Mauricio Meschoulam
No habían transcurrido demasiados días del inicio de los bombardeos estadounidenses en contra del grupo militante llamado Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS por sus siglas en inglés, o simplemente Estado Islámico), cuando el video que mostraba la decapitación del periodista estadounidense Foley, circulaba por todas las redes. A pesar del intento de parar su viralización, el efecto había sido provocado.
Los temas en la agenda no eran ya los éxitos de dichos bombardeos contra ISIS, o la recuperación por los kurdos de la presa de Mosul. ISIS, con una estrategia psicológica altamente eficaz, reorientaba la discusión hacia temas sumamente escabrosos para Obama, tales como lo “apresurado” del repliegue estadounidense de Irak, su “pasividad” en cuanto a la guerra civil siria, o incluso su negativa al pago de rescate por sus connacionales secuestrados, a diferencia de algunos gobiernos europeos. Mientras tanto, ISIS redirigía sus esfuerzos nuevamente desde Irak hacia Siria y capturaba rápidamente una importante base aérea en ese país, ocasionando ahora que la atención de la Casa Blanca se destine a la necesidad de atacarle no solo en Irak, sino también en Siria.
Este es solo un ejemplo que muestra primero, la capacidad de ISIS de mantener la iniciativa a través de acciones veloces, sorpresivas y sumamente efectivas. Segundo, el empleo de tácticas terroristas en su más estricto sentido: el uso de la violencia para conseguir un efecto psicológico en amplias audiencias y de este modo generar alteraciones en opiniones, actitudes y conductas, y así provocar presión sobre sus enemigos. Y tercero, su muy hábil combinación de este tipo de instrumentos psicológicos con tácticas que incluyen tanto el ataque y repliegue, como la toma y conservación del control de posiciones estratégicamente pensadas.
Es decir, ISIS es a la vez un grupo terrorista, un ejército y ahora un gobierno. Lo primero lo aprendió de su amplia experiencia como parte de Al Qaeda en Irak, por cierto, el país con más ataques terroristas del 2003 a la fecha. Sus métodos incluyen desde ataques contra edificios públicos, mercados o autobuses, entre otros objetivos similares, hasta el uso de redes sociales para publicitar la violencia perpetrada a soldados enemigos, o a civiles que no cumplen con las demandas del grupo y así provocar pánico masivo ante la sola mención de su presencia. Lamentablemente, la eficacia de este tipo de tácticas, nos hace suponer que seguirán siendo empleadas con frecuencia. Y más, a medida que el grupo se sienta cada vez más asediado por bombardeos de ejércitos regulares.
Pero lo que sorprende a muchos, es que ISIS no se comporta como un grupo terrorista típico. Esta organización ha sido capaz de tejer una compleja alianza con exmilitares iraquíes sunitas, con experiencia procedente de tiempos de Saddam Hussein y quienes hoy están resentidos no solo con Washington, sino también con el gobierno iraquí, cuyas prácticas sectarias les han aislado a lo largo de los años. Así, la mano castrense se puede apreciar con claridad: ISIS ha trazado con mucho detenimiento sus líneas de operación y ha implementado un control efectivo sobre buena parte de los territorios sirio e iraquí, asegurando posiciones estratégicas no solo desde la óptica militar, sino también desde la perspectiva económica.
Por último, a medida que esta organización toma control de más y más localidades, debe también comportarse como gobierno, manteniendo la operación de funciones cruciales, que van desde el sostenimiento financiero del autodeclarado califato, hasta las funciones cotidianas desempeñadas por técnicos y burócratas.
Por consiguiente, el nombre de Estado Islámico cobra sentido y muestra con claridad que las metas de esta organización no solo están en las mentes de su dirigencia, sino en la eficacia del modo como las están alcanzando. Y esto último es lo que está produciendo un doble efecto: Por un lado, el grupo consigue posicionarse ante seguidores actuales y potenciales, como el más legítimo y efectivo portador de la Jihad, frente a otros como Al Qaeda, con quienes entran directamente en colisión. Y por el otro lado, ISIS se proyecta como ese grupo que mantiene siempre la iniciativa, que consigue amenazar a enemigos estatales y no estatales, que logra hacer que se hable de lo que quiere que se hable y que, ante cada una de sus acciones, se reaccione precisamente como quiere que se reaccione. Combatirle, por tanto, va a implicar un mucho mayor entendimiento de su modo de operar que el que hasta ahora se ha exhibido.
Analista internacional
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