Pedro Palma
El Nacional
La economía venezolana se encuentra en una situación crítica debido a la concurrencia de varios desequilibrios que la aquejan y que hay que corregir, tarea nada fácil y compleja que hay que acometer, pues su postergación agravaría los problemas, con consecuencias cada vez más negativas. Ello exige la implementación de una serie de medidas que se reflejarán sobre variables clave, como la inflación, la producción, el empleo y la calidad de vida, particularmente en el corto plazo. Esos desequilibrios están presentes en las finanzas públicas, en el área cambiaria, en los mercados monetario y financiero, en las actividades productivas y de distribución, y crean severos problemas de desabastecimiento, en la industria petrolera, y en la economía real, esto último debido a las limitaciones del aparato productivo interno para satisfacer la demanda, lo cual aumenta la dependencia de las importaciones.
Por razones de espacio, sólo me referiré a los dos primeros de esos problemas. El desequilibrio de las finanzas públicas se ha producido por el manejo irresponsable de los recursos del Estado durante mucho tiempo, particularmente en los últimos años, en los que el Gobierno ha gastado en forma disparatada, ignorando las reglas fundamentales de prudencia y control que se deben observar en esta materia. Eso ha generado grandes déficits debido a que los gastos exceden los ingresos ordinarios en cantidades crecientes, al punto de que las necesidades de financiamiento del sector público en su conjunto en 2012 se calculan conservadoramente en un monto equivalente a 15% del PIB. Ello ha hecho que el endeudamiento, tanto externo como interno, haya crecido intensamente, con el agravante de que el BCV se ha transformado en el principal financiador local de las empresas públicas. De hecho, el año pasado Pdvsa acudió al instituto emisor en busca de un masivo financiamiento, a pesar de estar vendiendo el petróleo al mayor precio histórico. Entre los correctivos al desequilibrio fiscal están la racionalidad del gasto público, el posible incremento de impuestos como el IVA, la implantación de nuevos tributos como el que pecha los débitos bancarios, el aumento de las tarifas de los servicios públicos, la revisión de los precios de bienes públicos como la gasolina, la racionalidad del endeudamiento, así como el ajuste periódico del tipo de cambio oficial, lo cual, además de generar ingresos para el fisco, corrige la sobrevaluación de la moneda.
El desequilibrio cambiario que hoy se vive, y que se manifiesta por la escasez de divisas, por la sobrevaluación y por el precio dislocado del dólar en el mercado paralelo, lleva a la necesidad de tomar una serie de acciones dentro del esquema de control de cambios que el Gobierno insiste en mantener. Entre éstas están los ajustes periódicos del tipo de cambio oficial con el fin de corregir la elevada sobrevaluación, que aún persiste después de la última devaluación a 6,30 bolívares por dólar, destrabar el suministro de divisas preferenciales, legalizar el mercado paralelo y actuar sobre él con el fin de cerrar la enorme brecha entre los tipos de cambio oficial y libre, para lo cual es necesario restringir la liquidez que se pueda canalizar hacia ese mercado para la adquisición de dólares. Todo lo anterior, obviamente, exige que el BCV disponga de una mayor cantidad de divisas para ofertar, para lo cual se necesita aumentar el flujo de moneda extranjera hacia el país y cambiar la asignación de divisas, al reducir las asistencias financieras a otras economías y minimizar la canalización de recursos hacia fondos como el Fonden.
Muchas de las medidas correctivas de los desequilibrios existentes tendrán repercusiones inflacionarias y recesivas, las cuales serán difíciles de evitar. Al igual que una persona que enferma de gravedad, una economía que adolece de los desequilibrios descritos tiene que someterse a terapias molestas, pero necesarias.
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