Teodoro Petkoff
Por inverosímil que parezca este es el texto de la comunicación que el ministro de la Defensa, almirante en jefe Diego Alfredo Molero Bellavia, envió a toda la Fuerza Armada Nacional, el 21 de enero pasado, ordenando la creación de este nuevo lema para la FAN. De obligatorio cumplimiento, desde luego. Estamos ante una ruptura flagrante y brutal de todo sentido de la institucionalidad castrense. La FA ha dejado de ser nacional, institución de todos los venezolanos, para ser transformada en institución de una secta, en grupo armado al servicio de intereses políticos particulares. Chávez mismo jamás se atrevió a tamaño exabrupto, pero sus herederos, carentes de atributos propios, se sienten necesitados de protegerse tras la figura del líder desaparecido para poder afirmar un liderazgo que, en fin de fines, es bien precario. Ninguno de nuestros gobernantes anteriores, cualquiera fuera su postura política, dio a la Fuerza Armada un sentido de pertenencia como el que ahora pretende imponerle Molero Bellavia.
Hubo unos que gobernaron en nombre de ella, tal Pérez Jiménez, pero no como “dueño” de la institución. De resto, a nadie se le ocurrió semejante dislate.
Sin embargo, hoy se comprende. La FAN bailó al son que Chávez tocó. Desaparecido el “sonero”, el vicealmirante Molero pretende, nada menos y nada más, que mantener vivo el son, imponiendo el propio nombre del comandante fallecido como parte del lema general que distingue a una institución que por su propia naturaleza es ajena a toda relación personal con los mandatarios nacionales.
Se trata de un ultraje a la FAN, tanto menos aceptable porque crea un precedente que puede llevar a cualquier otro gobernante a seguir el (mal) ejemplo. La FAN, ya se sabe, es ajena a la política partidista o, al menos, así debería ser, precisamente para preservar su naturaleza de institución nacional, es decir, de la República. Una institución armada no puede formar parte del debate político, precisamente porque está armada y eso le proporciona una ventaja obvia sobre todos los grupos políticos e instituciones del Estado. Ya se sabe que cada vez que la Fuerza Armada ha intervenido en política ha sido para dar un golpe de Estado o para convalidarlo. Allende preguntó en una ocasión, amargamente: “¿Cuánta masa humana se necesita para detener un tanque?” En América Latina, afortunadamente, se ha ido afirmando la naturaleza no arbitral de las fuerzas armadas. Ha habido un evidente proceso de institucionalización. Incorporar el nombre de un expresidente, por importante que hubiera sido, vulnera ese carácter institucional. La FAN, como todo el país, está cruzada por contradicciones y corrientes distintas, mantenidas unidas por la disciplina jerárquica y por el sentido institucional y corporativo. Atentar contra éste es muy peligroso, al atribuirle a la FAN una connotación sectaria, porque ello no puede sino avivar contradicciones y conflictos.
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