Armando Jansens
Parece estar clara la necesidad de repensar la conformación y la gestión de la Mesa de la Unidad. Hoy en día, está exclusivamente conformada por partidos políticos, lo que parece una limitación innecesaria y que mostró su creciente debilidad y pérdida de reconocimiento social. Por todas partes surgen propuestas de ampliar sus referencias, incluyendo hasta donde sea posible a otros actores de la sociedad civil y política, y así hacer un gran acercamiento a la población en general.
En esta dinámica, se habla de la eventual incorporación o ampliación de la MUD, abriéndose a sindicatos, cooperativas y las distintas cámaras de industriales, fundaciones y grupos de acción política, además de las muy nombradas organizaciones no gubernamentales que actúan en muy diversos campos. Sobre estas últimas y su eventual incorporación es donde tengo una posición diferente a tal propuesta.
Ante todo, vale aclarar que el término ONG cubre una gran variedad de iniciativas diferentes. Tenemos ONG de desarrollo social que desde hace años promueven programas muy diversos, prioritariamente en sectores populares. Además, hay numerosas iniciativas ligadas a la educación no formal y a la salud, igualmente de atención a niños, niñas y jóvenes en situaciones particulares o de riesgo. Al lado de ellas, existen las organizaciones de derechos humanos que tienen un alto nivel de credibilidad, conquistada a lo largo de los años. Y hoy en día, también conocemos los “observatorios” de muy variados contenidos que, con profesionales bien formados, siguen de cerca y de manera crítica la actuación pública de los organismos estatales y municipales.
Varias de estas organizaciones definen en su acto fundacional su posición no político-partidista y si no lo definen específicamente, el espíritu de su creación corresponde en general a tal enfoque. Hace años, como presidente de Sinergia, plataforma que agrupa a una gran cantidad de estas organizaciones, definimos con claridad: “Ni gobierno ni oposición, sino trabajo autónomo con la gente a la cual servimos”. Definición ampliamente aceptada y profundizada a lo largo de los años.
Es éste el elemento desde donde debemos definir nuestra posición ante la eventual invitación de la MUD. Podemos tener simpatía de cara a su futuro esfuerzo e, individualmente, identificarnos con sus planteamientos. Pero nuestras organizaciones sociales, en su gran mayoría, no pueden, sin más, identificarse con o integrarse a una estructura política de oposición.
Va en contra de su esencia, además de desconocer el sentir y opinar de otros integrantes de su organización que más bien tienen una posición contraria, que también debe ser respetada.
No podemos, como organizaciones sociales, entrar en la dicotomía de “gobierno y oposición”, y agotar la realidad en estos dos conceptos. La realidad social en la cual vivimos es mucho más amplia y diversa que estos conceptos, es más holística y necesita un permanente diálogo, más allá de estas posiciones. Nuestro trabajo social supera, en buena medida, esta contradicción y se sitúa muy distanciado de ella. Cuando promovemos programas de emprendedores o capacitamos a las comunidades para eventuales desastres; cuando acompañamos a las víctimas de la violencia o estamos trabajando en programas de cuidado del medio ambiente; cuando promovemos programas para evitar la droga y el alcoholismo, estos términos de gobierno y oposición no dicen mucho, sino apuntan sobre divisiones que precisamente queremos superar.
Todo eso no excluye que si nos solicitan opinión sobre determinado tema, estemos a la orden para, a partir de nuestra experiencia y reflexión, aportar ideas y dinámicas en búsqueda del famoso bien común. Con mucho gusto estamos a la orden para cuando la MUD nos solicite opinión y colaboración en algún punto en especial. Igualmente, nos ponemos a la orden para cuando gente del gobierno nos solicite opinión y colaboración en determinado programa. Eso sí: ¡respetando nuestra autonomía básica y el fundamento de nuestra existencia!
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