SER FUERTES PARA DIALOGAR
Demetrio Boersner
Venezuela vive la peor crisis de toda
su historia. Durante catorce años de
gobierno mesiánico, el pueblo llano ha recibido beneficios de índole dadivosa,
no estructural, mientras se sub-desarrolló al país y se le retrotrajo a una
etapa pre-industrial y dependiente de potencias foráneas. La democracia política ha sido reemplazada
por una autocracia cada vez más despótica.
La libertad pluralista es negada por un creciente totalitarismo ideológico
y policial. Gran parte de la riqueza nacional
ha sido regalada a gobiernos satélites pedigüeños. La muerte
del caudillo mesiánico ha colocado a su sucesor designado ante el dilema de
continuar la “revolución” en medio de una realidad de colapso económico, social
y político, sellado por un enorme revés electoral. Ante ello, Maduro hubiera podido salvarse
por una admisión de su debilidad y la oferta de un amplio diálogo nacional, así
como por el reconocimiento de que, si se quiere salvar al proyecto socialista,
éste (al igual que el de Rusia en 1921) requiere una “Nueva Política Económica
(NEP)” que sea de carácter mixto con
sólidas garantías para un sector privado criollo y extranjero. En lugar de ello, sucumbió a los dictados radicales
de la dirigencia cubana (que en la isla realiza su propia “NEP” pero insiste en
que en lo político se conserve la dictadura de un solo partido) y las presiones
de nuestros propios extremistas burocratizados.
Sin embargo, no se debe desconocer que da algunos pasos en la dirección
sensata: conversa con empresarios, habla de empresas mixtas, muestra el anhelo
de normalización diplomática con Estados Unidos, y matiza el lenguaje ante la
prensa europea.
El actual enfrentamiento venezolano es
tan duro, y las respectivas posiciones tan inflexibles, que ni el gobierno ni
la oposición podrían dar marcha atrás unilateralmente sin perder prestigio y
credibilidad. Sin embargo, aunque mantengan
movilizadas sus respectivas fuerzas ofensivas y disuasivas, nada impide que, en
forma discreta, se inicien esfuerzos de
acercamiento y diálogo con la ayuda de algún buen-oficiante o mediador
aceptable para ambos. Contrariamente a
lo que algunos demócratas temen, la búsqueda de un diálogo para la
reconciliación nacional no requiere la adopción de ninguna posición blanda o de
“comeflor” sino, al contrario, mucho realismo, firmeza y cabeza fría para la
negociación. Ante todo hay que mantener
intactos los factores de presión política de que uno disponga: la experiencia
de la Guerra Fría demostró que la paz requiere la “contención” del
adversario. Pero no debemos dudar de
que, a mediano plazo, más allá del espíritu combativo requerido en lo
inmediato, el diálogo y el esfuerzo de reconciliación serán indispensables para
salvar al país de posibles conflictos violentos y nuevas servidumbres.
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