RICARDO COMBELLAS |
EL UNIVERSAL
La política, sea como vocación, sea como profesión, exige de los hombres y mujeres que se dedican a ella formación moral, con énfasis en la moral ciudadana, y también conocimiento, saber, dado lo exigente de una actividad vinculada fundamentalmente al bien común de la sociedad, a la definición de sus rumbos y objetivos, el orden, la paz y el bienestar de sus ciudadanos.
La tradición política venezolana nos revela dos grandes etapas sobre el saber de los políticos. La primera, configurada alrededor del siglo XIX, donde predominó el militarismo sobre la civilidad, con la imposición de los caudillos en tanto detentadores del nudo poder. Por supuesto que hubo excepciones que confirman la regla (el caso de Guzmán Blanco) y ejemplos de superación representados en la figura de José Antonio Páez. Aquí el saber podía estar al servicio de la política, pero no determinaba las decisiones políticas. La segunda etapa tiene sus antecedentes en "las luces del gomecismo", hombres en definitiva subordinados al "amo del poder", y realmente tiene una fecha paradigmática en 1936, con el surgimiento de los nuevos partidos e ideas que definirían nuestra vida política a lo largo del siglo XX. Los líderes emergentes son afanosos lectores, duros polemistas, abiertos a las tendencias universales, curtidos entre la disciplina carcelaria y la férrea reflexión del exilio. No quiero aquí citar nombres pues seguramente pecaría de injusto al no mencionar algunos que con muchos méritos deberían estar en la lista. Lo sobresaliente es señalar que a diferencia de la primera tradición, aquí el saber se compenetra con la política, le confiere un rumbo, le da sentido.
Lamentablemente está segunda etapa lenta pero inexorablemente está desapareciendo. La mayoría de los hombres y mujeres dedicados a la política hoy en Venezuela han dejado de leer. Podrán tener una profesión, pero eso no es ni mucho menos suficiente. Es fácil notar sus carencias en la simpleza del lenguaje, el retoricismo vacuo del discurso, la precariedad del lenguaje escrito. Es la "generación del Internet", de las redes sociales, maravillosas tecnologías puestas al servicio de la banalidad de un discurso evanescente y circunstancial. Circunscritos al événement, no tienen brújula, ideas propias ni clara hoja de ruta que ofrezca orientación a la acción.
Las carencias del tipo de político predominante se revela de forma patente en el desconocimiento de la disciplina a la que deberían dedicar buena parte de sus desvelos, y que no es otra que la historia, primero la nuestra, segundo la de nuestra América, pero también, cada vez más relevante dada la globalización, amén de nuestra cultura occidental, la historia de otras culturas y civilizaciones (los árabes, los chinos, los indios), en suma la historia universal. Un político sin conciencia histórica es un político malogrado, proclive al error para mal del pueblo que pretende dirigir. La razón es muy sencilla: el hoy procede del ayer y el mañana surge del hoy. Si esa sencilla afirmación no la tenemos clara, y sólo la lectura reflexiva nos la puede aclarar, navegaremos sin rumbo en un mar embravecido.
Hablé de excepciones que confirman la regla, y una de ellas es el líder del partido Acción Democrática, Henry Ramos Allup. No lo conozco mayormente en lo personal ni la adulación ha sido una fea mácula en mi vida, menos aún en estos años otoñales dónde florece el escepticismo. Y esto lo digo a raíz de la impresión favorable que me produjo la lectura de su libro "Reflexiones sobre el liberalismo", un enjundioso análisis del liberalismo y su historia, respaldado por una profusa y actualizada bibliografía, revelador de que las exigencias de la política no están reñidas con la lectura y el escribir meditado y profundo. Sé que como Ramos Allup hay otros casos de políticos leídos amén de buenos escritores, pero repito, constituyen la excepción que confirma la regla, una regla que la educación formal no puede revertir, pues la esencia del saber y el conocimiento está en la curiosidad intelectual, por sobre todo en la existencialidad de preguntarnos de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde vamos.
ricardojcombellas@gmail.com
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