LUIS VICENTE LEÓN
Hemos analizado los intentos del gobierno para desarrollar una
estrategia de abordaje a la crisis económica ocasionada por su propio
modelo intervencionista.
Separamos el análisis
teórico de los anuncios de apertura cambiaria, anclaje monetario,
disciplina fiscal, ajuste de precios de gasolina y flexibilización del
sector petrolero, todos ellos en dirección correcta; del análisis de
implementación de esos anuncios, que incluye intentos de manipulación
cambiaria a través de una “subasta” controlada, la contradicción entre
populismo y disciplina fiscal, el falso anclaje de la moneda y los
salarios al precio internacional del petróleo, la pobre implementación
de incrementos de precios de bienes públicos y la más decepcionante de
las estrategias, el anuncio de apertura de mercado y precios, mezclado
con un mecanismo de precios “acordados” que terminan siendo tan
“negociados” como un matrimonio obligado con pistola en nuca de novio.
Es
cierto que la nomenclatura de los anuncios es más liberal, pero su
implementación no. Basta mencionar la estrategia hostil de encarcelar
gerentes del sector comercial, para concluir que el aprendizaje del
gobierno sobre el funcionamiento del mercado es nulo.
Estamos
viendo los resultados del intervencionismo: controles de precios que
terminan en más inflación, restricciones a la moneda que generan más
devaluación, encarcelamiento de carniceros que acaba con la oferta de
carne, de panaderos con el pan, de abasteros con el abastecimiento y de
farmaceutas con las medicinas.
El resultado de
la persecución al último eslabón de las cadenas comerciales sólo
incrementa el problema de desabastecimiento y precios. En efecto, la
amenaza genera miedo en los empresarios, pero la consecuencia no es
estabilidad de precios ni el restablecimiento de la producción sino la
explosión del desabastecimiento y el fortalecimiento del mercado negro.
Los
comerciantes han tenido ya varios episodios de liquidación compulsiva
de mercancías y ya se aplicó en el pasado la estrategia de chantaje
penal, apresando dueños, ejecutivos de alto nivel y ahora gerentes y
empleados. La respuesta evidente a ese miedo ha sido reducir sus compras
al mínimo requerido por debajo de la oferta disponible de bienes en el
mercado y de la demanda de bienes por parte de los consumidores. Se
genera con esto una ruptura en la cadena de comercialización, que afecta
más el desabastecimiento de mercancías al consumidor final, complica
los sistemas de distribución, altera el flujo de producción del sector
industrial e importador, genera acumulaciones indeseadas de inventarios
aguas arriba en la cadena y eleva los costos, reforzando la inflación.
¿Qué
hacer? El gobierno reconoció recientemente que todos los modelos
productivos que ha aplicado han fracasado y el Presidente asumió la
responsabilidad de ese fracaso en cadena nacional. Quizás entonces es el
momento adecuado para seguir las recomendaciones alternativas que han
hecho la mayoría de los economistas nacionales, rara vez todos de
acuerdo: abrir de verdad el mercado, sin presiones, ni chantajes, ni
controles maquillados; comprometerse a una real disciplina fiscal,
provocar acuerdos productivos con el sector privado y restablecer las
cadenas de comercialización, permitir la libre convertibilidad
cambiaria, restablecer la autonomía institucional y buscar apoyo
internacional para ayudar a la población mas afectada. ¿Es una barajita
repetida? Claro, porque esto es lo que dijimos hace 30 años, 20 años, 10
años, 5 años, hoy… y si no lo hacen, igual habrá que hacerlo mañana,
pero siempre en peores condiciones y con mayores costos para el país y
para el gobierno en funciones.
luisvleon@gmail.com
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