ELIAS PINO ITURRIETA
EL NACIONAL
He dicho varias veces que la MUD viene dando tumbos en la dirección correcta, pero las circunstancias aconsejan una mirada diversa de su conducta. Sigo pensando en cómo no cejan los partidos coligados en su empeño de sacarnos del pantano chavista, pero parece que les está costando demasiado. No es una empresa fácil, especialmente en los días recientes, pero llamar la atención sobre la necesidad de pasos distintos antes de que nos coja la tarde, es la obligación de un escribidor que jamás ha congeniado con la militarada. La salida del régimen no es asunto de coser y cantar, como no ha sido sencilla la despedida de las dictaduras a través de la historia, pero tampoco fue entonces cosa de darles largas para que tuvieran un segundo aire.
La dificultad de la encrucijada radica en la manera buscada por el régimen de evitar que la gente huela su desaparición, de impedir que la ciudadanía considere que apenas falta la última patada. Es imposible negar que el chavismo vive una situación de postrimerías, pero los postrimeros se empeñan en asegurar lo contrario. Puede ser un asunto de estrategia, de afirmar que el enfermo está alentado mientras sufre en secreto las señales de la agonía, pero también puede ser un problema de convencimiento. Uno oculta la seriedad de una dolencia para quitarle preocupaciones a la familia, por ejemplo, lo cual no es criticable en esencia, pero igualmente existe la posibilidad de que el doliente considere que padece un achaque pasajero. Lo último suele suceder a quienes sienten que nacieron para titanes, una patología que suele acometer a las revoluciones. Convocada inexorablemente por la posteridad, una revolución apenas experimenta trabas pasajeras que dejarán de estorbar su clamoroso tránsito. Así está escrito desde el arranque de la primera revolución, y se vuelve dogma de fe pese a que sucesivas realidades lo hagan papilla. Con el ocultamiento del declive porque se siente de veras la situación es mucho más preocupante.
Los recientes hechos de Villa Rosa pueden ilustrar sobre esta última variante, capaz de provocar grande alarma. Maduro fue caceroleado en un barrio humilde, detalle significativo de la precariedad experimentada por el régimen que encabeza, pero sus voceros han negado el hecho. No han podido desmentirlo, debido a la multitud de evidencias que le conceden una fortaleza descomunal, pero se han ocupado de que se vea como parte de una conspiración de la ultraderecha. Es toda una manera disparatada y artera de mudar el teatro, de convertir a personas humildes y desesperadas en parte de una tenebrosa conspiración, pero la están llevando a cabo sin rubor. Han metido bombas molotov al lugar, para “encontrarlas” en las manos de unos adolescentes que deambulaban por el lugar. Han acusado a unas desprevenidas y sufridas amas de casa de formar la vanguardia de una conjura “pelucona”, y así sucesivamente. Jamás se había visto una preparación tan desvergonzada de la “escena del crimen”. Tal vez sea esta la forma más inhumana de tapar los síntomas de una agonía.Pero antes se ocuparon de subestimar la magnitud de la Toma de Caracas. Solo participaron 30.000 representantes de la oligarquía, según las cuentas de un vetusto alcahuete que han repetido corifeos más jóvenes, pero igualmente divorciados del entorno y negados a sentirse en las cercanías del precipicio, o a que la gente los vea en ese anhelado trance. Una gente que es capaz, no solo de mentir a mansalva, sino también de retorcerle el pescuezo a la realidad para que cante lo que ordene el libreto de sus torturadores, ¿va a permitir que el RR se realice durante el presente año, o que elijamos nuevos gobernadores en paz, o que la AN actúe con la autonomía que le conceden las leyes y el respaldo abrumador de la sociedad? No son preguntas para los lectores, pues seguramente, como el escribidor, las contestarán sin apremio desde la comodidad de su poltrona, sino para los líderes de la MUD.
Los líderes de la MUD tienen la obligación de terminar el concordato con la autocracia. Concluyó la época de los vaivenes que han dado resultado, pero que ya comienzan a parecer infructuosos. Ya le llegó la hora a unos tumbos que nos trajeron hasta aquí, pero que no dan para más. No solo Maduro la tiene difícil, sino también los amigos de la MUD, pero nadie les pidió que se metieran a políticos.
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