JOSÉ GUERRA
El gobierno de Maduro anda perdido. No encuentra qué hacer para enfrentar la crisis económica. Hace una semana le pidió la renuncia al gabinete y se tarda en nombrar a los nuevos ministros por su indecisión. Su estrella fulgurante, Rafael Ramírez, perdió brillo y ahora anda de capa caída. Ninguna de sus políticas ha sido aceptada por la nomenclatura del régimen y las que logró aplicar han fracasado estrepitosamente, como el Sicad II, mercadeado por Ramírez en marzo de 2014 como la solución a la escalada del dólar paralelo y la inflación y cinco meses después ese dólar está más caro que cuando comenzó el Sicad II y la inflación galopando, tanto que hasta las cifras las dejaron de publicar.
Este es un gobierno errático, aleatorio, que no sabe cómo administrar los asuntos públicos. Que hace anuncios pero muy pocos se concretan y mientras tanto la crisis sigue avanzando porque dejar de hacer no es opción para resolver los problemas. Ungido inicialmente por Maduro con poderes plenipotenciarios en materia económica, se lanzó Ramírez por el camino de las reformas, muchas de las cuales son tan obvias que serían punto de acuerdo entre los diferentes sectores políticos, dada la gravedad de la situación, pero contradictoriamente ni siquiera el PSUV comparte la orientación de las acciones esbozadas. Así, los programas iniciales que balbució Rafael Ramírez causaron una reacción adversa en un sector del gobierno contrario a cualquier tipo de reformas, las cuales interpretan como una traición al legado de Chávez. Ramírez no habló desde Venezuela sobre las medidas económicas a ser adoptadas por el gobierno, prefirió ir a Londres a una reunión especialmente preparada para él por el banco de inversión francés Lazard, quien funge como su asesor, para hablar ante los inversionistas. El 14 de junio de 2014 se conoció lo que Ramírez había transmitido a los banqueros congregados en la capital inglesa.
Como peor es nada y sin tener claros los objetivos de la política económica ni las metas a ser alcanzadas, delineó en Londres el Vicepresidente para el Área Económica la unificación de los tipos de cambio, lo que implicaría la eliminación de la trilogía de tasas oficiales, sugirió el eventual desmontaje del control de cambio aunque en realidad no fue preciso en ello, deslizó también que había que moderar el financiamiento del BCV con impresión de dinero para cubrir el déficit de operaciones de la empresa que él mismo dirige, PDVSA y adicionalmente postuló que había que corregir los subsidios a la gasolina y aumentar los precios de bienes que se encuentran congelados por varios meses.
Estas medidas tímidas, todavía y en el tintero fueron respondidas por el Vicepresidente Ejecutivo de la República, Jorge Arreaza quien argumentó que no estaba planteado cambiar el modelo económico debido a que el mismo ha sido exitoso y luego por Aristóbulo Istúriz, gobernador del estado Anzoátegui y figura clave del partido de gobierno, quien en los días previos a la celebración del III Congreso del PUSV los días 25, 26 y 27 de julio de 2014, soltó una frase muy clara: el control de cambio no se puede eliminar porque es un instrumento político. Ello ponía de manifiesto que los sectores más conservadores del gobierno y del partido no aceptarían a beneficio de inventario lo que Ramírez propondría.
De la unificación cambiaria, la cual fue anunciada para ejecutarse en el corto plazo, pasó Ramírez velozmente a la convergencia cambiaria que nadie sabe qué significa pero se podría inferir que combina lo malo del control de cambio existente con una tasa fija con lo malo de los sistemas de cambios múltiples. Del aumento de la gasolina, ya no se habla debido a la suspicacia muy razonada de la población sobre el uso de los fondos que tal aumento generaría y a la creciente oposición a esa medida. Sobre la venta de Citgo, se hizo la propuesta y la misma fue recogida y se entiende que por igual razón, asociada al rechazo popular. Mientras el transcurrir del tiempo va descontando el lapso para adoptar un esquema económico comprensivo para lidiar con la crisis y Maduro es presa de sus dudas, la crisis se tiende a agravar. Así, como puede apreciarse en el gráfico, las reservas internaciones están tocando fondo, los precios siguen su escalada alcista y la escasez no da tregua.
Creyendo tomar el camino más fácil se fue el gobierno por el atajo de cerrar la frontera con Colombia pretendiendo frenar el contrabando. A ello siguió el nombramiento de un nuevo jefe de inspección de los comercios, Andrés Eloy Méndez, quien siguió a Eduardo Samán, Dante Rivas, al General Luis Motta Domínguez y Andreina Tarazón. El resultado no va a ser distinto de lo que ha pasado en todo el mundo donde hay controles de precios y de cambio: la escasez va a seguir y con ello el contrabando. Entretanto, el reloj sigue su marcha indetenible y con él el deterioro del país.
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