viernes, 10 de mayo de 2013


Jaime es como tú (¡y Chávez más!)

MIGUEL ÁNGEL SANTOS |

EL UNIVERSAL


Miguel Angael Santos

El Universal

Una de esas mañana nítidas de esta semana, mientras bajaba por plaza Altamira en dirección a la librería Lugar Común, me encontré con dos señoras un tanto confusas a la salida del Metro. Yo había reparado en ellas bastante antes de que ellas lo hicieran en mí: Venían subiendo las escaleras de la estación con el ceño fruncido y la nariz levantada, signo inequívoco de extravío. "Señor, por favor, ¿usted sabrá dónde queda el supermercado El Patio?". Para los que no sean de por aquí, El Patio está a unos cuantos kilómetros de la estación, caminando en pendiente leve pero ascendente en dirección noreste. Tras darle las indicaciones del caso y advertirles las distancias, una de ellas me agarró del brazo y ya más en confianza preguntó: "Ay, ¿será que Ud. sabe si ahí hay harina? Nos dijeron ayer que ahí había, pero para no echarnos el viaje... ".

Es apenas un episodio particular que escenifica la difícil situación del país. Como éste hay muchos otros, pequeñas anécdotas que nos ayudan a comprender mejor las realidades macroeconómicas, casi siempre frías y desprovistas de contenido emocional. También abundan las embarazadas que van atesorando durante los nueve meses de gestación paquetes de pañales y leche y las que utilizan el cupo de Cadivi para importar toallas sanitarias. ¿Cómo hemos podido llegar a esta situación?

El presidente Chávez ha escenificado, él también, su salida, su gran final. Dejó el pellejo, el de él y el de las finanzas de la República, en su última gran cruzada electoral. A sus sucesores, les toca lidiar con un déficit (fiscal y de divisas) fenomenal. La situación que Pérez II heredó de Jaime Lusinchi luciría muy favorable en contraste con el legado de Chávez. El déficit fiscal de 1988 era de 9% del PIB; hoy en día es de 18%. El sistema de cambio múltiple de aquél entonces tenía una prima de 100% entre paralelo y oficial, mientras que hoy en día esa cifra supera el 300%. El respaldo en reservas internacionales de los bolívares en circulación a la tasa oficial era de 70%; hoy no llega a 22%. Aquellas reservas representaban siete meses de importaciones, hoy no llegan a cinco.

No se trata tanto de que no tengamos divisas, o de que tengamos menos de antes. Se trata de que nunca antes el país dependió en esta medida de las importaciones. Hemos ido ahogando poco a poco la producción nacional, la consecuencia previsible del socialismo, pero nos hemos querido ahorrar el costo político a punta de importaciones baratas para apuntalar consumo. Ese es el verdadero socialismo del siglo XXI. Esa receta nos ha llevado al fondo. A partir de aquí, ya no se trata de martillar aquí y acomodar allá, de parapetear o inclusive pasar agachado. No alcanzan las reuniones y los sucesivos blufs de Merentes con la empresa privada. La súplica de utilizar nuevos dólares ya no para cubrir la vieja deuda de Cadivi con nuestros importadores (ya no se puede hablar de productores) sino para traer "cosas nuevas" no tiene probabilidad de éxito. Ya sólo resta ver si el instinto de supervivencia, la necesidad que no la convicción, los obliga a volverse más prácticos y dar un giro radical. De lo contrario, será el instinto de supervivencia nuestro el que dé al traste con este vuelo raso. 


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