es lo que significan las medidas económicas de las que se habla por todas partes. Tal vez Hugo Chávez hubiera tenido que hacer más o menos lo mismo. Nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es que este gobierno no tiene manera de convencer a nadie de que eso es lo que Chávez hubiera hecho.
Nueva versión
Pero, volvamos a lo antes dicho sobre lo peor de todos los mundos, en una nueva versión. Ese mismo abismo enfrentan los actuales gobernantes. Cómo alejarse sin que parezca que lo están haciendo. Lo que probablemente va a ocurrir es que, pasito a pasito, el gobierno se va a ir alejando del llamado "modelo económico" que se ha tenido durante estos tres últimos lustros. Todo el mundo se da cuenta de que el gobierno le estará diciendo adiós a la "revolución", pero el gobierno creerá que, como se aleja pasito a pasito, muy pocos se dan cuenta: los economistas, los expertos... La verdad es que se da cuenta todo el mundo.
Un candidato alternativo a título de este artículo era el de "¿Goodbye Chávez?". Como aquella película, Goodbye Lenin, donde se ve cómo la Alemania Oriental deja atrás el socialismo soviético y entra en el capitalismo, ante los ojos atónitos de una fiel militante comunista que se entera de ello al final de la película. Pues sí. Pase lo que pase con la política económica de este gobierno, incluso si no adopta nada de lo que dice, tanto la "revolución" como Hugo Chávez están por quedar definitivamente atrás, como un experimento fracasado que habrá de ser reemplazado por otra cosa.
Opción
Mientras este gobierno se mantenga, de Chávez y de su revolución no irán quedando sino los rituales y los retratos. Del dilema que planteamos en las primeras líneas, nadie puede escoger la opción del desastre definitivo y nadie entre los actuales gobernantes se atreve a cargar con el mote de traicionero.
La única otra opción tampoco es viable para ninguno de ellos, no lo es ni afectiva ni moral ni políticamente: echarle la culpa de todo a Hugo Chávez. "Nos obligaste a dejarte, tan grande fue la torta que pusiste". No. Demasiado cuesta arriba. Pero siempre se le puede simplemente decir adiós, aunque sea con lágrimas en los ojos.
dburbaneja@gmail.com
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