PROPATRIA LIBRA PUGNA
ELIAS PINO ITURRIETA
EL NACIONAL
Las ideas que ahora se presentan son
tomadas de un escrito de Trajano Boccalini, autor del siglo XVII
italiano a quien importaba el tema del patriotismo y la soberanía
nacional que gastó mucha tinta en su tiempo. El filósofo argentino
Andrés Rósler lo maneja como posibilidad de entendimiento de un punto
capital para el republicanismo de nuestros días, si olvidamos sus
minucias para captar lo esencial: la patria y el ejercicio de la
libertad. Veamos si tiene sentido frente a nuestros problemas de aquí y
de hoy.
Marco Catón, encarnación del republicanismo romano, escribió el díptico pro patria pugna (pelea
por la patria), lo puso en letras de oro y lo colocó en la entrada de
su casa ubicada en el Parnaso. Pero no quedó satisfecho y quiso hacerlo
más redondo. Cambió la inscripción por pro patria libera pugna (pelea
por la patria libre) y la puso en el mismo sitio, mientras los vecinos
curioseaban. Hizo ostentación de la variación de las palabras sin pensar
que pudieran provocar reacciones públicas, o tal vez queriendo que las
provocara.
De inmediato llegó el conflicto,
porque los príncipes y los habitantes más acomodados del Parnaso
sintieron que se trataba de una provocación capaz de alterar el orden.
Se dirigieron a Zeus, porque sospechaban de las torvas intenciones de
Marco Catón. ¿El cambio de las letras no formaba parte de un proyecto
inconfesable? ¿No había gato encerrado? ¿No buscaba el hasta entonces
tranquilo vecino, desde un afán sedicioso que ocultaba, ganarse la
voluntad del pueblo para tomar el poder y gobernar como tirano? Estaba
planteando, concluían los denunciantes, “una libertad impertinente”.
Marco Catón aclaró ante Zeus que solo
quiso dar mayor vigor a las palabras, pero también afirmó que no le
preocupaban los temores de los vecinos, gente sin aprecio por el
prójimo. Sin el adjetivo libera, agregó el ciudadano, la gente
podía sentir la obligación de dar la vida por su país sin considerar el
tipo de gobierno que lo regía, como si las nociones de patria y libertad
estuviesen vinculadas en forma permanente e invariable. Pero el padre
de los dioses respondió insatisfecho: los príncipes, especialmente los
buenos, tienen el poder de mandar a sus súbditos a luchar por el stato del principe, como si pugnaran ellos por las más valiosas de sus propiedades y por sus seres queridos.
Justo por la respuesta que esperaba
de Apolo, escribe Boccalini, Marco Catón cambió el díptico y provocó la
alarma: no hay que confundir patria con país. El país es cualquier
comunidad en la que nacemos o vivimos, pero por cuya buena marcha no es
obligatorio ni provechoso luchar. Para profundizar el punto, para darle
actualidad, Rósler acude al siguiente texto de Rousseau, toma
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