La muerte de Robert Serra
Fausto Masó
Nos falta información sobre el asesinato Robert Serra, lo que permite todas las especulaciones, en especial las oficiales. Fuera de Venezuela algunos creen ya que a Serra lo mató el fascismo, probablemente no se enterarán de la verdad cuando se sepa en los próximos días, y no hay que extrañarse que sea sorprendente. Por ahora, su muerte demuestra algo obvio: nadie se salva de la ola de crímenes ni un cura, una famosa actriz, ni este joven político. Vivimos de milagro, sobrevivimos habría que decir. Serra contaba con escoltas a toda hora, dos de los cuales habían sido asesinados.
No hay respuesta para la inseguridad ni para la crisis económica. Resultan patéticos los planes oficiales, porque no empiezan por lo obvio; anunciar que se triplicarán el número de policías, fiscales y jueces y que cada culpable cumplirá la condena. A los asesinos no los aprehenden en el 90% de los casos, si por mala suerte la policía los detiene no cumplirán toda la condena. No hay razones para no matar.
El gobierno ignora la gravedad del cierre de empresas como Clorox y las fábricas de partes de las ensambladoras de auto. Ingenuamente lo atribuye la situación a la guerra económica, tapa el sol con un dedo, no quiere reconocer la terrible crisis económica que nos amenaza. Como el avestruz esconde la cabeza en la arena. Están locos.
Con la inseguridad ocurre lo mismo: falta una verdadera policía. La antigua Policía Metropolitana en Caracas cumplía una función en la lucha contra el delito, entraba a los barrios. Cometía excesos imperdonables, pero era una policía organizada. Los cuerpos de investigación como la PTJ han sido reorganizados demasiadas veces. Esa es una de las razones por las que el crimen se haya disparado en el país desde la llegada del chavismo al poder. Carecemos de una policía organizada.
La muerte de Robert Serra no debe quedar en la oscuridad como ocurrió con la de Danilo Anderson, un misterio inexplicable. Es demasiado importante que se esclarezca este asesinato para evitar consecuencias políticas.
Una gran tentación oficial nos amenaza, justificar con el vil asesinato a Robert Serra una represión como no ha conocido el país, acusar de autores intelectuales a líderes de la oposición, perseguir a los que se consideran peligrosos. Este sería un paso decisivo hacia la dictadura y el fin de la democracia, impulsado en buena parte porque las encuestas anuncian una espantosa derrota electoral para el próximo año.
Al escribir este artículo nos falta información sobre quiénes son los responsables materiales e intelectuales, si los hay, de este asesinato. Pero ya se hace presente la tentación de acusar al fascismo, y por fascismo entiende el gobierno a la oposición, a pesar de que el fascismo era antidemocrático y esta oposición es democrática. Pero la argucia serviría para reprimir. Ojalá que todo no pase de una falsa alarma, porque si se atrevieran a inculpar a dirigentes de la oposición conocidos daríamos un paso hacia lo desconocido. Sin embargo, existe el peligro, es una tentación, en nombre del socialismo darle la espalda a la democracia. Total, los gobiernos socialistas verdaderos han sido siempre dictatoriales, solo que el fin de la democracia no representará la superación de la inseguridad y de la crisis económica. Pero, cuidado, el peligro existe.
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