martes, 22 de julio de 2014

Putin sin escapatoria



             Beatriz de Majo

Hasta el presente, Estados Unidos es uno de los poquísimos países que, de manera consistente, ha utilizado las sanciones económicas como un instrumento para disuadir a otras naciones de asumir posiciones díscolas sobre la seguridad mundial y emprender acciones criminales de impacto global. No siempre lo ha conseguido, pero su tenacidad ha sido tal que hoy pueden sentirse satisfechos, por ejemplo, de haber alcanzado importantes cambios en la vida pública de Irán  a través de la presión económica al gobierno islámico de Ahmadinejad y han logrado sentar a sus nuevos líderes en una mesa de negociación a discutir los vitales asuntos  relacionados con el armamento atómico.

Algo similar está a punto de ocurrir con la Rusia de Vladimir Putin. El reciente incidente del ataque terrorista a un avión comercial malasio no abre la puerta a una nueva guerra como vaticinan algunos. Este trágico evento viene a sumarse, sin embargo, a otros del mismo tenor: la protección del régimen asesino de Bashar Al Assad en Siria y a la salvaje anexión de Crimea, hechos de sangre ambos de factura inequívoca del Kremlin ruso. El actual podría ser el detonante necesario para que la Unión Europea emprenda una acción más radical y decida, por igual, la imposición en colectivo de sanciones a un gobernante cuyo irracional expansionismo está causando severos estragos en su entorno geográfico. 

No estamos frente a un hecho fortuito en el caso de la voladura terrorista de una nave comercial con el consecuente cobro de tres centenares de vidas inocentes. No se trata de una acción casual de un puñado de forajidos  rebeldes, ni la iniciativa aislada de separatistas prorrusos. No estamos frente a un “desastre”, como lo ha calificado eufemísticamente el mandatario ruso, del cual terceros “deserían sacar provecho político”. Estamos frente a un crimen contra la humanidad que solo ha podido ser perpetrado desde tierra gracias al suministro ruso de armas aéreas de largo alcance y de sofisticada tecnología, gracias al entrenamiento de efectivos en su utilización y gracias a una estrategia militar cuidadosamente armada para causar un daño de enormes proporciones. No son solo los familiares de los asesinados en el vuelo MH17 quienes son hoy deudos en esta tragedia. Es la comunidad internacional como un todo y como tal ella va a tener que responder.

En esta ocasión una resolución adecuada y pronta de este conflicto no está en otras manos sino en las de Vladimir Putin, cuya credibilidad ha sufrido un muy severo desgaste, pero quien debe detenerse en su afán de alimentar el caos a su alrededor. Si el resto de las naciones poderosas hacen sentir su determinación a detener tal conducta criminal pudiera ser que el gobernante ruso reflexione sobre su papel global y contribuya a no tirar en el basurero de la Historia lo que aún le queda de liderazgo.   

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