Alexis Ortiz
No es insano que la gente democrática venezolana esté triste por no haber ganado las elecciones. Solo los irresponsables, apáticos y masoquistas, pueden librarse de la pesadumbre ante una situación tan lacerante.
Cuando hay una derrota la rabia, desesperación y hasta el cálculo oportunista, a menudo conducen a interpretaciones simplistas. Hay incluso gente bien intencionada pero amateur, que por su impericia analítica o por la ira, se apresuran a proclamar fraude.
Lo que nos pasó el 7 de octubre reclama una interpretación más serena, porque el asunto es complejo. Me voy a atrever, para contribuir al análisis, a exponer algunas ideas:
Capriles reconoció con coraje la derrota, porque recibió información confiable de sus propios representantes en las mesas y de sus centros de computos, que le indicaban que no habíamos ganado. Un estadista democrático y serio como él, tenía que actuar en ese momento para evitar el riesgo de que la gente saliera a defender una victoria que no habíamos obtenido. Y como él dijo, para nosotros la voluntad del pueblo es sagrada, aunque no nos favorezca.
La perplejidad con los resultados se produjo por varias causas, pero principalmente por dos razones, una interna y otra externa:
La interna es que no preparamos debidamente la búsqueda organizada del voto (el 1X10), que es el instrumento idóneo para las movilizaciones no espontáneas, incluso la del día de las elecciones; para manejar nuestra propia información y mediciones, y no depender de factores foráneos en esos terrenos; y para concretar la comunicación directa con los electores, que es lo que defiende una candidatura que enfrenta al abuso de poder, el avasallamiento de recursos y el latifundio mediático.
La externa es que dependimos para nuestra orientación de mediciones (sondeos, tracking polls, exit polls), que por lo general se equivocaron y ahora hay que reclamarles una autocrítica, así como nosotros estamos dispuestos a hacernos la nuestra. Mucha gente se embriagó de triunfalismo, por la errática información de la generalidad de las encuestadoras.
Otra lectura
Ahora bien, después del impacto de la derrota y la consiguiente tristeza, hay otra lectura necesaria:
La oposición con Capriles y la MUD obtuvo unos dos millones de votos más que en las anteriores elecciones presidenciales (con Rosales). La ventaja de Chávez bajó del 23% al 9%.
Estuvo mejor organizada la defensa del voto con la cobertura de casi el 100% de las mesas.
Funcionó la unidad de la oposición. Todos los partidos, personalidades y grupos sociales de la oposición (salvo los pequeños traidores que se desenmascararon), jugaron con lealtad en el proceso.
La combinación Capriles Radonski y Ramón Guillermo Aveledo, la inteligencia juvenil y la sabiduría del veterano, consolidó su liderazgo. Quedó claro que debemos continuar con esa fórmula ganadora: Capriles la figura pública y Aveledo el operador político principal.
El comando de campaña, coordinado por Armando Briquet, e integrado y asesorado con pluralismo, tuvo un desempeño positivo y armónico.
Se actuó con la conciencia de que Capriles Radonski tenía que ser el líder de toda la Venezuela democrática, que no podía estar atrapado en el sectarismo de un partido y ni siquiera de solo la oposición. Hay que fortalecer esa línea de acción y el movimiento original de Capriles debe liberarlo, como a todos los estadistas, de la disciplina partidista.
En el Sur de Estados Unidos (Florida, las Carolinas y Georgia), el proceso organizado por la Mesa de Unidad Democrática (MUD) fue sumamente exitoso. Cerca de 9 mil votantes en Nueva Orleans le demostraron a Chávez que su decisión arbitraria de cerrar el Consulado de Miami, no los iba a detener en su voluntad de respaldar con su voto a los compatriotas que luchan en Venezuela.
Y también, nuestra gente comprende sin asomo de duda, que no podemos desanimarnos, que la lucha sigue, que no tenemos tiempo para deprimirnos, que tenemos varias elecciones por delante, incluso la de gobernadores en dos meses, y que debemos seguir ocupándole el terreno a Chávez.
Y por último, que tenemos la obligación autocrítica, no solo Capriles y los dirigentes, sino también el resto de los ciudadanos, de revisar nuestras conductas y mensajes: ¿Hemos hecho suficiente en lo personal para contribuir a salir la pesadilla chavista? ¿Hemos sido solidarios, los que estamos fuera por distintos motivos, con los compatriotas que resisten en Venezuela? ¿Hemos intentado, cada uno de nosotros, eludir el odio que Chávez ha querido inculcarnos y buscar un diálogo directo con nuestros hermanos (subrayo la palabra hermanos) chavistas del pueblo llano?
Vale la pena reflexionar sobre estas cosas en estos días.
Miami, octubre de 2012.
Alexis Ortiz, El Politico
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