ELVIA GOMEZ
POLITIKA UCAB
En la veloz carrera que el Gobierno lleva
hacia la inviabilidad absoluta del país, el octavo mes de 2018 bien
puede bautizarse como augustus horribilis. Todos los anuncios
hechos por vías oficiales y paraoficiales, así como los intentos de
explicar los enrevesados efectos de las medidas de (des)ajuste, sumen a
los venezolanos en innumerables incertidumbres y una sola certeza: todo
empeorará, sin esperanza.
La igualación por lo bajo, característico
de los sistemas comunistas que desechan absolutamente las diferencias y
capacidades de los individuos, sentencia a la masa trabajadora a
obtener el mismo salario, independientemente de la especialización,
capacidad y conocimiento, siendo esta la mejor forma de desincentivar el
estudio y el cumplimiento de responsabilidades.
Los estrategas del régimen se frotan las
manos ante cada perversión planificada. Una vez puesta en marcha,
cuentan con la inmejorable ayuda de los que usan las redes sociales como
paredón inmisericorde. Todo el que no se ajuste a esa estrechez de
miras es molido en el trapiche que impulsan los opositores que, casi con
la misma superficialidad con la que despacharon, en 1999, el obligado
análisis sobre los peligros que entrañaba para la democracia el modelo
de Hugo Chávez, hoy culpan a las víctimas –y no a los déspotas
victimarios– del sometimiento y humillaciones que se multiplican día a
día con el aparato de control social del castro-madurismo.
Las cifras de emigrantes siguen creciendo
y se multiplican las historias de padecimientos, ahora sazonadas por
las infaltables corrientes de xenofobia en los países de acogida. Pero
sea cual sea la cifra de venezolanos que abandonan el territorio, nunca
el país quedará vacío. Dentro de las fronteras permanecerán ciudadanos
conscientes de lo que son y que siguen en la tarea de tratar de
articularse con otros que ven en la organización social la única salida
posible al oscurantismo y el caos.
El Gobierno expulsó a conciencia primero a
los más preparados, para propiciar el “sálvese quien pueda”. La
contracción económica y la inseguridad criminal alimentan el caudal
humano que se engrosó con los desesperados que huyeron entre julio y
agosto, muchas veces sin saber ni siquiera que en el sur del continente
la ropa para el trópico no les calentará en ese invierno.
Cuenta el Popol Vuh que tras sus fracasos
en la creación de los primeros habitantes de la tierra, los demiurgos
de la cosmogonía maya, reunidos en la oscuridad de la noche, celebraron
un consejo para definir el material con el que harían a sus próximas
criaturas. Ya habían probado con los seres de barro, destruidos por los
mismos dioses que los hallaron frágiles, inestables, sin flexibilidad.
Luego, probaron con los de madera, pero eran sujetos carentes de
sentimientos y veían en cada cosa solamente la satisfacción de sus
propias necesidades. Entonces, las divinidades creadoras decidieron
probar suerte y amalgamar una materia que superara los errores y
deficiencias anteriores para concebir un individuo resistente. Fue así
como probaron con el maíz, mezclando los abundantes granos de diferentes
colores, blancos y amarillos, y dieron cuerpo al hombre plenamente
inteligente.
Desde el advenimiento del chavismo por
decisión del voto popular –es importante tener presente que no fue por
las armas como se instaló a gobernar a sus anchas– los venezolanos que
se han opuesto a sus prácticas contaron con dos grandes plataformas que
sirvieron a propósitos coyunturales, como fueron la Coordinadora
Democrática y la Mesa de la Unidad Democrática . A ambas experiencias
les faltaron elementos políticos y sociales que garantizaran su solidez y
les permitieran trascender con sus objetivos cumplidos.
En el anterior artículo, ¿Qué podemos hacer los que no nos vamos?,
reflexionamos sobre la labor que, sin descanso, vienen desarrollando
desde principios de 2018 la agrupación Creemos Alianza Ciudadana, con el
patrocinio del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la UCAB.
El propósito de estos divulgadores de las
herramientas de organización social, que ya están dando la tercera
vuelta al país, es reunir la mayor cantidad posible de adeptos, de
diversos pensamientos y procedencias, para nutrir una corriente
unificada de liderazgos sociales que se constituyan en la fuerza,
consistente y sólida, con conciencia plena de sus deberes, sus derechos y
de su poder de decisión, que ejerza presión sobre los liderazgos
políticos, hoy muy extraviados, para retomar el rumbo de la lucha no
violenta.
No se trata de plantear tareas titánicas
que deban ser ejecutadas por individuos superiores al resto, sino de la
disposición a agruparse en redes de cooperación y formación ciudadana.
Esa ha sido la única experiencia exitosa, desde la primigenia
experiencia del Movimiento 1.011 en el año 2000 –que agrupó a los padres
y docentes que vencieron el primer intento de ideologización escolar–
hasta el plebiscito de julio de 2017, desperdiciado por los que tenían
la responsabilidad de administrar políticamente esa gesta ejemplar.
Al igual que los progenitores de la
mitología maya dieron cuerpo a una criatura que prevaleció, ahora mismo,
miles de venezolanos que piensan que la lucha no está perdida y que
nunca es tarde para unir fuerzas, están amasando un liderazgo social que
crece con las necesidades más sentidas de la sufrida población. Es
urgente diseñar estrategias y mensajes que desalienten la estampida y
ofrezcan un mínimo de ánimo para quedarse y perseverar en la
organización social, la única alternativa posible para la resistencia.
Y, aunque no se queden dentro del territorio, desde afuera es muchísimo
lo que los venezolanos pueden hacer si concentran su esfuerzo en lo
verdaderamente sustancial para rescatar la democracia, en vez de
torpedear los intentos de articulación, incluyendo la incorporación de
los que desertan de las filas oficiales.
Ya la “gente de cazabe y arepa” venció en
estas tierras a un criminal hace más de cuatro siglos, según lo recreó
Ramón Sender en su novela sobre “el tirano Aguirre”, derrotado en
Barquisimeto por la inteligencia del representante del rey, quien dictó
una medida de amnistía para los seguidores del traidor desquiciado si le
abandonaban, lo que no dudaron en hacer.
Hoy, en cualquier lugar del territorio
nacional donde haya un venezolano que no se entregue a la ruindad, que
no se corrompa ante las múltiples ofertas del gobierno para el
envilecimiento, que no se resigne al sometimiento y que, por el
contrario, se angustia y reacciona ante el dolor de sus connacionales,
hay un grano de maíz, de materia milagrosa que debe sumarse para dar
corporeidad a ese liderazgo nuevo, sin la fragilidad del barro ni la
insensibilidad de la madera. Un liderazgo criollo, engrosado con granos
de diversos colores, que nutra, una y trascienda fronteras…como la
arepa.
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