viernes, 3 de mayo de 2013


Maduro dará el golpe de estado que Chávez no pudo dar

      Jorge Yarce 
El Tiempo
Venezuela huele a golpe de Estado. Nada extraño sería que los atropellos a la democracia que inició Chávez en 1992 con su fallido intento de golpe de estado, lo realice ahora el "hijo" predilecto, sin necesidad de hablarle a través del pajarito de marras. Basta ver y oír en sus discursos por  televisión sus amenazas, gritos, insultos y pérdida irracional del control, para darse cuenta de estar frente a una "bestia política" de marca mayor.  Y, sobre todo, lo que hay detrás de todo eso: las actitudes dictatoriales y los abusos de poder de Chávez durante catorce años y los del sucesor elegido en dudosas y aparentemente fraudulentas elecciones, rematados con la violencia ejercida en días pasados sobre los diputados de la oposición, unida a la evidente negación a sus derechos parlamentarios
Es propio de los partidos como el socialista bolivariano que, ante las dificultades para esconder sus violaciones a la democracia, pierdan la paciencia y en determinado momento se cansen de las falsas apariencias y pasen en directo a oficializar el control absoluto del estado dando "formalmente" el golpe de estado que se inició con la unificación de los poderes en torno al partido. En Venezuela, conviene repetirlo,  el chavismo, el congreso, el gobierno, el poder judicial y el poder militar son un solo ente. Lo mismo que en Cuba o  que en la antigua URSS. Allí los disidentes son enemigos del pueblo y deben terminar en la cárcel o en el cementerio. Lo mejor con la oposición es acabar con ella y silenciar a los medios de tal forma que queden sólo los alineados con el gobernante. Lo profetizó Maduro: "ellos jamás volverán al poder".
En Venezuela el chavismo es política, revolución y la nueva religión por la que hay que dar la vida. Y como de él dependen las instituciones, el día que éstas, sobre todo el Congreso, sea incómodo para el gobernante, simplemente se cierra o se mantiene el sainete burdo para parapetarse detrás de una democracia que no existe. El teniente Diosdado Cabellos, como Maduro, lleva eso en las venas y para ellos hay que mantener el legado de Chávez a sangre y fuego. Mientras tanto la boca habla de "respeto al la democracia" y a la "voluntad del pueblo". Cada vez que hay un problema Maduro esgrime la edición minúscula de tapas azules de la constitución venezolana para decir a gritos que todo se hace de acuerdo con ella.
Lo más vergonzoso es que los presidentes latinoamericanos permanecen callados frente a todos esos atentados a la democracia en el vecino país. No por convicción sino por compromisos monetarios o ideológicos. Da pena ver a Brasil acobardado y con temor de perder los millones de dólares del negocio petrolero. Da pena ver a Colombia arrodillada ante el cómplice del mayor enemigo de su democracia. Perú no dice esta boca es mía porque Humala guarda en silencio su admiración por el chavismo. Correa, Evo y la Kirchner, lo mismo que Ortega tienen las manos untadas de petróleo venezolano. De los organismos regionales ni decir nada: la "insulsa" OEA hace honor al nombre de su secretario general; pocas veces había bajado tanto su autoridad y su ausencia de liderazgo. De Unasur no se puede hablar porque eso es meterse en la casa de Chávez mismo y profanar su nombre. Ahí se hace lo que diga Maduro. Y su amiga la canciller Holguín le comunica las órdenes al presidente colombiano. A los otros no necesita dárselas
Estamos pues ad portas de un inminente golpe de estado, del cual nadie se extrañará.

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