jueves, 8 de octubre de 2015

MENSAJE Y VISITA POLIFACÉTICA DE FRANCISCO

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                       LUIS UGALDE SJ

No soy papista y creo que los católicos necesitamos autocrítica para ser más auténticos, pero confieso que la reciente visita del papa a Cuba y a Estados Unidos me parece extraordinaria. Tuvo el enorme acierto de romper los encasillamientos de derecha e izquierda con gestos y mensajes para que cada uno se sintiera tocado en su interior y movido a dar lo mejor de sí. ¡Un auténtico líder espiritual por encima de fronteras!
No es intrascendente que en la Plaza de la Revolución, al pie de la mítica imagen del Che, invitara a toda Cuba y a su régimen político a servir a las personas, a los más pequeños y necesitados, y no a las ideologías. Lo dijo desde el Evangelio y en el corazón de un régimen que por entronizar una ideología terminó implantando una dictadura sin libertades y escasas oportunidades de vida, que ahogó los sueños de esperanza que florecieron en los albores de la propia revolución. Ese mensaje es de una carga de profundidad político-económica y humana que mina al régimen, al tiempo que  llama a construir juntos una Cuba de oportunidades, con vida libre, digna y justa para todos.
No era más fácil la visita de un papa a un país de cuna protestante donde hacía pocas décadas su condición de católico era un obstáculo para que John Kennedy fuera elegido presidente. Por primera vez un papa era invitado a la Cámara de Representantes del Congreso Nacional, y a ellos y al pueblo estadounidense no les habló “desde fuera”, sino desde su interior y su propia historia nacional. Al igual que el mensaje dictado en la sede de las Naciones Unidas, fue un discurso retador y exigente, sin caer en la adulación para ganar benevolencia. Sus palabras les resonaron como salidas de lo mejor de su propio interior y de algunas páginas y personajes más emblemáticos e inspiradores de su nación. Dialoguen “a partir de la memoria de su pueblo” y respondan con una creatividad nueva a los grandes retos actuales de la pobreza, exclusión y brechas sociales de diversa naturaleza. Lloraron con gratitud y se levantaron emocionados a aplaudirlo. Al igual se dirigió en su recorrido a los presos y a los católicos en Filadelfia y Nueva York, y al mundo en la sede de la ONU, asimismo exhortó a los congresantes a “defender y custodiar la dignidad de sus conciudadanos en la búsqueda constante y exigente del bien común”. Como Jesús a la samaritana, invitó a cada uno a sacar de su pozo profundo el agua viva para darla al mundo necesitado, y a “nacer de nuevo” en espíritu y con verdad. Llamadas dirigidas a las fibras más profundas de cada ser, donde lo divino y lo humano se encuentran, y se disuelven las barreras confesionales. En esos ambientes laicos hizo sentir la necesidad de que “la voz de la fe, que es voz de fraternidad y de amor, que busca sacar lo mejor de cada persona y de cada sociedad, pueda seguir siendo escuchada”.
Sin condenar desde la altura de un pedestal papal, reconoció como hermano  que también la religión puede corromperse en ideología criminal, como ocurre con los fundamentalismos que agreden y matan al que es diverso. En esa “sangrienta atrocidad” se encuentran también crímenes cometidos “incluso en nombre de Dios y de la religión”, pues “ninguna religión es inmune a diversas formas de aberración individual o de extremismo ideológico”. En la Zona Cero de Nueva York, donde “un acto insensato de destrucción” arrebató miles de vidas, Francisco con otros 10 líderes afirmó que es “posible y necesario reunirnos desde las diferentes lenguas, culturas y religiones”, “desde la diferencia aceptada y reconciliada”.
A la actual tentación de descartar al pobre y a todo lo que nos molesta, contrapone Francisco la regla de oro expresada por Jesús: “Hagan ustedes con los demás como quieren que los demás hagan con ustedes” (Mateo 7,12). Es la actitud espiritual que nos hace personas de bien que regalan el agua de  vida: “Tratemos a los demás con la misma pasión y compasión con la que queremos ser tratados. Busquemos para los demás las mismas posibilidades que deseamos para nosotros. Acompañemos el crecimiento de los otros como queremos ser acompañados. En definitiva: queremos seguridad, demos seguridad; queremos vida, demos vida; queremos oportunidades, brindemos oportunidades. El parámetro que usemos para los demás será el parámetro que el tiempo usará con nosotros”.
¡Mensajes importantes, para esta Venezuela llamada a nacer de nuevo sobre sus actuales cenizas, sin oportunismo ni hipocresía, en espíritu y en verdad!

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