miércoles, 29 de mayo de 2013

ADIOS HOJILLA

 
                Leandro Area

La guillotina habitual y consentida del extinto mandatario venezolano era “La Hojilla”,  programa televisado por VTV, aliñado a todo trapo verde oliva en horario de vampiros,  y acicalado tuertamente con un sinfín de cachivaches, fotos y otros pucheros de utilería marxista. Chávez institucionalizó el morbo que provocaba desde tal quilombo el conductor de ese programa, Mario Silva, que por un “quítame de estas pajas” se emperraba en destruir, así no más, al que se le pasara por delante. Así quién no, atorrante, resentido, guapo y apoyado, con vara alta en las vísceras de la revolución, decidía, “pim-pum-pam”, devastar a su antojo, total, sin que le quedara nada por dentro. Como si fuera el dueño de una justicia particular y paralela, tribunal popular expedito, fusilaba, injuriaba o sodomizaba en público al que le saliera del forro. Conque protegido por charreteras y demás disfraces alegóricos a su poder socialista y revolucionario, salpicaba sus carnicerías mediáticas con aplausos teledirigidos que ya les digo flor de un día. Desde esa trinchera vergonzosa, hizo y despellejó a mansalva.

Al final, se lo llevó quien lo trajo. Se lo tragó con él; “fíjate lo tanto que me amaba el Comandante”, alucina aún en Varadero. Acabó por la lengua; se despidió, si es que no lo vuelven a traer como descaro, vomitando información dizque fidedigna ya requeteresabida de antemano sobre su parentela. Después de ese deslave personal, enlutado, ya en el orfanatorio, pedaleando huérfano, cometió deslices de infortunio, casi que de amateur, de  síndrome de abstinencia de ditirambo, de soledad, de amor, y grabó, ay, lo que sería su epitafio rotundo.

Sí, se grabó y cantó lo que dijo cual lamento de náufrago bajo las estrellas implacables, y así, no basta rezar, en su desesperación, concibió un plan maestro para volver a ser lo que era y se lanzó en procura de socorro de los de arriba claro, los hermanitos Castro si no quién más, que son los que en verdad mandan. Pero ocurrió que alguien de su entorno inalámbrico y malandro, lo traicionó. “¿Amigo o enemigo? En estas sombras del poder, camarada, no aplican estos sustantivos”. Entonces la resonancia magnética del tumor chavista salió a la calle.

Ya consumado el pecado ahora comienza el lavatorio: que si esas son vainas de Silva, chismes, embustes del imperio, el Mosad, cualquier coba. Quedaron desnudos pero sin vergüenza. “¡A nosotros que nos importa!, dicen desde su cinismo. “¿Y cuándo es que sacan la segunda grabación al aire para entromparlos?” Y así actúan, porque saben que aquí nada cambia, que todo se transforma en lo mismo que fue, y se conoce que una vileza tapa otra, que un pudreval se deja lavar en un yo-no-fui, y un Aponte Aponte  se disculpa en un yo-tampoco. Mire usted no más: devaluación, escasez, fraude, lo que sea, son señoritas fugaces si les improvisamos otro novelón para olvidar lo que aún no ha terminado de ocurrir para lo refistoleros que somos. Mineros botarates reñidos al orgullo.

Leandro Area




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