LA TERCERA UTOPÍA
Demétrio Magnoli
FOLHA SAO PAULO
Asustados, PSDB y el PT propagan la leyenda de que el ascenso de Marina Silva se debe a la conmoción generada por la muerte trágica de Eduardo Campos. Ellos saben que es otra cosa.
En Brasil, los electores buscan administradores, gerentes, cuando se trata de disputas municipales o provinciales. En las elecciones presidenciales, más bien, buscan la personificaçión de una utopia posible. Fernando H. Cardoso y Lula llegaron a Planalto en las alas de grandes ambiciones. Hoy, es Marina quien aparece como la representación de una ruptura profunda.
La utopia asociada a FHC puede ser sintetizada por las ideas de estabilización y modernización. Desde el segundo mandato tucano, sin embargo, el PSDB abandonó el senderode las reformas y, bajo el fuego de la crítica petista, borró el horizonte utópico con los colores grises de la "capacidad gerencial". Las candidaturas de Alckmin (2006) y Serra (2010) no fueron previsíbles fracasos electorales, sino innegables desastres políticos. Aécio Neves es un heredero de la pérdida de rumbo y, aunque tanteó en la dirección correcta, nunca consiguió atravesar la frontera del electorado tucano para seducir la mayoria desencantada con el lulopetismo.
La utopia asociada a Lula puede ser sintetizada por la ideas de igualdad y justiçia social. Empujado por los vientos de popa de la economía mundial, el potencial utópico del lulopetismo duró un mandato más que los dos tucanos, pero se encerró en el cuadrienio de Dilma Rousseff. Sus reformas sociales prácticamente se agotaron en las políticas de crédito y transferências de renta que ayudaron a estimular el boom de consumo popular. Hoy, en un sentido fundamental, el PT se convirtió en una nueva Arena: el partido cuya fuerza emana del control de la máquina pública. El mapa de las intenciones de voto en la candidata-presidente evidencia una regresión política del partido que trazó su camino al poder entre los electores de alta y media escolaridad de los grandes centros urbanos.
Marina aparece como representación de la tercera utopia, muy nítidamente expresada en las Jornadas de Junio de 2013. El mapa del voto "marinista", bastante inclinado en la dirección del Centro-Sur y de las mayores ciudades, revela que la voluntad mayoritária de cambio tiende a concentrarse en torno de ella. La "nueva política", divisa un tanto misteriosa de la candidata, traduce la ambición de recuperación del Estado como cosa pública, es decir, como instrumento de los ciudadanos para la gestión de los bienes públicos.
La ruptura propuesta por Marina anida en una paradoja. De un lado, la candidata embiste contra el PT y el PSDB, presentándolos como facetas enfrentadas de un mismo "viejo orden" que debe ser superado. De otro, ensaya una extraña invitación para que los dos partidos rivales ocupen lugares en su hipotético gobierno. FHC y Lula juntos, bajo el paraguas de Marina, como sugirió Eduardo Giannetti, un asesor del círculo interno del "marinismo", significaría la repentina abolición, por un mero acto de voluntad, de las divergencias de fondo sobre el Estado, la economía y la sociedad que marcan el debate brasileño desde el fin de la dictadura militar.
El discurso de la "tercera via" es, siempre, tan atrayente cuanto peligroso. Definirla como una unión de los polos políticos tradicionales equivale a disolver la idea de cambio en un caldo fino de un falso consenso. Las palabras de Giannetti obedecen, tal vez, a una finalidad utilitaria de rebatir la crítica que apunta a las carencias de una estructura partidista sólida y de cuadros administrativos experimentados en el movimiento "marinista". No obstante, detrás de ellas se divisa el espectro del gobierno de unidad nacional, recurso al que las democracias apelan solamente en casos de guerra o de colapso social.
En principio, las elecciones tratan sobre probabilidad, no sobre la verdad. Una buena campaña electoral es aquella capaz de reducir la distancia entre una y otra. Por lo pronto, la utopía de cambio personificada en Marina circula en la esfera de las probabilidades..
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