jueves, 18 de octubre de 2012


La abstención  como suicidio
  
   Teodoro Petkoff
 Alguna gente ha reaccionado ante la frustración que produjo la derrota de Henrique Capriles, anunciando su intención de no votar más. Con el debido respeto que merecen el dolor y la pesadumbre provocados por ese resultado adverso, podría decirse que tal determinación equivale a la venta del sofá, en el viejo chiste. Se tendería a creer que está aprendida la lección arrojada por la masiva abstención de 2005, en las elecciones parlamentarias, que no produjo otro resultado que entregar la Asamblea Nacional completica a Chávez. De allí en adelante, el Presidente pudo darle a todos sus actos un carácter legal. Cometía un atropello y luego hacía aprobar una ley que lo convalidaba, o aprobaba primero la ley y luego cometía el atropello. De aquella catastrófica abstención, que según sus promotores "deslegitimaría" al régimen, sólo quedaron cinco años durante los cuales este pudo "legitimar" toda su conducta, sustentándola en el piso parlamentario. Amén de que le puso la mano a todos los Poderes del Estado. Fue un gesto político absolutamente estéril.

Vale la pena recordar también el resultado de la abstención en Chacao, durante las elecciones para gobernadores, en octubre de 2004. En Miranda se enfrentaban Enrique Mendoza y Diosdado Cabello.
En el papel, Mendoza parecía destinado a ganar. En Chacao, sin embargo, se corrió la voz de no votar y de un modo totalmente espontáneo 25 mil habitantes de ese municipio dejaron de hacerlo. Ganó Diosdado, con un margen varias veces menor que el total de los abstencionistas.

En ambos casos no es necesaria ninguna explicación adicional para hacer entender la absoluta esterilidad de una abstención puramente electoral, sin ningún plan alterno que la acompañe. En estas condiciones, abstenerse es rendirse sin pelear. Es una demostración de impotencia. En un régimen como el chavista, en el cual, con todo lo autoritario, autocrático y militarista que es, amén de sus pujos totalitarios, los procesos electorales constituyen residuos del viejo orden democrático que Chávez no ha eliminado todavía, sobre todo porque los ha podido aprovechar para sus fines, en particular en la época en que la oposición andaba perdida, sin política y desperdigada. Pero en cuanto esta situación fue superada, produciéndose, entre otras cosas, la unidad de sus factores, las elecciones pasaron a ser instancias que la oposición pudo también aprovechar. Quebró la mayoría de 2/3 del gobierno en la Asamblea Nacional; derrotó la reforma constitucional; recuperó cinco de las gobernaciones que había perdido en 2004, que se cuentan entre las más importantes del país y ganó la Alcaldía Metropolitana de Caracas. En otras palabras, la oposición comenzó a avanzar. Se transformó en una opción de lucha. Subió su porcentaje de los votos de 40% a 50%, equiparando su votación con la del gobierno.

Se ha ido constituyendo una fuerza política y social que está en el umbral de poder derrotar electoralmente a Chávez, en este camino largo y culebrero, más largo todavía por los errores golpistas y abstencionistas de otrora. ¿En qué situación estaríamos de haber optado por la abstención como política a lo largo de toda la travesía chavista? ¿Es necesario argumentar por qué estaríamos mucho peor que ahora?


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