Elsa Cardozo
Fue sin duda un recurso de la retórica, de los que a veces se utilizan para aderezar los mensajes, pero que también los diluyen. Me refiero a las palabras del secretario de Estado, John Kerry ante la OEA, el pasado 18 de noviembre, con las que arrancó aplausos a los asistentes tras afirmar que “la era de la doctrina Monroe ha terminado”. Tras los aplausos, regresaron enseguida el silencio y la atención a su descripción del continente americano como ejemplo de fortaleza en la diversidad, de políticas de inclusión, de la justicia que rechaza la impunidad y de cómo los derechos de los ciudadanos deben ser protegidos contra los abusos de los gobiernos. El silencio se hizo sepulcral ante la referencia expresa a la preocupación de su gobierno por el debilitamiento de las instituciones democráticas, “como hemos visto en Venezuela”, para enseguida referirse a la reafirmación de la independencia y el mandato de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y el apoyo al sistema de observación electoral de la OEA con sus posibilidades para ayudar a garantizar elecciones transparentes, inclusivas, pacíficas y justas.
Ante la referencia histórica y el anuncio del abandono de la doctrina Monroe, invitación para el aplauso a destiempo, son oportunos algunos comentarios.
Sobre la historia, pocas veces se recuerda que la doctrina cuya formulación presidencial ante el Congreso de Estados Unidos cumple mañana 190 años, fue bien recibida por los países latinoamericanos en su momento e invocada más de una vez, infructuosamente, con miras a lograr asistencia y construir alianzas. En nuestro patio, entrando en el siglo XX, Cipriano Castro apostó por contar con su protección y rápidamente la invocó, mientras proclamaba lo de “la planta insolente del extranjero”.
La retórica del secretario de Estado fue un recurso de contraste para recalcar lo que está tan a la vista hace tiempo: que Estados Unidos no es ya la potencia injerencista de los años del corolario Roosevelt ni se mueve por los imperativos hemisféricos de seguridad de la Guerra Fría. Es cuestión de circunstancias, prioridades y recursos. Como para arriarle la bandera los afanados antiimperialistas.
Pero, por otra parte, recordar aquellos años como si estuviesen a la vuelta de la esquina, como si tuviera asidero la idea del “eje monroísta” que desde Caracas descalificaba a los países con disposición a suscribir acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, es un ambiguo punto de partida para lo que creo esencial en el mensaje del secretario Kerry, renovación de lo ya dicho por el presidente Barack Obama en Puerto España, Chile y Cartagena. Y lo esencial es la invitación a recuperar el esfuerzo multilateral a partir de relaciones entre iguales y preocupaciones compartidas.
Lo malo es que cuando se ponen sobre la mesa las preocupaciones por la promoción y protección colectiva del momento electoral, el desempeño democrático de los gobiernos y su garantía efectiva de los derechos humanos, los asistentes guardan las manos en los bolsillos, miran al techo, sacan la hoja de cálculo y cambian de tema.
Así llegamos al aquí y ahora, en que el gobierno tanto maltrata y daña a los venezolanos. Pues ¡a dejar constancia! y, enseguida, a lo nuestro, que son muchas cosas. Entre ellas, no dejar de ir a votar el domingo que viene. Y, de acuerdo, votar no es suficiente, así que a votar y a no desentenderse.
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