ALGO MÁS SOBRE EL 7-O Y EL TEMA DE LA
ABSTENCIÓN
A medida que más los examinamos, no me queda la menor duda de que los resultados electorales son pluricausales y complejos. Se explican por varias razones, y el mayor o menor peso de cada una de éstas, resta por calibrar.
A mi juicio, se equivocan de medio a medio los que se “pegan” a una sola fuente de manera dogmática, superficial y simplista. También los que parten de la idea de que “somos mayoría”, y de que es imposible que perdamos, pues lo contrario sería trampa; éstos se niegan a aceptar un desenlace distinto al triunfo, y hasta llegan a concebir historias muy creativas, pero sin base real alguna.
Muchas cosas se han dicho y oímos sobre este asunto que tanto nos preocupa.
Que si la culpa de la derrota fue el mensaje que no fue adecuado o no llegó a las clases populares mayoritarias. Que no hubo tiempo suficiente de campaña. Que lo que llamamos cultura política del venezolano, su adhesión a un tipo de liderazgo fuerte, autoritario y mesiánico, y a un Estado redistributivista, manirroto y clientelar, es elemento clave a considerar. Que la utilización del miedo por parte del gobierno fue decisiva. Que no cubrimos todas las mesas con testigos o que éstos no estaban bien preparados. Que si Capriles debió ser más pugnaz con el gobierno y su candidato. Que el miedo infundido por el gobierno movió a muchos a sufragar contra el candidato de oposición. Que la oposición no contó con los recursos necesarios. Que las políticas sociales y clientelistas del gobierno tuvieron su efecto electoral. Que hubo exclusiones de ciertos factores opositores en la conducción de la campaña. Que las máquinas de votación son tramposas y debemos volver al sistema manual. Que no logramos movilizar nuestra gente a votar por carencias organizativas. Que la oposición no movilizó más gente porque no había a quien más movilizar. Que el gobierno compró las conciencias o presionó a que votaran por él. Que el gobierno se valió de manera grosera de su hegemonía comunicacional. Que el ventajismo no se denunció con fuerza desde el principio. Que fuimos víctimas de un fraude, bien en su sentido más amplio o en su versión electrónica. Y así sucesivamente.
Sobre las causas también hay historias risibles y estrambóticas que han sido difundidas por ingenuidad, desconocimiento, incomprensión o en el peor de los casos, con clara intención de confundir y desmoralizar al votante de las fuerzas democráticas, no sabemos con qué propósitos solapados.
Estas y otras opiniones tienen su parte de razón o ninguna, pero no son por sí solas concluyentes.
Lo que está claro es que no parece adecuado amarrarse a una sola de ellas como determinante del triunfo o la derrota. Igualmente, y lo más importante, es que las fuerzas democráticas no obtuvieron los votos necesarios para vencer.
En cualquier caso, las que fueren las causas, unas tendrán solución en el largo plazo, y otras podrán abordarse en el mediano y el corto.
Dicho lo anterior, hay un aspecto que tomado al azar quizás haya que evaluar y ver su incidencia práctica en el corto plazo: los niveles de abstención, sus causas y desempeño en los últimos años.
Sin pretender entrar a mayores profundidades sobre el fenómeno, hay un hecho concreto. De acuerdo con los datos disponibles, se observa que mientras más abstención general hay, menor es el porcentaje que obtiene el oficialismo en el resultado general. Cuando sube la abstención, sube el porcentaje de la oposición.
Desde el 2006 los porcentajes de abstención han sido sucesivamente: 25,3 (2006); 38,1 (2007); 37,2 (2008); 29,7 (2009); 36 (2010) y 19,5 (2012). Los porcentajes más bajos corresponden a elecciones presidenciales.
Se observa que parte de los que se abstienen, no lo hacen cuando se trata de las elecciones presidenciales o cuando se aprueba la reelección indefinida. En efecto, es una votación que parece haber interesado más y en los años últimos ha favorecido al presidente. Al bajar la abstención, baja también el porcentaje de los votos de las fuerzas democráticas. ¿Las razones? Habrá que hilar fino aquí.
Por otro lado, en la elección del 7-O, de los votos que sacó Chávez (8.049.625), alrededor de 1.8 millones no fueron para el PSUV; es decir, el 24 % de su votación aproximadamente.
Estos hechos permiten hacerse la pregunta, como hipótesis, para las elecciones del 16D: ¿es probable que suba de nuevo la abstención puesto que no está el destino de Chávez en liza y parte de los votantes que el 7-O se movilizaron sólo por él, no lo harían por los candidatos a gobernadores del PSUV?
Así, los porcentajes de la oposición en las regiones podrían subir y superar la diferencia que se dio el 7-O, habida cuenta también de las malas ejecutorias de los gobernantes chavistas. Ganaríamos entonces en las gobernaciones que hemos conquistado y quizás se obtengan otras.
¿Estaremos en lo cierto? Obviamente, para ganar, no debemos apostar a esa eventual abstención o al rechazo de gobernadores psuvistas, sino a superarnos por nuestras propias virtudes y enfrentar con éxito el enorme poder del Estado petrolero. No hay que olvidar tampoco el dato de que la votación de la oposición desde el 2006 viene en ascenso.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
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