sábado, 3 de octubre de 2015

UN NOBEL PARA RAUL CASTRO


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ANDRES OPPENHEIMER

EL NUEVO HERALD
 
El dictador cubano Raúl Castro merece un Premio Nobel por caradurismo político: está exigiendo compensaciones económicas por el embargo comercial estadounidense, sin mencionar que la medida fue impuesta después de que Cuba expropió propiedades de estadounidenses por valor de hasta $7,000 millones, y fusiló a miles de personas cuyos familiares nunca han sido compensados.
En su discurso ante las Naciones Unidas a principios de esta semana, Castro exigió “que se compense a nuestro pueblo por los daños humanos y económicos que aun sufre” como consecuencia del embargo. En un informe dirigido a la Asamblea General de las Naciones Unidas el año pasado, Cuba afirmó que tales daños acumulados alcanzan los $117,000 millones.
Yo estaba en la Ciudad de México cuando Castro hizo su discurso en las Naciones Unidas, y los periódicos llevaban grandes titulares sobre la exigencia del gobernante cubano, sin mencionar que las sanciones comerciales de Estados Unidos fueron impuestas en respuesta a las expropiaciones realizadas por Cuba. Como si solo una de las dos partes estuviera en falta.
Según la Comisión para la Solución de Reclamaciones en el Extranjero de Estados Unidos, una agencia semiindependiente del Departamento de Justicia, hay cerca de 6,000 reclamaciones certificadas de propiedades de estadounidenses expropiadas en Cuba, por valor de $1,900 millones, sin contar intereses. Con una tasa de interés anual del 6 por ciento, la cifra total alcanzaría alrededor de $7,000 millones.
Entre las demandas estadounidenses están las de unas 900 grandes empresas, incluyendo Office Depot (que se quedó con los reclamos de la Compañía Cubana de Electricidad), ITT Corporation, Exxon, Texaco, Coca-Cola, Colgate-Palmolive, Firestone y General Motors. Otros miles de reclamos son de individuos estadounidenses que tenían propiedades en Cuba.
La cuestión de la indemnización de Cuba por sus expropiaciones será un gran obstáculo en la luna de miel del presidente Obama y el régimen de Castro. En su discurso en la ONU, Castro dijo que las relaciones entre Estados Unidos y Cuba no se normalizaran plenamente hasta que el Congreso de Estados Unidos levante lo que queda del embargo comercial contra la isla. Sin embargo, es poco probable que se levante el embargo sin que antes se solucione el problema de las propiedades confiscadas.
Raúl Valdés-Fauli, un abogado de la firma Fox Rothschild en Miami que representa a empresas con reclamaciones en Cuba, me dijo que los legisladores cubanoamericanos en el Congreso “están utilizando el tema de la compensación por las expropiaciones como su principal excusa para impedir el levantamiento del embargo de Estados Unidos”.
Y añadió: “Estados Unidos hace negocios con países totalitarios como China y Vietnam, a pesar de sus problemas de derechos humanos. La diferencia en el caso cubano son los reclamos de propiedades sin resolver”.
Richard Feinberg, un ex funcionario de la Administración Clinton y autor de un estudio de la Brookings Institution sobre los reclamos estadounidenses en Cuba que será dado a conocer en noviembre, me dijo que la exigencia de Castro de que Estados Unidos pague por los daños causados por el embargo “es, en parte, un tema de política interna: Castro quiere mostrarle a su pueblo que no se está doblegando ante las presiones de Estados Unidos, y que está defendiendo enérgicamente los intereses cubanos”.
Feinberg agregó: “Pero también, sin duda, es un arma de negociación: los cubanos están tratando de reducir los pagos de compensación por las propiedades estadounidenses, sobre todo disminuyendo intereses”.
Mi opinión: el discurso ante la ONU de Castro sería un chiste, si no fuera por el hecho de que Cuba es una tragedia, en la que una dictadura decrépita sigue condenando al pueblo a estar entre los más pobres y oprimidos del continente.
Tarde o temprano, si Cuba quiere terminar con la última excusa de quienes defienden el embargo y gana acceso a los préstamos y a las inversiones internacionales, tendrá que negociar las compensaciones por las propiedades expropiadas, al igual que lo hicieron Alemania y Vietnam cuando se reinsertaron en la economía global. Mientras tanto, Castro merece un Nobel de hipocresía política.
Siga a Oppenheimer en Twitter: @oppenheimera

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