martes, 16 de octubre de 2012


Resistencia electoral 

Paola Bautista

Ha pasado más de una semana desde el 07 de octubre. El resultado sorprendió a muchos; todavía se respira en el ambiente desconcierto y un gran esfuerzo por reordenar las fuerzas para enfrentar las elecciones de diciembre. Con ánimos de sumarme a quienes se anotan a la lucha comicial, reflexiono sobre lo sucedido y mi razón genera más preguntas que respuestas. A continuación comparto con ustedes algunas ideas a riesgo de resultar incómodas.
 
Mi primera reflexión se refiere a las elecciones como mecanismo de resistencia. La Mesa de la Unidad y la ciudadanía que la acompañó escogieron las elecciones como camino de lucha. Desde un principio se establecieron dos premisas: (1) el sistema electoral es transparente y (2) existe un ventajismo estatal que atenta en contra de la claridad del proceso. Es decir, este no es un proceso “normal”. No se trata de la carrera de dos opciones que buscan el poder en un Estado donde hay separación de poderes y estado de derecho, por ejemplo. Se trata de David contra Goliat. Estas ideas, que lucen antagónicas, daban a entender en lenguaje criollo que “nos quieren fregar, pero no lo van a lograr”. Vistos los resultados del 7O, muchos quedaron desconcertados. No se entendió cómo Golliat venció a David. En algunos, se percibió que la promesa de resistencia no se cumplió. Aquellos titulares que hablaban del “triunfo de la democracia” nos perturbaron porque la realidad es muy distinta. En la tierra de Bolívar no triunfó la democracia, se atornilló la tiranía.
 
El voto como mecanismo de resistencia supone la denuncia sistemática y ordenada de las injusticias. De lo contrario, se legitima el régimen y vence la ilusión de democracia. El sistema de libertades se reduce a la lucha descarnada e incluso, ilegal, de votos. Dicho esto, conviene evaluar cómo se puede mejorar la resistencia electoral para que, finalizado el proceso electoral, no se le otorgue un velo de legalidad a la autocracia. Me parece que la respuesta debe ir dirigida a la estrategia de revelación y de comunicación de las injusticias durante la campaña y el día de las elecciones. A mi modo de ver, se debe hacer un esfuerzo mayor por dar a conocer la verdadera naturaleza del régimen. Buscar y aprovechar las ocasiones para mostrar de manera oportuna la vena tiránica. Entiendo que hay voceros que plantean que esta postura desmotiva la participación. Esta desconfianza frente a la ciudadanía es contraproducente y, cuando los resultados no son los esperados, la mentira – o la falta de claridad en el discurso - resiente el corazón de las personas y éstas terminan como ahora, desconcertadas.
 
Otro aspecto importante es definir cuál es al diferencia entre ventajismo y fraude. Cuándo termina el ventajismo y comienza el fraude. La pregunta no es fácil de responder. ¿De qué manera el “ventajismo” afecta los resultados? ¿Cómo y en qué medida influye el desbalance mediático, la presión a los empleados públicos, la violencia de los colectivos, el discurso de odio, la parcialidad del árbitro? No tengo la respuesta, pero me parece interesante la pregunta por las consecuencias que acarrea el silencio en torno a ella. Si no se aclara ese punto, las víctimas del ventajismo quedan huérfanas y desmotivadas. En criollo, sentimos que tenemos la razón, pero que vamos presos. La experiencia nos ha demostrado que las denuncias en los órganos oficiales son necesarias, pero ineficientes. Resulta prudente evaluar qué se puede hacer en este sentido. Cómo podemos ser más contundentes en las denuncias
 
Por último está el sistema electoral. Noticias publicadas días posteriores al 7O revelan que la movilización oficial contó con las Fuerzas Armadas Bolivarianas, con los organismos estatales, con las bases de datos de los beneficiarios sociales, en fin, superó el mero uso de recursos financieros del Estado. Se trató de un entramado que aplastó cualquier esperanza opositora. Los beneficiarios de las misiones, los empleados públicos y los refugiados, por ejemplo, fueron llevados en vehículos oficiales a los centros de votación y muchas veces fueron tutelados por miembros del PSUV al momento de ejercer su derecho. También está el problema de la percepción. Observadores notaron que en algunas personas creció la desconfianza cuando, al poner la huella, salía su rostro en la captahuellas e inmediatamente después, acudía a la máquina de votación. La secuencia, aunque según las auditorías realizadas no compromete el secreto del voto, sí generó suspicacia en aquellos que por razones económicas se sentían amenazados. Los procesos electorales no sólo deben ser transparentes, deben parecerlo.
 
Estas reflexiones, que ofrecen más preguntas que respuestas, invitan a repensar las acciones que deben acompañar al voto como camino de resistencia. Me refiero a la custodia de la voluntad de los votantes. No denunciar con contundencia y en el momento adecuado el llamado “ventajismo” siembra la desesperanza porque genera un divorcio entre el discurso del liderazgo opositor y la realidad que percibimos los ciudadanos. ¿Cómo es que en Venezuela hay democracia sin Estado de Derecho, sin separación de poderes, con corrupción masiva, con partidización de las fuerzas armadas, con presos políticos, con libertad de expresión amenazada? ¿Es que nuestra democracia se reduce a un juego de amañado de mayorías y minorías? Faltan casi dos meses para la próxima contienda. La dirigencia política llama a la ciudadanía a participar y, por su parte, los venezolanos, en la tranquilidad del desesperado, esperan luces y aprendizaje de su dirigencia

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