miércoles, 7 de septiembre de 2016

UN TSUNAMI EN CARACAS

PEDRO LUIS ECHEVERRIA

El pasado 1 de septiembre una gigantesca muchedumbre colmó y rebasó las grandes dimensiones de los sitios de concentración establecidos por la MUD.
Fue un tsunami de personas lleno de vitalidad, alegría, fe, esperanzas y conciencia cívica. Un verdadero huracán por el cambio conmovió las deterioradas calles de la otrora “sucursal del cielo”. Esa gran masa humana le gritó estentóreamente a Venezuela y al mundo, que estamos hartos de Maduro y sus sandeces, cansados de un gobierno que no resuelve ningún problema sino que los agrava y que estamos dispuestos a concretar, mediante nuestro voto en el Referendo Revocatorio, un cambio en la manera de hacer la política y conducir los destinos del país. Asimismo, la actitud prudente, decidida, valiente, disciplinada, organizada y pacífica de los participantes echó por tierra el falaz discurso gubernamental que la "la toma de Caracas" era una excusa de la oposición para disfrazar la perversa intención de desestabilizar la vida del país, para facilitar un supuesto golpe de estado; por otra parte, "la toma de Caracas" demostró la fuerza política que tiene la oposición para recuperar la hegemonía de las calles, ejercer presión popular para la exitosa consecución de determinados objetivos, para actuar unitaria y organizadamente en disciplinado acatamiento y coherencia con las líneas establecidas por la dirección política del movimiento opositor y, finalmente, para derrotar electoralmente al régimen.
Pancartas, banderas multicolores, ingeniosas consignas, mujeres, hombres, ancianos, jóvenes, niños, caminaron impetuosamente al unísono, acicateados por una auténtica y férrea voluntad de cambio para, en su momento, dar por terminada una pésima gestión de gobierno, de ponerle fin a diez y siete años de totalitarismo, división y exclusión, de odios, de insultos, de corrupción rampante e impune, de ineficiencia, de irresponsabilidad, de indolencia, de desaciertos, dislates y desatinos. El resonar trepidante de los pasos de los marchantes estremeció al país y entusiasmó a todos sus habitantes reforzándoles la convicción de que ahora el tiempo histórico no le pertenece a los improvisados que desgobiernan, que ese ciclo ha llegado a su fin (Villa Rosa, dixit) y que luminosas perspectivas para todos se abren con la conquista del poder de un gobierno de unidad nacional, de rescate nacional, cuya finalidad principal será la de reconstruir a Venezuela a partir de los escombros que deja la era chavista-madurista.
Pero no podemos olvidar que ese entusiasmo y convicción por el cambio debe ser concretado con decididas y contundentes acciones orientadas a lograr que el referendo revocatorio tenga lugar este mismo año; que con la misma alegría y determinación con que participamos en la caminata y la concentración, debemos exigir del CNE su inmediata instrumentación e ir a votar cuando se establezca la fecha del RR y contribuir con nuestra presencia y participación proactiva con las acciones políticas definidas por la MUD para los días venideros.
Deseos no “empreñan” como dice la conseja popular. Estos días son nuestra verdadera y real cita con la historia, es jugarnos el todo por el todo, es la concreción de nuestro compromiso con nosotros mismos y con el país, es darle sentido de realidad a la oportunidad que se nos abre, es el momento de cumplir las promesas que nos hemos hecho de no dejar perder la República; es el momento de salvarla y darle un destino mejor. Es nuestra apuesta por el futuro y no podemos perderla.
El día que se celebre el RR debemos estar en el lugar exacto en el que se toman las decisiones individuales que comprometen el futuro de toda una Nación, amenazada por una visión de poder absoluto, a la que no le interesa la suerte del país, sino el evitar perder y acumular más poder en las manos de quienes han destruido a Venezuela.
Al momento de escribir esta nota, faltan todavía varias definiciones del CNE para cumplir con nuestro derecho constitucional de revocar el mandato de todo aquel que no sirva para ejercerlo. Demandarle a esa institución el estricto cumplimiento de sus responsabilidades y obligaciones con nuestro derecho ciudadano, es hacia donde debemos focalizar, en lo inmediato, nuestros esfuerzos y capacidad de lucha.
Que nadie ignore su compromiso y lealtad con el país, su familia y consigo mismo; que nadie se exima de actuar desde la trinchera de sus posibilidades. Si queremos un país nuevo, debemos luchar por tenerlo y nadie nos puede relevar en ese compromiso.

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