GERARDO BLYDE
Uno de los pasos más auspiciosos y relevantes de nuestra vida republicana ha sido la descentralización. Con y a través de ella, los vecinos consiguieron al fin ser importantes para la gestión de los políticos. Anterior al proceso de descentralización, todo se decidía en Caracas y más específicamente en el estrecho espacio del Palacio de Miraflores y en los despachos de los ministros.
Se han escrito gruesos volúmenes sobre los beneficios que la descentralización ha generado en la calidad de vida en las comunidades, sean éstas grandes, medianas o pequeñas. Sólo los políticos con mentalidad antediluviana piensan que debemos retroceder.
Comenzó como un aparente acto de lentitud burocrática. Los retrasos fueron reclamados por los canales correspondientes. Cuando la tardanza se convirtió en hábito, se encendieron todas las luces rojas de alerta, elevamos la queja a instancias del gobierno central e hicimos pública nuestra queja en nombre de todos los alcaldes del país.
Hubimos de plasmar en blanco y negro la gravedad de la situación. En reunión de muchos alcaldes, y evitando todo tipo de consideraciones altisonantes, planteamos con números duros lo que ocurría y las nefastas consecuencias. La respuesta ha sido un sonoro silencio.
El daño es igual
Algunos alcaldes del PSUV apoyaron las declaraciones que hemos dado en nombre de la junta directiva de alcaldes. Más allá de posiciones ideológicas y con independencia de militancia política, el daño es igual. Los presupuestos de las alcaldías están al borde del abismo, estamos en rayas rojas. Muchas alcaldías no tienen ni cómo terminar de pagar las nóminas este año; la inflación se ha comido los recursos, tal como le está sucediendo a cada ama de casa venezolana que ya no encuentra cómo hacerle frente al costo de cada insumo.
Los recursos propios que pueden generar las alcaldías no han sido suficientes, porque ni al comercio ni a las industrias les ha ido nada bien. El situado constitucional que nos han bajado ha sido muy mal calculado. Eso produce que la mayoría de las alcaldías tienen una mora en el cumplimiento de sus obligaciones, sobre todo en sus obligaciones laborales y, además, tienen que afrentar casi solas los aumentos salariales que decreta el presidente, que finalmente bajará incompletos los recursos para cubrir sólo el aumento del salario mínimo, sin reconocer ninguna incidencia adicional como aguinaldos, vacaciones o el empuje que esto creó en la escala salarial de toda la administración pública municipal.
La perspectiva no es para nada auspiciosa. El año que viene muchas alcaldías se quedarán apenas pagando nómina y no podrán poner al día otros servicios. Se ha informado que lo enviado sólo para salario mínimo no será mandado el próximo año y deben cubrirlo con el menguado situado.
Más del 60% de los servicios públicos que reciben los ciudadanos de manera directa en sus comunidades, son dados por las alcaldías. ¿Será a costa de estos servicios que tendrán los alcaldes que pagar las nóminas?
Perentorios
Es indispensable sincerar el presupuesto para las alcaldías y gobernaciones con el propósito de mejorar la calidad en la ejecución de planes y la prestación de servicios para la comunidad venezolana en general. Si los servicios públicos son importantes, se vuelven aún más perentorios cuando el país atraviesa una severa crisis que permea hacia los ciudadanos.
El modelo económico implantado por el gobierno nacional nos ha llevado a tener la inflación más alta del mundo: 56,14% el pasado año. Nos siguen Sudán (41,90%), Irán (22%) Malawi (20,14%) y Bielorrusia (16,47%). La de este año será aún peor, por ello el BCV está en mora en publicar las cifras.
Pero la inflación no es lo único que ha crecido en estas tierras. El gobierno nacional ahora con casi 40 ministerios es el gobierno con más ministros del mundo. Eso implica un gasto corriente descomunal, insostenible, que le resta recursos a las gobernaciones y alcaldías (por ellos nos mochan el situado y aprueban créditos adicionales incompletos). Esa inmensa burocracia se traga cuantiosos fondos que deberían emplearse en inversión y no en burocracia.
Nos cansamos de escuchar que Venezuela es un país rico. Desde los más altos niveles se afirma que no hay problemas fiscales, ni de caja ni de finanzas. Entonces, si esto es así, ¿cómo se explica esta sequía a la que someten a las alcaldías? No queremos pensar que esto forma parte de una estrategia macabra para asfixiar a las alcaldías, pues si así fuera, no sólo estarían perjudicando a alcaldes de signos políticos de oposición, sino que estarían "suicidando" a alcaldes de signo revolucionario. Y más grave aún, la estrategia perversa sería declararle la guerra a los vecinos.
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