Indigna la fuga emprendida por Venezuela para escapar de la Carta Democrática Interamericana –un acuerdo que la obliga– y de las instancias de la OEA encargadas de aplicarla. Su Canciller visita los países que conforman la mayoría de Unasur para que reasuman el rol encubridor que protegió a Maduro en Lima cuando fue fraudulentamente elegido.
Los gobiernos dignos no deben permitir que los empujen al mismo matadero antidemocrático que avaló esa farsa. Sudamérica es responsable de la implantación del modelo chavista que burla la democracia y actúa como si el Estado de Derecho fuera un adorno prescindible. El voto amañado y frecuente convertido en trampolín para entronizar “democracias dictatoriales” mediante asambleas que cambian constituciones, abriendo la puerta a la reelección indefinida y al ocaso de la libertad y de la ley. Una ignominiosa corruptela que la región convalida con indolencia.
Dueños de la mayoría, ALBA y Mercosur pretenderán imponer la convocatoria a los cancilleres de Unasur. Y utilizarán las cobardías que facilita el sistema del consenso para imponer también la decisión de avocar competencia en el caso de Venezuela y blindar a Maduro, inventando soluciones a la medida de sus necesidades. Así ganarán la mano y bloquearán a la OEA, aduciendo que es un instrumento del imperialismo para violar el principio de no intervención.
El Perú no puede prestarse a ese juego. La forma limpia de evitarlo –y de ser consecuentes con la política anunciada por el nuevo Premier en La Hora N– es tener el valor de no aceptar la convocatoria de Unasur, porque favorecemos que la OEA defienda el derecho a la democracia, garantizando la aplicación de las normas y mecanismos establecidos en la Carta Democrática Interamericana aprobada en Lima. No hay lugar para medias tintas.
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