“En dos o tres años veremos una explosión masiva en Rusia”
Antonio Caño
Kasparov, probablemente el mejor ajedrecista de la historia, es hoy el rostro internacionalmente más reconocible de la oposición a Vladímir Putin, lo que lo convierte también en una de las figuras menos vulnerables entre los rivales del presidente ruso. Otros, en el pasado, han acabado en la cárcel o fuera del país. En el presente, el movimiento de contestación a Putin carece de otra voz de semejante relevancia.
Antes de que los demás percibieran el ritmo de los acontecimientos en la Rusia postsoviética, Kasparov, inspirado en el ejemplo de antiguos y célebres disidentes del comunismo, alertó de que su país se precipitaba hacia la dictadura. Eso lo convirtió en un personaje detestado en el Kremlin, pero al mismo tiempo incómodo en Washington y en otras capitales en las que se busca un acomodo con el Gobierno de un país del tamaño y la historia de Rusia.
Su principal ámbito de actuación es el de los derechos humanos, sobre el que esta semana ha hecho una nueva y enérgica denuncia en el Oslo Freedom Forum, del que es uno de los fundadores. En una conversación con EL PAÍS, Kasparov insiste en el peligro que Putin representa para Rusia y el resto del mundo.
Respuesta. Las cosas van de forma desastrosa. Rusia está concluyendo el proceso de transformación de una dictadura de partido único a una dictadura de un solo hombre. Eso es una mala noticia, pero al mismo tiempo buena. Porque es una agonía, el régimen es menos flexible, tiene menos capacidad de maniobra, está entrando en su fase final, que creo que no durará mucho. Creo que en los próximos dos o tres años veremos una explosión masiva, pero a un costo muy alto para el país, porque Putin no se va a ir porque sea impopular o porque pierda elecciones. Putin conservará el poder hasta el amargo final, y Rusia ha pasado la fase en la que puede haber una transición pacífica del poder.Pregunta. ¿Qué ha cambiado en esta segunda presidencia de Putin? ¿Cómo van las cosas?
P. ¿Cuál es el plan de Putin?
P. Pero en Rusia existe una Constitución, unas leyes.R. Estar en el poder todo el tiempo que se le permita estar.
R. Sí, pero todo está condicionado y puede ser cambiado de acuerdo a su voluntad de permanecer en el poder. Su Gobierno ya es ilegítimo, porque ya está en su cuarto mandato de hecho [cuenta los cuatro años de presidencia de Dmitri Medvédev], aunque técnicamente sea el tercero, y ha demostrado que la Constitución para él es un pedazo de papel que puede utilizar a su antojo.
P. ¿Cuál es entonces la manera de frenar a Putin?
R. Rusia, el pueblo ruso, perdió una gran oportunidad en los noventa de cambiar de verdad las cosas. En cuanto al régimen de Putin, es muy difícil porque Putin ha tenido mucha suerte y la gente mayor en Rusia lo ve como una mejora respecto a los tumultuosos y peligrosos años noventa.
P. ¿Qué quedó de lo que se llamó la primavera rusa, las protestas de hace dos años?
P. ¿Esa es su estrategia contra Putin, protestas callejeras?R. Tuvo algunos resultados, entre otras cosas porque demostró que al régimen no le importa nada la opinión de los ciudadanos y demostró la naturaleza ilegítima del Gobierno de Putin. No se puede decir que la gente que protestó ha desaparecido. Esa gente sigue ahí. Hasta diciembre de 2011 no encontrabas más de 4.000 personas en las protestas, hoy se reúne un mínimo de 25.000. Y, en los momentos álgidos, hemos visto más de 150.000 personas en la calle. No es suficiente, pero la protesta está ahí, y el objetivo es conseguir manifestaciones realmente masivas en las calles.
R. Solo las protestas conseguirán derribar el régimen. Putin no va a entregar el poder mediante un pacífico proceso constitucional.
P. Y, personalmente, ¿qué papel juega usted en el proceso de derrocamiento de Putin y después?
R. Yo no creo que este sea el momento de que nadie haga planes personales. Yo hago lo que puedo para derribar el régimen. Una vez que mi país sea libre, yo puedo considerar diferentes opciones. Pero yo ya he tenido suficiente gloria en mi vida, así es que no tengo grandes expectativas personalmente. Lo importante para Rusia y, por cierto, para el mundo, es derribar a Putin, porque mientras esté ahí influye en otros países, incluido el suyo.
R. Todos los dictadores sobre la faz de la Tierra tienen lazos estrechos, sean Putin, el Gobierno chavista, Irán, Corea del Norte, Siria… Tienen contactos. Hacen negocios juntos, pero, más importante que eso, se apoyan los unos a los otros porque no quieren cambios y tienen miedo del efecto dominó. Temen que si uno cae, caigan todos los demás.P. ¿Qué pretende Putin en Venezuela y en América Latina?
P. ¿Cree que Putin trata de reconstruir el imperio soviético?
R. No, no es eso. No es ideológico, es una cuestión de mafia. Todo está basado en el dinero y en el poder, no en la ideología.
P. ¿Su relación con el Gobierno de Venezuela es una cuestión de dinero?
R. Venezuela tiene dinero. Yo creo que más bien se están protegiendo el uno al otro. Porque si Putin cae, el Gobierno chavista perdería un aliado fundamental en el exterior. Y, si el Gobierno chavista cae, muy probablemente todos los demás Gobiernos de América Latina que le siguen harían frente, seguramente, a grandes problemas.
P. ¿Qué posición va a mantener Putin en la crisis de Siria?
R. Va a apoyar a (Bachar el) Asad hasta el final, porque teme que, si cae El Asad, muchos rusos van a interpretar que también Putin puede caer. Esta es la gran hermandad de dictadores, que se protegen hasta el final.
P. Las negociaciones actuales con Estados Unidos sobre Siria, ¿son entonces una mera mascarada?
R. Bueno, Estados Unidos es un superpoder y Putin tiene que calmar la ansiedad de la burocracia rusa que puede preocuparse de que sus intereses no estén bien defendidos en Estados Unidos y Europa. Putin trata de negociar con Estados Unidos para contener los efectos del caso Magnistky [el abogado ruso cuya muerte en prisión provocó, como represalia, una ley de sanciones de Estados Unidos contra funcionarios rusos]. Ese es su único objetivo. No comparten los mismos intereses. A la hora de la verdad, Putin no va a ofrecer ninguna solución viable en Oriente Próximo, porque sus intereses son completamente distintos. Nosotros queremos que los precios del petróleo bajen para aliviar la economía mundial; él quiere que suban, para que él, y los chavistas y los mulás se mantengan en el poder.
P. ¿Le parece equivocada entonces la política de diálogo de la Administración de Barack Obama?
R. No sé. Creo que se trata de un viejo problema. Hace 75 años, el mundo trataba de apaciguar a Hitler, y hoy se intenta la misma política de apaciguamiento con Putin. No podemos negociar con dictadores; no funcionó hace 75 años y no va a funcionar ahora.
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