¿Por qué falla la salida electoral?
ROBERTO GIUSTI
EL UNIVERSAL
Si bien el objetivo de la Unidad Democrática (convertir en plebiscito las elecciones municipales) quedó fuera de su alcance porque los resultados no fueron lo contundentes que se esperaba (así lo indicaban las encuestas al principio de la campaña electoral), la cosecha electoral del domingo permite pensar que tampoco el chavismo podrá avanzar, sin contratiempos, en su proyecto de dominación. Ha sido, entonces, una suerte de empate que, según y como se miren los números, favorece a una u otra de las dos tendencias en liza, pero siempre por un margen tan escaso que la situación existente antes del 8D sigue siendo la misma.
Así las cosas, uno podría pensar que el método electoral para resolver los conflictos de poder ha fallado una vez más y no por una incapacidad intrínseca para cumplir su cometido, sino porque no basta con celebrar las elecciones para asegurar la desaparición de las tensiones sociales y políticas. Abundan casos similares en otros países donde se producen resultados ajustados que obligan a la búsqueda de acuerdos. Estos últimos se traducen en pactos legislativos, coaliciones de gobierno o libre ejercicio del juego democrático entre unas partes que ceden y conceden posiciones, se reconocen y respetan, en medio de unas diferencias que no ponen en peligro la gobernabilidad de quien detenta el poder.
Pero en Venezuela el acuerdo está negado de plano porque una de las dos partes no pretende convivir con la otra, sino liquidarlo políticamente y en el mientras tanto utiliza todos los recursos a su alcance para lograr su objetivo. De manera que la única forma de que el método electoral funcione es con victorias tan contundentes, que se haga innecesario el acuerdo porque la parte perdedora carece del suficiente apoyo popular. Y esa parecía ser la norma con las victorias, a veces aplastantes de Hugo Chávez, sobre las cuales intentó radicalizar el proceso (cierre de RCTV, estatización de la Cantv) a veces con resultados negativos (derrota del 2D en el 2007) que le obligaban a ensayar retrocesos tácticos a la espera de nuevas elecciones sobre cuyos resultados, intentaba, una vez más, incrementar la calidad y cantidad de poder acumulado. Pero con Maduro no hay triunfos clamorosos sino victorias dudosas y estrechas que auguran, en medio de una crisis económica sin precedentes, consecuencias catastróficas si intentara (y pareciera que eso es lo que se propone) actuar como si hubiera ganado por un millón y medio de votos de diferencia. Si lo hace se perdería el precario equilibrio que ha mantenido al país sumido en una desgastante y estéril lucha porque las crisis no son eternas. Tarde o temprano se resuelven, bien por la vía de la fuerza, bien por la del entendimiento.
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