domingo, 2 de marzo de 2014

La antidiplomacia argentina hacia Venezuela


 Editorial: Clarín , Febrero 20, 2014


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Es posible estar a favor o en contra del chavismo. Creer que es una versión renovada del viejo ideario antiimperialista o que el autodenominado socialismo siglo XXI no es más que un autoritarismo populista, vacío y anacrónico. Pero otra cosa es ponerse del lado de los comandos civiles y grupos paramilitares que asesinan a manifestantes en Venezuela.
En este brete está el gobierno argentino y por decisión propia. Omite olímpicamente la represión y mira lo que pasa allá con las mismas anteojeras que usa aquí, como una lucha entre grupos desestabilizadores y el Gobierno.
“Lo vemos como un ataque a nosotros mismos porque no quieren que sigamos viviendo en democracia”, ha llegado a decir Timerman. El canciller tiene una facilidad envidiable para encontrar justificaciones ideológicas a cualquier cosa.
Pero no todo es culpa de Timerman. Al final, él sólo hace lo que le manda  hacer Cristina, y así la Argentina ha quedado alineada otra vez con Cuba, Nicaragua, Ecuador y Bolivia. A este eje marginal de naciones se sumó el dictador sirio Bashar Al Assad, que de represión y muerte conoce como pocos.
En cambio, Uruguay trazó una raya:se solidarizó pero “con las instituciones y con el pueblo venezolano visto en su conjunto ”. Por boca del canciller, Brasil dijo que “sigue con mucha atención” la crisis y confía en que “haya una convergencia” dentro del más estricto “respeto a las instituciones democráticas”. Una forma clásica y diplomática de tomar distancia.
Humala, de Perú, se anduvo con menos vueltas. Le pidió a Maduro “realizar el  máximo esfuerzo para que el respeto a los derechos de todas las personas,  cualquiera sea su posición política, prevalezca”. Y Santos, desde Colombia,  llamó al diálogo. Todos ellos ven las dos partes que hay en el conflicto. Argentina, no.
Cuesta encontrar en la actitud del gobierno kirchnerista cuánto hay de ideología y cuánto de discurso para la militancia. Y cuesta encontrarlo porque al mismo tiempo que usa chapa de revolucionario y junto a Venezuela demoniza a los Estados Unidos, le toca el timbre a Washington en la pelea con los fondos buitre, se acerca al FMI y sacó una ley antiterrorista a la medida de  las aspiraciones de la embajada norteamericana.
En realidad, el Gobierno no tiene política exterior o mejor sería decir que desprecia la política exterior. Anda a los tumbos con demasiados países,  incluyendo nada más y nada menos que a los vecinos. Le va bien la diplomacia de los gritos, que es una antidiplomacia.
Los gritos son para el aplauso de la tribuna propia. Y en esa ensalada un ultraoficialista como D’Elía puede pedir que fusilen a un líder opositor y el Gobierno no decir nada.


Se puede apoyar o repudiar al chavismo pero la crisis de Venezuela no es una reedición de la conspiración norteamericana contra Allende. Allí hay un fuerte reclamo y un régimen intolerante que mata.

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