viernes, 9 de septiembre de 2016

En torno a los cuatro jinetes del Apocalipsis



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Detalle de “Los cuatro jinetes del apocalipsis” , perteneciente a la serie de grabados Apocalipsis (1498), por Albrecht Dürer

He leído cuatro libros en el mes de agosto, dos títulos editados hace más de medio siglo que conseguí en un mercado de calle a precios irrisorios, y dos novedades que compré por una cantidad mortificante en esas librerías que nos seducen con su aroma a pulpa fresca.
Cuentos orientales
Marguerite Yourcenar escribió Cuentos orientales en 1938. El primer relato se titula “Cómo se salvó Wang-Fô”. Trata de un viejo y maravilloso pintor que es encadenado y llevado ante el emperador de China, quien le anuncia que le va a sacar los ojos y cortar las manos. El emperador fue criado en el aislado salón de un palacio rodeado de paisajes pintados por Wan-Fô, y de niño pensaba que así era el mundo, pero al salir a la realidad sufrió una gran desilusión:
—Descubrí que mi imperio no es más que un amasijo de manchas confusas, lanzadas al vacío por un pintor insensato y borradas sin cesar por nuestras lágrimas.
Esta es la razón de sus deseos de venganza:
—Tú has hecho que me asquee de cuanto poseo y desear lo que jamás podré poseer.
Antes de cumplirse la sentencia, el emperador le exige a Wang-Fô que terminé una marina que dejó por la mitad. Le traen al frágil anciano pinceles, tintas y el inacabado rollo de seda, y Wang-Fô comienza a ampliar la superficie del mar. Al borde de las aguas crecientes que amenazan con inundarlo todo, dibuja una barca en la cual se monta junto a su ayudante Ling. Cuando ya se alejan y dejan atrás el palacio anegado, Wang-Fô se pregunta qué será del emperador, de los cortesanos y los eunucos. Ling le responde:
—Esas gentes no están hechas para perderse en el interior de una pintura.
Y, con dos pinceladas más, “desaparecieron para siempre en aquel mar de jade azul que Wang-Fô acababa de inventar”.
Algo así siento cuando escribo o cuando leo sobre las terribles injusticias con que somos acosados en Venezuela. No importa lo objetivo y acertado, valientes y punzantes que sean los ensayos, mientras más ciertos y mejor escritos, más parecen alejarse en su propia belleza e inteligencia, dejando al gobierno sumergido en aguas que no parecen mojarlos ni son capaces de asumir o entender.
En resumen: ¿Escribo contra la barbarie o para escapar de ella?
Tragedia en Francia
En ese mercado a cielo abierto encontré también el clásico reportaje de André Maurois, Tragedia en Francia. Maurois explica lo mal que se prepararon los franceses para enfrentar los evidentes deseos de expansión alemanes que generaron la segunda Guerra Mundial. El libro comienza en 1935, cuando el autor conoce a Winston Churchill durante una cena en Londres. Churchill lo agarra por el brazo y le dice con cierta brusquedad:
—Monsieur Maurois, ya no hace falta escribir más novelas ni biografías, ¡No! Lo que hace falta es escribir un artículo por día, el mismo todos los días, donde usted dirá de distintas maneras una sola cosa: la aviación francesa, que antes era la primera del mundo, ahora ha retrocedido a un quinto lugar. La aviación alemana, que era inexistente, está a punto de convertirse en la primera. Si usted grita estas verdades a Francia, habrá cumplido una obra más grande que escribiendo los amores de una mujer o las ambiciones de un hombre.
Maurois no escribió un solo artículo sobre el tema y luego lo lamentó amargamente. Había que haberle prestado más atención a Churchill, pero cómo podía saber que estaba hablando con uno de los líderes que iban a enfrentar, y vencer, a una de las locuras más arrolladoras de la historia.
Pensando en oportunidades perdidas, me pregunto: ¿cuál será ese tema central que deberíamos tocar todos los días desde diversos ángulos? Creo que es la urgente necesidad de realizar un referendo, pero también me pregunto cuántos puntos críticos hemos ido dejando atrás, que de haber tratado con suficiente contundencia nos hubiésemos ahorrado tantos sufrimientos.
Los juicios históricos no pertenecen al presente, demasiado fugaz para juzgar. Sólo el futuro tiene tiempo para hacerlo, y lo hará bajo su propia perspectiva. Los líderes que llevaron Venezuela al desastre serán juzgados no de acuerdo a sus primeras intenciones, sino en base a los efectos de sus actos. El rostro que dejarán para la historia será el que tengan al caer, una estampa que las ínfulas de poder y eternidad han ido tornando monstruosa.
Hacer comparaciones con Hitler, Himmler, Goebbels y Göering hace nada sonaba ridículo, tan alejado de lo que puede llegar a ocurrirnos como lo fue en 1935 para André Maurois, pero a medida que vamos viendo las expresiones de furia y omnipotencia de quienes nos oprimen, y la magnitud del cataclismo que continúan orquestando, y la manera vertiginosa en que se van reduciendo mientras se guisan en su propio caldo, y el afán con que se tornan cada vez más caricaturescos, uno se aterra ante los episodios y muecas que estamos por presenciar, y entonces se pregunta: ¿Quiénes son los cuatro jinetes de nuestro Apocalipsis? O para ser más precisos: ¿quién es el más malo, el más feo, la facha que en el futuro habrá de representar nuestra debacle? Lamentablemente hay de sobra para escoger un ganador. No me atrevo a ofrecer alternativas, pues no quisiera ofender a ninguno de nuestros ofuscados gobernantes y jueces al no incluirlo en el “hit parade” de la maldad. Hagan sus apuestas.
 Limonov
De las dos novedades editoriales empiezo con Limonov, de Emmanuel Carrère, un autor tan fascinante como insoportable. Carecer de mesura y de pudor es parte de su atractivo, y el personaje Limonov, “mitad héroe romántico y mitad majadero abominable”, le viene como el sucio a la uña al ser de su misma estirpe. La novela es irresistible y te atrapa adentrándote en las fronteras del insomnio. El resumen que ofrece la duodécima edición de Anagrama habla de un personaje real que parece surgido de la ficción, a través del cual el autor traza un contundente retrato de la Rusia de los últimos cincuenta años. Limonov forma parte de la disidencia en la Unión Soviética hasta que se exilia en Nueva York. Sigue su viaje a París donde publica una novela sobre sus andanzas neoyorquinas: “El poeta ruso prefiere los negros grandes (ciertamente escandalosa, pues lo grande no se refiere a la altura). Termina de vuelta en la Rusia poscomunista donde funda un partido que será prohibido. Va a la cárcel, escribe más libros y al salir se convierte en opositor de Putin.
Carrère le saca el jugo a un hombre que escribió varias versiones de su autobiografía, y la fórmula parece funcionar. Su novela ganó en el 2011 el “Prix de Prix”, que elige la mejor obra entre las que se han ganado los ocho premios literarios más importantes de Francia.
La tragedia venezolana es tan amplia que no hay libro o película dramática que no ofrezca alguna alusión, alguna clave, ejemplo o pista de nuestro derrotero. Del libro Limonov quiero resaltar tres.
En la página 199, Carrére se apoya en Martin Malia para describir a la Rusia del siglo XX:
“El socialismo integral no es un ataque contra abusos específicos del capitalismo, sino contra la realidad. Es una tentativa de abolir el mundo real, un intento condenado a corto plazo, pero que durante un determinado período consigue crear un mundo surrealista definido por esta paradoja: la ineficacia, la penuria y la violencia se presentan como el bien supremo”.
No sé que diablos es el “socialismo integral”, pero sí estoy seguro de que todos tenemos un ejemplo de irrealidad que más veces, o más recientemente, no hemos logrado tragarnos. Yo me atraganté hasta el borde de la asfixia y de la risa viendo al ministro Reverol presentar las pruebas sobre los actos de terrorismo que planificaban Yon Goicoechea y Carlos Melo.
Cien paginas después, Carrère nos ofrece una explicación de la transición en Rusia después del comunismo a través de las palabras del ex primer ministro Yegor Gaidar:
“Tiene usted que comprender que no elegimos entre una transición ideal hacia la economía de mercado y una transición criminalizada. La elección era entre una transición criminalizada y la guerra civil.”
Si Cuba fue una versión caribeña de la Revolución Rusa, Venezuela ha quedado ensartada entre la imitación de una Cuba que va dejando de ser y la Rusia de esa transición criminalizada (una evolución hacia el crimen que equivale a una guerra civil en la que uno de los dos bandos está inerme). De ser cierta la propuesta de Marx: “La historia se repite dos veces, primero como tragedia y después como farsa”, la tercera repetición debe tener lo peor de ambas opciones.
Hacia el final, Carrère describe el campo de concentración con nombre de profeta, “Engels”, donde Limonov estuvo recluido dos años.
“Las condiciones en que comen debería incitar a la rebelión, a romperlo todo, a ensartar cabezas en picas, pero no: encorvados, protegiendo con los brazos sus escudillas de hojalata, como si corrieran el riesgo de que les roben la ración, los prisioneros engullen en silencio una sopa muy líquida, con un poco de pan negro. Esta alimentación sin vitaminas les pone la tez gris, da a la mierda un olor malsano y, sin matarles de hambre, les quita toda energía. Una estrategia deliberada, desde luego”.
En Venezuela estamos pasando del chiste de adelgazar al drama de enflaquecer. Ciertamente el hambre debería incitar a la rebelión, pero lejos de ser una garantía puede ser un obstáculo insalvable cuando cada quien se aferra a su escudilla, creyendo que quien lo roba es el vecino y no el gobierno.
Estas tres citas del libro de Carrère me dejaron sin fuerzas para escribir, al sentir que no quería seguir emulando la esfumación de Wang-Fô, y que ya era tarde, como lo fue para Maurois, para enfrentar la fábrica de irrealidades, la criminalización, la búsqueda de comida.
 Las tareas de la casa
Entonces llegó a mi rescate Las tareas de la casa. Me gusta el título. Por la casa empieza la caridad y también debería empezar la política. El libro reúne una nueva recopilación de ensayos de Natalia Ginsburg, quien vivió en la Italia de Mussolini. Siendo judía y antifascista, toda su familia fue perseguida y su marido murió torturado. A pesar de tanto dolor, Natalia fue capaz de encontrar un camino gracias a la literatura y logró darle un sentido a su vida. Creo que su obra se basa en un principio muy simple: si el mal y las desgracias se extienden más allá de lo que concebías como posible, pon tu empeño en extender el bien y la bondad para tener una visión equilibrada del mundo.
El ensayo donde mejor desarrolla esta idea lo escribió en 1969. Comienza hablando de un periodista que le preguntó si la novela estaba en crisis y nos confiesa que el tema le pareció inconducente, inútil.
Justo en esos días llegó a sus manos Cien años de soledad. Natalia no sabía quién era García Márquez antes de leer su libro, y ahora le estaba infinitamente agradecida al haber encontrado la respuesta a la pregunta que tanto le molestaba:
“Si es verdad, como dicen, que la novela está muerta, o a punto de morir, saludemos entonces a las últimas novelas que han venido a alegrar la tierra”.
Necesito compartir sus palabras y espero que proporcionen a escritores y lectores la alegría, o la fe en la alegría que nos hace tanta falta:
“Las auténticas novelas operan el prodigio de devolvernos el amor por la vida y la sensación concreta de lo que queremos de la vida. Las auténticas novelas tienen el poder de alejar de nosotros la cobardía, la torpeza y el sometimiento a las ideas colectivas, a los contagios y a las pesadillas que se respiran en el ambiente. Las auténticas novelas tienen el poder de llevarnos de golpe al corazón de la verdad”.
Siempre viene bien tener fe en los que nos gusta hacer, en lo que haríamos por nada, en lo que parece inútil e innecesario, en “esas cosas del mundo que a menudo se ven amenazadas de muerte y que, sin embargo, son inmortales”.
El cuarto jinete del Apocalipsis tiene por nombre “Muerte”, y le fue dada la potestad sobre la cuarta parte del mundo para matar con espada, con hambre y mortandad junto a las fieras de la tierra. Ésta es otra comparación que puede parecer exagerada mientras se nos va haciendo cada vez más cierta. Hace falta precisión y realismo para combatir a los cuatro jinetes, pero sin olvidar ni poner en duda los recursos de Wang-Fô, o el caudal de verdad que surge al revelar los amores de una mujer o las ambiciones de un hombre.

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