Naky Soto Parra
Así como El Universal está despidiendo columnistas de larga data por una reestructuración necesaria, he leído dispersas líneas de gozo por la renuncia de Ramón Guillermo Aveledo a la Secretaría General de la MUD. Deberían compararlas con las de los voceros del gobierno nacional, encontrarán unas simetrías asombrosas.
Por el señor Aveledo solo puede sentirse agradecimiento. Su rol de mediador y armonizador de posturas -y egos- en la oposición no será sencillo de sustituir. Es un asunto de talla pero también de competencias, donde el ánimo de poder personal puede quebrantar la cadencia de cada acción. En 5 años, el señor Aveledo nos lega un espacio para la política, con estrategia; un foro para la denuncia y contención de tanto poder fáctico; una plataforma electoral y un conjunto de relaciones internacionales que mucho han contribuido a la proyección de nuestros logros, a la preparación de nuevos talentos e incluso a la difusión de nuestra catástrofe.
Justo en el momento de mayor crisis dentro del chavismo, cuando los sukois vuelven a volar para recordarnos la inutilidad de poseerlos, la grosería de su tránsito para celebrar el no-cumpleaños del finado, con tortas, fuegos artificiales, presidentes del Mercosur y un Nicolás tan torpe en sus argumentos como en su desempeño. Un chavismo que no asistió a la elección de sus delegados, esos que terminarán ratificando a los que ya son poderosos; un chavismo que tampoco encuentra leche, ni aceite, ni harina. El poder simbólico se resquebraja ante una crisis tan rápida y feroz. No hay tatuaje de ojos virolos o firma de Valmy que sustituya la imperiosa necesidad de alguna certeza básica: vida, agua, luz, comida o justicia, cuando todas las anteriores fallan.
A favor del personalismo perdemos institucionalidad. Ver a los delegados del chavismo alineados con Nicolás me genera tanta desesperanza, que es irónico no haberlo alcanzado en la oposición después de 15 años de vilipendios y destrucción. ¿Aún no estamos preparados para apoyar lideres demócratas? Tantos meses de trabajo en la campaña anti-MUD supondría tener al menos una cartera de potenciales sustitutos al rol del señor Aveledo, y hasta ahora el único nombrado ha sido el alcalde Ledezma. No se tumba una piñata sin juguetes, ¿o sí? No tener sustitutos nos puede encunetar en un momento importante.
A lo mejor el contraste con la nueva película de Bolívar nos recuerda lo complejos y enrevesados que son los líderes cuando se les trata y calibra como elegidos, el triste rol de una militancia que se asume fanática y no gestora, el injustificable método de la destrucción para construir algo nuevo. Destruir el instrumento que nos ha dado las únicas victorias electorales desde que el finado llegó al poder no tiene sentido. Con el señor Aveledo no renuncian Nicolás ni su combo, ni liberarán a tantos venezolanos injustamente presos por protestar. Una Constituyente no hará la diferencia en un país que sigue privilegiando las consignas antes que la reflexión, inspirados en el corto-placismo, sin imaginarnos cómo carrizo vamos a recibir a esos que ya no se sienten representados en este gobierno de gigantografías y aplausos por asfalto. Una Constituyente no armoniza la inclusión que demandamos con urgencia para una mayoría contundente.
Hasta para despedirse el señor Aveledo redactó una carta noble, pues entre otras virtudes, es un gran escritor. Mi respeto y mi agradecimiento por sus años de trabajo y dedicación, espero leerlo y escucharlo, libre de las restricciones que le imponía su cargo.
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