BEATRIZ DE MAJO
Los triunfalismos en torno al proceso de paz de Colombia están de más en esta hora y punto. Todavía le queda mucho por remar al actual presidente de la nación neogranadina antes de cantar “victoria” y él lo sabe mejor que nadie.
Le dijo Santos a Christiane Amanpour de CNN que la hora de las aplausos todavía no había llegado y, sin embargo, en las declaraciones oficiales sobre el proceso lo que se transmite es que no hay vuelta atrás y que la cuenta regresiva ya comenzó. Ojala así sea, pero la confianza no es algo que se compre en botica. La realidad es que todos estos se están comiendo la merienda antes de que llegue la hora del recreo.
Haría falta que lo mismo pensara quien se sienta del otro lado de la mesa negociadora y que actuara en consecuencia. Que el tronar de sus fusiles se detenga de inmediato y que ni una sola vida colombiana más caiga. Cuando hayan pasado semanas y una verdadera disposición a detener los ataque a humanos y a la infraestructura de Colombia se haga material, cuando no se derrame una sola lágrima más por un caído por el fuego de las FARC, ni se use un peso más de fuentes públicas o privadas en reparar los destrozos, podremos reactivar la confianza en el accionar guerrillero.
Aun en el terreno de lo legal e institucional quedan por superar muchos escollos por las modificaciones al entramado jurídico colombiano que deben tener lugar para que la “justicia transicional” vea la luz. El tema es harto complicado y tiene de cabeza a los juristas del país vecino de manera de producir textos que le den cabida al conjunto de penas retributivas que serán aplicadas dentro de un nuevo esquema ad hoc de justicia. Opinarán tirios y troyanos, además de cuanto articulista y editorialista desee hacer un aporte. El gobierno atacará frontalmente a todo aquel que se muestre en contra del nuevo ordenamiento. El procurador genera tendrá una palabra vital que decir porque a él le corresponde defender constitucionalmente y hasta la muerte los derechos de los agraviados y de la población en general.
Queda también por dirimir el género de participación política que se concederá a los criminales y es natural pensar que no será cómodo otorgarle derechos políticos sin cortapisas a quienes no han tenido más doctrina que el crimen en contra de la población de a pie para acceder al poder, y ninguna otra forma de financiarse que el asqueroso negocio de la droga. Decir, como los negociadores lo han hecho, que las FARC se involucrarán en la batalla contra el flagelo del narcotráfico, es un comentario falaz y pueril y un engaño inaceptable. Más bien toca anticipar que ese es otro de los temas que se les endosarán por entero a los vecinos venezolanos.
Los recursos financieros que será preciso recabar para hacerle frente a la reparación y a todas las tareas envueltas en la instrumentación de los acuerdos de paz aún no están cuantificados, pero alguien con cerebro matemático ya ha adelantado una cifra que puede alcanzar más de un punto del PIB colombiano. Habrá que argumentar mucho para conseguirlos de fuentes internacionales y será preciso contar igualmente con la aquiescencia de los ciudadanos para el endeudamiento y su repago con el dinero de los contribuyentes.
Así pues, el más de medio siglo de guerra se habrá terminado cuando todas las tareas anteriores hayan cogido impulso y buena parte del país las abrace. Sí están los colombianos en este momento y gracias a Juan Manuel Santos más cerca que nunca de la paz que anhelan, no hay duda, pero no es aún hora de abrir la lonchera
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