Miguel Angel Santos
EL UNIVERSAL
Hace un par de días Nelson Merentes convocó una nueva rueda de prensa para explicar qué está haciendo el Gobierno para remediar la situación de escasez e inflación. No le falta buena intención, pero se necesita mucho más que eso. Ya en su día Rafael Caldera anunció la creación de una comisión tripartita gobierno-empresarios-trabajadores (en esta ocasión estos últimos han quedado por fuera) para hacer un pacto antiinflacionario que equivalía a unirse para evitar que se cayeran los mangos. Con el Gobierno imprimiendo dinero a mansalva, la comisión se terminó ahogando en liquidez y la inflación superó durante tres años consecutivos el 60%. ¿Va acaso a dejar de imprimir dinero el Gobierno para financiar los 18% del PIB de déficit con que cerró el año pasado?
Merentes comparece para reconocer que hay que introducir algunos correctivos, "porque la economía no es una cosa que uno suma y ya, que se puede predecir; no, hay variables que aparecen y no se pueden controlar". Y resulta curioso, porque todas las variables de esas que nos afectan y "aparecen y no se pueden controlar" han venido jugando consistentemente en favor del Gobierno. Los precios del petróleo se mantienen por encima de cien dólares el barril, con lo que las exportaciones por habitante en términos reales están cerca del máximo histórico. No, aquí no se trata de la suerte, o de un proceso estocástico de esos que tanto le gusta modelar al ministro en sus ratos libres. Todo lo contrario, mientras las variables externas nos favorecían, en la medida en que la suerte le continuaba sonriendo y persiguiendo a Venezuela, en esa misma medida el Gobierno se empeñó en huirle, en que no nos alcanzara, implementando un conjunto de políticas que descuartizaron nuestra economía.
Nuestra dependencia de las importaciones alcanzó cifra récord. El Gobierno ha venido empujando el socialismo (expropiaciones, legislación laboral que favorece el ausentismo y la baja productividad, controles de precios, cambios e interés) y se ha evitado sus conocidos efectos en términos de producción y consumo a través de importaciones masivas. Pero el petróleo no da para tanto. Por esa razón, en estos últimos seis años de bonanza petrolera nuestra deuda externa se ha multiplicado por cuatro. No se trata tanto de que el flujo de petróleo sea bajo, como de que queremos hacer demasiado con él. Ahora bien, la factura petrolera no va a subir. Los analistas pronostican precios estables y nuestra producción viene mermando de a poco. Ya el año pasado, si uno resta de las exportaciones petroleras efectivamente cobradas las importaciones públicas (también en nivel récord), las privadas y el servicio de la deuda, ya no daba para más. Es decir, si le van a ofrecer asiento a alguien, hará falta que levanten a otro más. Y eso es lo que no aparece. Maduro tiene una necesidad todavía mayor que la de Chávez de mantener la petro-diplomacia. En ese esquema: ¿Quién va a dejar de recibir divisas para que el sector privado reciba más? ¿Qué va a cambiar de aquí en adelante? Porque 21% de escasez, 4,3% de inflación sólo en abril y 38% de inflación de alimentos en doce meses, no se resuelven con una lija y un poco de mastique. Se trata de una verdadera tronera.
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