Sacrificio inútil
ARGELIA RÍOS | EL UNIVERSAL
Todo pasa por la corrupción. No habrá medidas económicas exitosas si el Gobierno no muestra una decidida voluntad política para erradicarla. Son demasiado gruesos los volúmenes de recursos que se escapan por esos pestilentes desaguaderos. Las mafias que hormiguean alrededor de los controles son las peores enemigas de las rectificaciones que Maduro está obligado a emprender para poner un mínimo orden en las cuentas nacionales. Las limitaciones financieras del país no admiten la convivencia del régimen con estos sectores. Mientras ellos continúen perforando el erario venezolano, los recursos, cada vez más limitados, siempre serán insuficientes. Solo una pudrición muy extendida puede explicar las razones por las que llegamos a este punto: todo cuanto padecemos hoy los ciudadanos es una consecuencia directa de esa fermentación en la que burbujea la ineficiencia y la desidia.
Ningún ajuste económico dará resultados si las autoridades desatienden ese tramo esencial del problema. La anomia que sufre Venezuela es el colapso de un modelo que solo ha estimulado la conformación de pandillas parasitarias, cuyos integrantes, aún hoy -en medio de la emergencia- arañan los restos que van quedando en el fondo de la botija pública, desprovistos de cualquier fidelidad con el país y con el propio futuro de la revolución. Desde sus núcleos se ejerce una fuerte presión para impedir el llamado "sacudón": la crisis no ha minado su afán depredador y, al contrario, parece haber producido una desenfrenada y febril voracidad. Las dificultades con que se ha topado Maduro para proceder a la unificación de los fondos en dólares son un fiel reflejo del problema: los grupos que los administran forcejean para mantenerlos bajo su dominio, del mismo modo como batallan quienes regentan los diferentes mecanismos de administración de divisas, para impedir la prometida unificación cambiaria.
Si Maduro no enfrenta con decisión a las parcelas incrustadas en el organigrama del Estado, ningún programa de estabilización rendirá frutos: cualquier cosa que se haga para capear el temporal no pasará de ser un sacrificio doloroso para la gente, sin que éste haya valido la pena. Someter a los ciudadanos a un ajuste destinado anticipadamente al fracaso es, de hecho, una de las inquietudes anidadas en el seno del chavismo crítico, para el cual resulta evidente que la corrupción hará colapsar también cualquier intento de corrección... El problema es la debilidad del liderazgo de Maduro, cuya dependencia con esas camarillas tóxicas se hace cada vez más evidente a los ojos de un país que ya comienza a preguntarse por qué no termina de actuar para detener este descenso atropellado por el precipicio. Las razones, sin embargo, son elocuentes. No hay hueso sano.
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