viernes, 31 de mayo de 2013

EL CIUDADANO


   Jean Maninat

Cuando se escriba la historia de los años de resistencia democrática contra el empeño autoritario y contra la voluntad expresa de reducir los ámbitos de comunicación independientes, Globovisión será sin duda reseñada como un espacio de la lucha por la libertad de expresión en el país.
No es el único ejemplo de coraje, los hay muchos y variados tanto en los medios impresos, como en los audiovisuales o en la radio. ¿Cuántas emisoras de radio en el interior sufren el acoso cotidiano de los gobernadores oficialistas?  Los programas de Laure Nicotra en Barinas y de Damián Prat en Bolívar fueron sacados del aire por la presión oficial. Marta Colomina perdió su programa, pero sigue batallando. El recurso a la intimidación es permanente: Nelson Bocaranda Sardi y Rayma siguen amenazados por un jerarca del régimen. Y ya hace seis años que Radio Caracas fue borrada del espacio por orden del difunto presidente.
Nuestros comunicadores sociales se ven obligados a trabajar en un clima espeso, opresivo, respiran un aire viciado sin más máscara de protección que su propia voluntad de no resignarse.  Esta historia también será contada.
La venta de Globovisión por parte de sus dueños originales y el anuncio de modificación de la línea editorial hecha por los nuevos propietarios, ha tenido su primer daño colateral en el despido del periodista Kiko Bautista, y ha generado una discusión acerca de cuáles son los contornos y límites de la resistencia democrática en el país.
No es un hecho ajeno a la política. En el 2005 la dirigencia opositora prefirió dejarse llevar por un supuesto “sentimiento” abstencionista y cometió el disparate histórico de entregarle el espacio de lucha que es la Asamblea Nacional al oficialismo. Todavía estamos pagando las consecuencias de tamaña ausencia de visión política y vigor para liderar.
Antonio Gramsci, uno de los más refinados pensadores políticos italianos de la primera mitad del siglo XX  lo expresó muy bien en sus escritos: la lucha por el poder pasaba por obtener la hegemonía cultural de la sociedad y esto suponía ocupar progresivamente las casamatas de la sociedad civil. La lucha política es por ocupar posiciones y no dejarlas perder y menos aun entregarlas envueltas en papel celofán y con un lazo rojo rojito, hablando en términos más contemporáneos.
El régimen lo tiene claro y ha venido sofocando progresivamente los espacios que tenía la oposición y tratando de desalojarla de los nuevos que ha obtenido. Es en este ámbito, y por supuesto en el electoral, donde se definirá la contienda por la recuperación democrática del país.
Los medios de comunicación social han sido y seguirán siendo un objetivo principal de dominación del grupito que está enchufado al aparato estatal. Pero allí está su debilidad. Ni el más férreo control de los medios de comunicación logró detener la Primavera Árabe. Parte de la renovación que se anuncia en Venezuela, se emitirá por la red de emisoras comunales que se crearon con la pretensión de que actuaran como correas de trasmisión del régimen, pero que hoy registran día a día la ineficiencia indolente del gobierno.
Por años, en las tardes, Leopoldo Castillo ha abierto las puertas y micrófonos de Aló Ciudadano para que el país opositor  y sus dirigentes pudiesen expresarse en voz alta y sin cortapisas. Ha sido un esfuerzo valiente y digno que en mucho contribuyó a construir la fuerza democrática creíble y triunfadora que es la oposición hoy día. Ahora le toca lidiar con una nueva realidad para tratar de proteger lo que se pueda proteger en Globovisión. No es tarea fácil. Algunos le han pedido de buena voluntad que salte del barco de primero y se salve, los canallas de siempre han intentado encanallarlo. Él ha escogido la tarea más difícil y está corriendo el riesgo de llevarla a cabo. Tiene todo nuestro respeto.
Los que se fueron y los que se quedan son parte del mismo esfuerzo  democrático que tanto ha logrado. Por eso, ambos merecen toda nuestra solidaridad.
@jeanmaninat

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