JOSÉ RAMON COSSIO D.
En los agradecimientos en su último libro, Stephen Greenblatt relata
que un amigo lo invitó a hacer algo ante la inminente victoria de Trump.
Por sus conocimientos, decidió escribir un libro que mostrara las
reflexiones de Shakespeare sobre los tiranos: Tyrant. Shakespeare on
Politics (Norton, 2018). El libro narra un arco que va de las
condiciones de posibilidad de las tiranías a las de pérdida del poder
ejercido de esa manera. En el medio se cuentan los modos de ascenso,
consolidación y debilitamiento del tirano, su entorno y sus aliados, así
como el ascenso de las alternativas que propician su caída.
El
libro comienza advirtiendo de las consecuencias del Gobierno que no
ejerce el poder y permite que varios lo hagan descentralizada y
antagónicamente. Greenblatt estima que en tales momentos se forman
bandos cuyo propósito es desplazar o destruir a los contrincantes y
hacerse del poder, o hacerse del poder para desplazar y destruir a los
rivales. Su ejemplo es Enrique VI. Identifica que su debilidad propició
la formación del bando constituido por la Reina, su amante y sus
agregados, y el formado por quienes argüían títulos nobiliarios y
convocaron a una revuelta popular para legitimar sus pretensiones. El
fondo del problema no solo radicaba en las conductas de las cabezas de
los grupos en pugna, sino de la totalidad de las personas que los
constituyeron, al punto de que cada hecho o afirmación es tenido como
negación de los contrarios. O se está aquí y con unos, o se está allá y
con otros. Es en este ambiente donde Shakespeare, en la lectura de
Greenblatt, encuentra que la vida depende de hacerse prevalecer. En
donde la libertad queda desplazada ante la dificultad de la existencia
misma.
De las condiciones propiciatorias para el ejercicio del poder
autoritario, se pasa a los modos de adquirirlo y conservarlo. Se da
cuenta de ello con obras más conocidas y exploradas. Resulta interesante
la exploración de las condiciones psicológicas subyacentes. La madre en
Ricardo III o la esposa en Macbeth, como condicionantes generadoras o
remediadoras de problemas que solo se cree posible resolver mediante la
adquisición del todo total o totalizante como es, supuestamente, mandar
siempre y mucho. Ahí, dice Greenblatt, se observan algunas constantes.
La capacidad de adquirir el poder mediante cualquier medio y la
incapacidad de ejercerlo ordenada y racionalmente; la imposibilidad de
controlar la impaciencia y las emociones en la constante cotidianeidad
de los días. También, aquí ejemplificado con El Rey Lear, la incapacidad
de escuchar a los otros, a los amigos y colaboradores, ello como
correlato de la imposición de las condiciones mentales que a éstos les
impiden hacerse oír. Lo dice bien Greenblatt: cuando un gobernante
autocrático, paranoide y narcisista le exige a los servidores públicos
una completa lealtad personal, el Estado está en peligro.
En los amenazantes tiempos que corren para las democracias y teniendo
como horizonte de fondo al Gobierno estadounidense, la lectura de este
libro es provechosa por motivos que van más allá de los estrictamente
placenteros. Tomar distancia de los acontecimientos del presente para
verlos con la perspectiva real o ficticia de la Inglaterra isabelina,
ayuda a comprender procesos, psicologías y eventos que pudieran estarse
dando actualmente. No se trata, desde luego, de comparar a ninguno de
los líderes actuales con sus colegas del pasado, ni suponer que la
historia es esa serpiente que se muerde la cola para repetirse una y
otra vez. Simplemente, se trata de entender que, por muchos cambios que
haya habido en tantas cosas, tal vez existen algunas constantes en las
motivaciones para buscar y ejercer el poder. Tal vez, como quiere
Greenblatt, Shakespeare pueda darnos algunas claves para identificar y
entender a los tiranos. Tal vez porque entre los de entonces y los de
ahora no existen tan grandes diferencias como pudiéramos suponer.
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