domingo, 28 de octubre de 2012

LA UNIDAD Y LOS PARTIDOS POLÍTICOS




ELÍAS PINO ITURRIETA   
EL UNIVERSAl
En las pasadas elecciones no fue evidente la presencia de los partidos políticos, y tal vez en la muestra renuente de sus emblemas y colores se encuentre una explicación de la derrota. No sé si de veras el fracaso obedeció a la manifestación ambigua de las organizaciones que respaldaban la candidatura Capriles, tal vez no fuese así, pero no parecen desatinados algunos comentarios sobre el asunto mirando hacia el escenario del futuro. No se tratará ahora de criticar lo que pasó, o lo que dejó de pasar, sino sólo de plantear cómo podremos obtener mejores resultados en breve, o más sinceros, con una actividad acertada de los partidos. 

La necesidad de la unidad desembocó en una menor comparecencia de los partidos, pues se pensó que la heterogeneidad de sus propósitos podía provocar fisuras en un empeño que necesitaba consistencia. No es un mal argumento cuando se trata de explicar el hecho de que, en la generalidad de los escenarios, el entusiasmo de la campaña dependió esencialmente del trabajo de un candidato que no se veía, en los grandes actos de masas, acompañado por los liderazgos de las banderías. Son exhibiciones y carencias demasiado evidentes, como para que no se adviertan ahora, pero que también encuentran explicación en la decisión partidista de manejarse con perfil bajo. Seguramente por la búsqueda de unión, pero también por el miedo de evitar que se supiera, después de la elección, cuánto valía cada uno en el inventario de los votos contantes y sonantes. Muchos prefirieron cobijarse en la tarjeta de la unidad, quizás aconsejados por el temor de evitar que se conociera su debilidad en la hora de las cuentas. Pero también, desde luego, por el ataque de sectores inmensamente numerosos de la oposición que no han dejado de manifestar su ojeriza frente al rol que ellos han representado en los últimos tiempos. La campaña contra los partidos, injusta y tonta por donde se la mire, produjo inhibiciones y silencios que hoy estamos pagando. 

Así como Chávez es víctima de sus pasos anteriores, los partidos tienen el peso de una herencia que se debe atribuir a lo que hicieron desde sus orígenes, o a lo que dejaron de hacer. Pero también a la mala prensa fomentada por el oficialismo y seguida por miles de miembros de la oposición, gracias a la cual todos los males de la república se convierten en responsabilidad exclusiva de las fuerzas políticas del pasado reciente. Un análisis desapasionado conduciría a conclusiones distintas, y especialmente a sentir la necesidad de cómo hacen falta esos partidos para el remiendo de los entuertos. De cómo son fundamentales para que salgamos del atolladero pueden dar fe dos de sus dirigentes que en la actualidad han hecho trabajo de excelencia en la coordinación de los esfuerzos que han conducido a la oposición a tener la posición indiscutible que ahora tiene: Ramón Guillermo Aveledo y Antonio Ledezma. Hechuras de Copei y AD, respectivamente, su protagonismo exhibe las excelencias de la historia de la cual provienen y sin cuya justa consideración no funcionará la máquina de la oposición con el brío que se requiere. Son el testimonio de cómo las buenas obras del pasado se vinculan con las de la actualidad, sin negaciones ni egoísmos, para anudar un hilo relacionado con los negocios del bien común en sentido histórico. Se habla aquí apenas de dos figuras por falta de espacio, mas una exploración acuciosa aumentaría la nómina. 

Pero esas muestras de desprendimiento no coliden con las necesidades que puedan tener los partidos hoy. No sólo de recobrar espacios perdidos, sino también de colocarse en el puesto que juzguen conveniente en la consideración de la sociedad. La tarea no sólo los obligará a lidiar con el fardo de sus herencias, esto es, a mostrarle a la sociedad lo que tienen de abultado y de tendencioso las ideas sobre sus malos pasos, sino especialmente a ubicarse en la época que ahora deben vivir. Si la actualidad requiere conductas relacionadas con sus conminaciones, respuestas inéditas en la mayoría de los casos, corresponde a los partidos la sugerencia de tales conductas y respuestas. Los partidos no pueden vivir entre nosotros como si el tiempo se hubiera detenido, como si la llegada del chavismo fuese una anécdota intrascendente frente a la cual se debe reaccionar de acuerdo con las estrategias de antes. ¿Verdad de Perogrullo? Quizá no tanto, si juzgamos la tibia participación de las organizaciones políticas en la pasada campaña y lo que vienen haciendo para seguir en el candelero. Quizá no tanto, si metemos el dedo en una llaga que se ha mirado de reojo en los cenáculos de los dirigentes: la carencia de ideas que hoy los caracteriza. 

Los partidos no sólo hacen falta, sino que son bienvenidos. La frase pareciera dirigirse a unos becerristas que apenas pisan la arena, a unas organizaciones que apenas han empezado su peripecia, y en el fondo esa puede ser su orientación. Serán bienvenidos en la medida en que demuestren sus deseos de conectarse con las necesidades sociales. Los recibiremos con los brazos abiertos, si se toman la molestia de actualizarse, sobre todo en materia ideológica, no vaya a ser que la gente los tome por lo que no son, espantajos de un pasado remoto, y les siga prodigando la desconfianza que no merecen. Tal vez la experiencia de la pasada elección, la experiencia de una derrota, sea el acicate para un segundo debut. 

eliaspinoitu@hotmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario