jueves, 17 de julio de 2014


El muchacho de oro
  Carlos Raul Hernandez

Enrique Peña Nieto suele ser, desde la campaña electoral de 2012, blanco preferido de las burlas de la izquierda y la intelectualidad mexicana, que siempre consiguieron virtudes al populismo. Las gaffes del joven Presidente, que no presume de intelectual, como confundir la autoría de obras de Paz y Krauze, sin duda mucho decir, son perfectamente tolerables comparadas con la transformación que realiza en el país. Pero las cuchufletas por sus metidas de pata no se las aplican a A.M. López Obrador, un verdadero motivo fósil, brontosaurio que ruge en la política mexicana y que estuvo en 2006 a punto de lanzar ese gran país al desfiladero. Incontables cosas han dicho de Peña Nieto. En la vieja usanza machista le esparcieron fama de gay, pese a su conocida popularidad entre mujeres de las más bellas del país.

Ladrón, imbécil, ignorante, hasta se regó que no podía ser Presidente porque sufría de cáncer. Nada le rayó la carrocería. Ignacio Cuarón, tan a gusto entre los gringos, quiso reverdecer su antimperialismo con él. Varios investigadores han planteado el entrabamiento de las economías latinoamericanas para pasar del desarrollo medio y despegar hacia el mundo desarrollado. Países que realizaron en los 80 las llamadas reformas de primera generación, principalmente en el plano macroeconómico, como Brasil, encuentran serias dificultades para profanar algunos nichos de la economía patriótico-ideológica y avanzar. Peña Nieto se ha planteado tres reformas de fondo que van al corazón de la mitología, entre otras: relativizar la nacionalización petrolera, democratizar las telecomunicaciones y reformar la educación. La primera enfrenta al mito cardenista, la épica de su partido. La segunda, la estructura de poder de los medios

Reformas profundas

Y la tercera una enorme maquinaria adormecida de maestros y profesores rituales, desactualizados, reposeros, a espaldas del mundo presente, que forman estudiantes para la pobreza. Avanza con eso, -y varios cambios profundos más-contra todas las predicciones. Y no es un arribista. Hizo una carrera impecable desde la base de su partido. En su personalidad destacan tres elementos que no suelen darse juntos: político popular-tenaz-efectivo, buen administrador, y savoir-faire. En Rodeo Drive, Beverly Hills, está Casa Bijan, firma de ropa para caballeros, la más costosa del mundo. Quien dé un tarjetazo de dos millones de dólares, verá a los pocos días en el mostrador un exquisito reloj de pared con su nombre, al lado de los respectivos péndulos de William y Carlos de Gales, Obama, Schwarzenegger, Tom Cruise, el Rey Juan Carlos, los mexicanos Carlos Slim y los hermanos Carlos y Jorge Hank.

Esa tiendita fue punto de un escándalo que no lo afectó, como parece que nada lo afecta.
Ya candidato, apareció el reloj de marras en el aparador, con la bandera de México y su nombre grabado. Un par de medias puede costar quinientos, una corbata tres mil, pero un traje llega a cincuenta mil dólares. El problema es que su fortuna se la ganó trabajando y no con mordidas. Militante raso del PRI en 1985, hasta 1986 colaboró en la Corporación Industrial San Luis. Trabajó en una humilde notaría del DF de 1986 a 1988, sin descuidar los barrios. Luego logró entrar en un gran bufete, Laffan Muse y Kaye. En 1990, es secretario del comité directivo estatal de la Confederación de Organizaciones Populares y capacitador electoral del PRI. En 1993 tesorero del partido en el estado de México. En 1999 subsecretario de finanzas de la campaña a gobernador de Arturo Montiel Rojas.

En la base y en la cúspide

Entre 1993 y 1998 asistente del secretario de Desarrollo Económico del estado de México, y subsecretario de gobierno de 1999 a 2000. Entre 2000 y 2002, preside el Instituto de Seguridad Social, el Instituto de Salud y es vicepresidente del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) En 2003 es jefe de la fracción parlamentaria en la Legislatura del estado. En 2005 gana la gobernación de México. El golden boy, como lo llamaron los medios, forma parte del grupo Atlacomulco, de todopoderosos como Carlos Hank González, Arturo Montiel y el ex-presidente Adolfo López Mateos. Tiene detrás una maquinaria publicitaria y política, y el respaldo de Carlos Salinas de Gortari y Emilio Ázcarraga Jean. Al comienzo de su gestión, en 2006 se presentó un conflicto con floricultores en Texcoco.

Hubo allí una trifulca entre las policías y la comunidad, con más de doscientas personas detenidas en el que murió un joven. Para empeorar las cosas la Comisión de Derechos Humanos (CNDDH) documentó abusos policiales con detenciones arbitrarias, allanamientos, tortura, violación de veintiséis mujeres, y maltrato a menores. Peña Nieto personalmente convocó una reunión de la CNDDH y el Procurador para castigar a los culpables. En diciembre de 2008, el gobierno del estado de México inicia la instalación de luces y sonido en las Pirámides de Teotihuacán. Un grupo de antropólogos exigió la suspensión de las obras “porque dañaban la estructura”. Peña Nieto decidió ignorarlos y la evaluación técnica determinó que no había ningún daño. En 2007 destituyeron un director de la gobernación por travesti, y al protestar, lo encarcelaron y violaron. Peña Nieto ordenó las investigaciones necesarias. Pero aún así, lo siguieron acusando. Para nada.

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