miércoles, 23 de julio de 2014

¿QUÉ PASA EN LA BANCA?
MIGUEL ÁNGEL SANTOS  
EL UNIVERSAL
En un país anestesiado por el escándalo diario, los pequeños cambios suelen pasar desapercibidos. Es decir, en un lugar en donde en la última semana al Presidente de China se le ha puesto la banda presidencial, donde se desalojó la Torre de David, donde cada fin de semana mueren más de 300 personas, ¿qué sentido tiene hablar de la banca? Es curioso, porque la banca viene a ser una cosa así como el departamento de sistemas de las empresas: Uno sólo llega a oír de ellos cuando ocurre una catástrofe. Como nos dijo un banquero en una de esas reuniones de consulta que hicimos durante la campaña presidencial 2012: "Hay que tener cuidado con la banca, porque es una industria que puede aguantar casi cualquier cosa que se haga gradualmente, pero casi ninguna que se haga de repente". 
Estos últimos meses el gobierno ha buscado formas de hacer que la vulgar impresión de dinero para pagar gastos tenga consecuencias inflacionarias menos graves. Así, por ejemplo, la cantidad de monedas y billetes en los últimos doce meses ha crecido 109%, pero la liquidez monetaria (que además de monedas y billetes en poder del público incluye depósitos bancarios) ha crecido "sólo" 73%. Eso quiere decir que algo ha venido haciendo el gobierno para contener la liquidez, dado que son incapaces de dejar de imprimir dinero. 
Ahora bien, cada vez que se imprime dinero para pagar gastos, el receptor suele depositarlos en un banco. El banco, cada vez que recibe un depósito, debe enviar una fracción al Banco Central (el encaje legal) y la diferencia la presta, para obtener así los intereses que ayudarán a pagar a los depositantes y sus gastos operativos. Es así como un bolívar impreso se traduce en varios bolívares en depósitos. Esa razón, bolívares en depósitos y en la calle a monedas y billetes impresos, ha caído en un año de 3,27 a 2,84. No se deje engañar por el hecho de que los bancos pagan a sus ahorristas unos intereses ínfimos, muy por debajo de la inflación. Después de todo, también la tasa a la que los bancos prestan suele estar muy por debajo de la inflación. Los bancos hacen dinero con la diferencia entre ambas tasas, aunque ambas sean negativas en términos reales. 
Los últimos años han sido un paraíso para la banca. Después de todo, no tienen demanda de crédito y suelen invertir en papeles del Estado y en préstamos de tarjetas de crédito, los de mayor tasa de interés. Para los primeros la actividad de análisis de crédito, uno de los fuertes de la estructura de gastos de la banca, es inexistente. No se hace análisis de crédito cuando se le presta al gobierno. Por esa razón también, durante la campaña electoral de 2012, uno de los banqueros consultados nos comentó: "Ahora sí es verdad que estamos haciendo una bola de plata con un mínimo de trabajo". 
Durante estos últimos meses algo raro ha venido pasando. El aumento del encaje legal (el porcentaje de cada bolívar depositado que debe ser enviado al Banco Central) en marzo a 21,5% pasó desapercibido. Gracias a ese aumento y a otras medidas menores, las reservas de los bancos en el Banco Central han promediado 27,2% en 2014, en contraste con 24,1% en 2013 (incluyendo las reservas mínimas legales y las excedentarias). Esa medida debe haber presionado significativamente los balances de los bancos. Pues bien, esa presión empezó a manifestarse en la tasa interbancaria, que ha venido saltando desde un promedio de 3% mensual en 2013, a 7%, 8%, 17% y 20% en los últimos cuatro meses. Esa es la tasa a la que los bancos se prestan entre sí, en esencia para cumplir con sus requerimientos de reservas. Esa aceleración muestra sin duda un deterioro en las condiciones de operación de los bancos que vale la pena monitorear en los próximos meses y merece mucha más atención de la que ha recibido. 
El país cuenta con un gobierno insaciable -desde todo punto de vista- que vive persiguiendo a los que aún tienen algo de dinero, para expropiarlos, expoliarlos y debilitarlos, hasta tenerlos de rodillas o quebrados. Unos años después vuelve a buscarlos para preguntarles cómo hacer para empezar de nuevo, y así sucesivamente. En ese país, la banca, uno de los grandes beneficiados por la carambola de la política oficialista, se convierte de repente en un sector atractivo y, por ende, vulnerable. Es una industria de cuidado; ya el gobierno trató una vez de montar su propio sector bancario revolucionario y engendraron una minicrisis bancaria cuya única consecuencia ha sido una legión de nuevos ricos prófugos (y en algunos casos reencauchados). También se conocen ya los efectos devastadores desde el punto de vista social y sobre todo político que podría tener una crisis bancaria como la que propició la incompetencia administrativa del gobierno de Rafael Caldera. Ese, no el indulto, fue el verdadero trampolín de Hugo Chávez. Aún así, la voracidad y la desesperación también se aproximan en su clímax.

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