TRINO MARQUEZ
Ha pasado casi un mes desde que
Nicolás Maduro anunció el “plan perfecto” para la recuperación económica, el
crecimiento y la prosperidad. El nuevo
cono monetario, que junto al programa económico iba a acabar con la
hiperinflación y pulverizar el dólar paralelo, entró en vigencia poco después.
¿Qué pasó en
este lapso? El descalabro fue aún mayor. El deterioro económico se acentuó a
ritmo de vértigo. Ni una sola empresa nueva se ha abierto. Ninguna de las
existentes ha anunciado proyectos de expansión. Ninguna transnacional
importante ha mostrado interés por invertir en Venezuela. El dólar paralelo
sigue disparado, sin obedecer las órdenes dictadas por Miraflores y las normas
establecidas en las reformas cambiarias. El Petro se mineraizó. La economía no
ha mostrado ni el más leve asomo de recuperación ni crecimiento, ni ha habido
el menor signo de prosperidad. La confianza, base de la estabilidad y el
progreso, no aparece por ningún lado. Todo lo contrario. Lo que se observa por
doquier es una enorme incertidumbre y malestar social, atados a la escasez y al
ritmo desbocado de los precios de todos los bienes y servicios.
Numerosos
pequeños comercios en Caracas y ciudades del interior han cerrado, entre otras
razones, porque sus modestos propietarios temen que los agentes del Sebin los capturen
en operativos represivos; más de trescientos productores avícolas, solo en el
estado Táchira, han quebrado porque no
pueden seguir operando a pérdida; casi una decena de establecimientos McDonald,
la cadena de comida rápida más extensa e importante del mundo, han cerrado.
Para no agobiar a mis lectores, estas pocas cifras son suficientes para mostrar
el impacto devastador que el “plan perfecto” ha ocasionado en la economía.
El
drama no se circunscribe al campo económico. Se extiende a otros escenarios. La
fuga o huida masiva de venezolanos de todas las edades y estratos sociales hacia
los países de Suramérica es incontenible. Colombia, Ecuador y Perú se han
declarado en emergencia. Los adultos mayores han salido a reclamar sus derechos
porque se sienten estafados. Los profesores universitarios se niegan a aceptar
que con el achatamiento de los sueldos, desparezcan los incentivos que fomentan
la docencia, la investigación y los ascensos dentro del escalafón, clave de la
excelencia académica. Las protestas por la falta de agua, luz, gas, efectivo y
transporte público, no cesan. El colapso económico se enlaza con la protesta
social.
El
fracaso del modelo estatista del socialismo del siglo XXI es obvio.
Inocultable. No hay manera de atenuarlo. Dado que el régimen no admite el
desbarro, invoca las excusas de siempre o apela a nuevas extravagancias. La
guerra económica sigue siendo la más socorrida. ¿Cómo puede haber “guerra
económica” en un país donde el aparato productivo privado se contrajo en casi
la mitad en menos de una década? El régimen con esos excéntricos pretextos busca
negar su infinita incompetencia en el manejo de los asuntos económicos y trata
de ocultar la corrupción, causa fundamental del descalabro generalizado.
El
gobierno ha optado por aferrarse al salvavidas que le lanzó China. En
apariencia los asiáticos le prestarán a Maduro dinero fresco para que campee el
temporal. Suponiendo que realice un uso racional del nuevo préstamo, el
gobierno dispondrá de unos recursos financieros para intervenir en el mercado
cambiario, pagar algunos intereses de la deuda externa y amortizar algo de
capital. Ese dinero no le durará mucho. Con los compromisos, el despilfarro y
la corrupción tendrán poca vida. Nadie sabe bajo cuáles condiciones se hará ese
desembolso. De lo que sí hay que estar seguros es de que las condiciones serán
leoninas para Venezuela. Otro pedazo de soberanía se perderá. Los chinos han
ido convirtiéndose en los nuevos Amos del Valle y de Venezuela. Maduro odia al
imperialismo norteamericano, pero ama a Mao; o sea, ama al imperialismo chino.
Le parece más bondadoso y solidario, cuando la verdad es que resulta el más
depredador e implacable de la actualidad.
La erosión
acelerada del país está produciéndose en medio del peor desbarajuste
de la oposición. La dirigencia carece de una visión estratégica. Se encuentra sumida
en sus propias ambigüedades. Observa la descomposición generalizada del país como
si el fenómeno ocurriese en otra galaxia. No ha sido capaz de colocarse al
frente de la hecatombe económica, con el fin de proponer una línea de
resistencia y enfrentamiento. Ni siquiera sabe cómo encarar el éxodo masivo,
crisis inducida por el madurismo.
Quienes
opinamos tendremos que seguir denunciando la acción devastadora del régimen y
exigiéndoles a nuestros dirigentes políticos que salgan del nicho donde se
metieron, en el momento en el cual la gente más los necesita activos y
organizados.
@trinomarquezc
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