Pedro Palma
El Nacional
De acuerdo con información suministrada por el BCV, al 20 del presente mes las reservas internacionales se ubicaban en 20.215 millones de dólares, y el promedio de las mismas durante los 20 primeros días de agosto fue de 20.430 millones. Eso significa que en menos de 2 meses han caído más de 1.300 millones, ya que al cierre del primer semestre del año se ubicaban en 21.604 millones de dólares, de las cuales 15.240,5 millones (70,6%) eran reservas en oro, 4.611,4 millones (21,3%) eran reservas en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en inversiones en divisas, y tan solo 1.752,1 millones (8,1%) eran reservas disponibles en divisas.
Dado que el precio del oro no ha bajado recientemente, por el contrario, ha subido ligeramente, no hay razones para pensar que las reservas de oro se hayan reducido en las últimas semanas, esto partiendo del supuesto de que su volumen físico se ha mantenido inalterado. Tampoco hay indicios de que las reservas en el FMI hayan variado, por lo que se puede inferir que la reciente contracción de las reservas internacionales se ha concentrado en la disponibilidad de moneda extranjera líquida. De esto ser así, durante las primeras semanas de agosto las reservas disponibles en divisas habrían estado oscilando en torno a los 500 millones de dólares, monto muy bajo para una economía como la venezolana. De allí que los recursos con se cuente para la realización de todos los pagos externos dependerá del flujo de divisas que se genere por concepto de exportaciones, de endeudamiento o de venta de activos en el exterior, o por una eventual liquidación de reservas de oro.
Debemos también preguntarnos si las reservas actuales totales están en unos niveles apropiados o no. Partiendo de estimados hechos por el BCV, definitivamente no. En efecto, hace ya nueve años el instituto emisor estimó un nivel adecuado de reservas, ubicándolo en torno a los 29 millardos de dólares, monto que en aquel momento equivalía a 12 meses de importaciones de bienes y servicios. Si tomamos como razonable esa proporción, en 2013 las reservas deberían haber estado en 70,6 millardos de dólares, monto muy superior a los 24,6 millardos mantenidos en promedio durante ese año. Incluso, si tan solo expresamos aquellos 29 millardos de reservas adecuadas de hace 9 años en dólares de hoy, estaríamos hablando de 35.110 millones de dólares, nivel mucho mayor a los 20.215 millones de reservas actuales.
Como ya lo hemos expresado en el pasado, esos bajos niveles de reservas se han debido a múltiples factores, entre ellos, la limitada venta de dólares de Pdvsa al BCV, la desbocada corrupción en el manejo de las divisas preferenciales dentro del control de cambios imperante desde 2003, y las masivas transferencias de reservas internacionales a fondos gubernamentales destinados a financiar gasto público, destacando entre ellos el Fonden, destino este último adonde el BCV había transferido hasta septiembre de 2013 la astronómica suma de 57.046 millones de dólares sin recibir compensación alguna.
El bajo nivel de reservas, además de restarle respaldo a la masa monetaria en circulación, incrementa la vulnerabilidad de la economía, ya que limita las posibilidades de afrontar adversidades externas que se pudieran presentar, tales como caídas de los precios de exportación, encarecimientos de las importaciones, o limitaciones para acceder al financiamiento foráneo. Esto es de particular relevancia en el caso de una economía vulnerable como venezolana, que tanto depende de la volátil renta petrolera. A su vez, aquella caída de las reservas afecta la percepción de riesgo del país, encareciendo notablemente los costos de financiamiento externo y limitando las posibilidades de contratación de nuevos empréstitos; y, adicionalmente, deteriora las expectativas cambiaras del público, lo cual eleva el tipo de cambio libre, generándose presiones inflacionarias adicionales.
De allí la imperiosa necesidad de tomar todas las decisiones posibles tendentes a fortalecer los niveles de esta variable económica tan importante.
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