Los otros mismos: el ajuste por venir
MIGUEL ÁNGEL SANTOS | EL UNIVERSAL
Desde hace algún tiempo se viene hablando de la implementación de un conjunto de políticas que corregirían los efectos de los inagotables excesos de la revolución en nuestra economía. Esta es un área que no escapa a la manipulación del lenguaje, al uso y abuso de las palabras hasta desposeerlas de todo significado que ha sido característico de la revolución. Algo similar a lo que advertía Hübert Fichte: tras décadas de ultraje y verborrea nazi, los escritores alemanes se encontraron con una lengua inservible. De la misma forma en que soberanía, democrática, constitucional, popular o fascista ya no significan nada, así también expresiones como neoliberalismo, unificación cambiaria, ajuste y reforma estructural han sido usadas y abusadas hasta quedar exangües. Por esa razón, quise hacer un alto y aclarar, más allá de la terminología económica, lo que yo creo que está por venir.
Es evidente que existe una dificultad dentro de la revolución para ponerse de acuerdo en relación con qué se va a hacer y cómo se va a hacer. El ajuste que muchos esperaban ha venido posponiéndose de pretexto en pretexto: a la muerte de Chávez no se hizo, porque debían garantizar la victoria de Maduro; tras las elecciones de abril de 2013 no se hizo, porque de alguna forma prodigiosa las municipales se volvieron trascendentales; tras las municipales no se hizo... vaya usted a saber. Ya ha pasado la mitad del 2014, el único año sin elecciones en el horizonte, y hasta aquí ha pasado muy poco. El gobierno mantiene el tipo de cambio múltiple, lo que merma el efecto fiscal de la devaluación. Por esa razón sigue necesitando imprimir dinero: al 20 de junio el crecimiento anual de la liquidez era de 73% y no había signos de desaceleración. La última cantidad de monedas y billetes publicada por el BCV fue el 24 de mayo: 85% mayor que un año atrás. De haber alguna buena noticia en este frente, habría que elaborar mucho para explicar por qué lleva un mes de retraso su divulgación (lo mismo cuenta para los supuestos fondos de gobierno en el exterior).
La salida de Giordani contiene diferentes tipos de información. Por un lado, el exministro fue el que más se opuso a la introducción de algún mecanismo de mercado en la compra y venta de dólares. Su remoción podría ser la antesala de un nuevo régimen: se viene algo con lo que él no estaba de acuerdo. Por otro lado, Giordani tiene menos que ver con los excesos fiscales del entorno de Maduro. Permítanme citar un ejemplo. Según los estados financieros de Pdvsa 2013, la petrolera "valoró" una compañía que contaba con varias concesiones de explotación de oro (algunas expropiadas) en 30.000 millones de dólares, y le "vendió" 40% al BCV (12.000 millones). Los dólares que "obtuvo" los cambió en el BCV a tasas Sicad II, generando una enorme "utilidad cambiaria" que a su vez utilizó para pagar parte de los pagarés con el ente emisor. Un entuerto contable de magnitudes colosales que no se le puede atribuir al monje. El crecimiento exponencial del gasto en un momento en que se preveía vendría una corrección fiscal es también un factor que acelera la salida de Giordani: va a continuar algo con lo que él no estaba de acuerdo. Cualquier predicción de lo que viene debería tomar ambas señales: lo sacan para cambiar, sí, pero también para que no les estorbe.
En este contexto, el ámbito de medidas que pueden tomar es estrecho. El gobierno puede decretar la eliminación de los tipos de cambio múltiples y establecer una única tasa oficial. Eso no se corresponde a lo que en los libros de texto se conoce como unificación cambiaria: seguiría existiendo el control y en consecuencia el dólar paralelo. Unificar el tipo de cambio es improbable, porque exige: a) que cuenten con reservas necesarias para atender la enorme demanda que genera la inseguridad jurídica, o b) que permitan la flotación pura del cambio. Consolidar las tres tasas oficiales en una reduciría el déficit fiscal, pero seguiría siendo necesario imprimir dinero. Aumentar la gasolina y algunos impuestos son también algunas alternativas. Ahora bien, el 2015 y con él las elecciones del Congreso se aproximan, y las divisiones internas y la falta de capital político hacen de ese un pronóstico de reserva.
En cualquier caso, y es a lo que quería llegar, sería un ajuste muy puntual. No hablamos de una reforma. El año que viene, habría que ajustar el presupuesto por inflación, y con el precio del petróleo estable y la producción de crudo cayendo, la única alternativa sería volver a devaluar. Difícil que en un año electoral vuelvan a decretar otra caída en el salario real como la de este año. Por otro lado, la capacidad del gobierno para cambiar expectativas es mínima, no está planteada una oleada de inversión extranjera o un aumento de productividad que amortigüe los efectos del retroceso del Estado. No lo está porque no pueden, pero también porque no quieren.
@miguelsantos12
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