Venezuela: el debate que no fue
John R. Thomson / Norman Pino De Lión
Caracas. Se ha sentido como una larga lucha llena de moretones; pero de hecho, a tan solo 40 días de anunciada la muerte de Hugo Chávez, la celebración de unas elecciones presidenciales el 14 de abril en Venezuela han sido más bien una insólita contienda de corto plazo.
El presidente interino, Nicolás Maduro, y el gobernador del estado Miranda, Henrique Capriles, no podrían haber sido más diferentes. Maduro, de 50 años, conductor de autobús y obediente exministro de Relaciones Exteriores del comandante Chávez, hace gala de una educación y experiencia electoral limitadas. Sin dudar en violar la ley o hacer caso omiso de la Constitución cuando ha sido necesario.
El presidente interino, Nicolás Maduro, y el gobernador del estado Miranda, Henrique Capriles, no podrían haber sido más diferentes. Maduro, de 50 años, conductor de autobús y obediente exministro de Relaciones Exteriores del comandante Chávez, hace gala de una educación y experiencia electoral limitadas. Sin dudar en violar la ley o hacer caso omiso de la Constitución cuando ha sido necesario.
Capriles, su carismático contrincante, de 40 años de edad, es un abogado competente, ha sido electo dos veces alcalde del metropolitano municipio de Baruta y posteriormente dos veces gobernador del estado Miranda, y ha construido una sólida e impecable reputación, en medio de la turbia política venezolana. En el año 2000, fue cofundador del partido reformista de centro-derecha Primero Justicia, aunque ocasionalmente describe su orientación personal como de centro-izquierda. Capriles obtuvo un 45 % de los votos cuando perdió ante Chávez en las elecciones presidenciales de octubre pasado, a pesar del gasto masivo y las múltiples ilegalidades del PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela) de Chávez.
El retador Capriles insiste en que él no representa la “oposición”, sino la “solución”, y detenta una fuerte trayectoria programática y de acción. Cuando se desempeñó como alcalde de Baruta, su lucha contra el crimen endémico redujo los incidentes de 4.700 en el año 2000 a menos de 1.000 en el 2007, mientras que los delitos violentos se disparaban en el resto de Caracas. Como gobernador de Miranda, puso en marcha 39 nuevas escuelas en 3 años, en agudo contraste con su predecesor, Diosdado Cabello, quien construyó apenas siete en 4 años.
Maduro, el candidato del PSUV, reúne normalmente modestas multitudes, poco entusiastas donde quiera que hace campaña. A pesar de haber resultado electo tres veces como diputado a la Asamblea Nacional en las listas del chavismo, tiene relativamente poca experiencia, es bastante desconocido y totalmente carente de carisma. El otro líder chavista importante, Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional en la actualidad, ha debido ocupar interinamente la presidencia de acuerdo con la Constitución, pero el entonces vicepresidente Maduro lo hizo ilegalmente a un lado. Obviamente, Cabello participa escasamente y se rumora que no anima decididamente a sus seguidores para que apoyen al aspirante a sucesor de Chávez.
Durante esta breve pero acalorada campaña, Capriles ha hecho hincapié en sus planes y programas, además de señalar los desatinos chavistas. Asimismo, ha denunciado y se ha comprometido a ponerle fin a la generalizada y repudiada participación cubana en la vida venezolana, que incluye áreas como el gobierno, la inteligencia militar y la salud pública. Además de anunciar la reducción de la asignación de unos 100.000 barriles diarios de petróleo a Cuba, una comprobada fuente de riqueza para Fidel Castro y sus amigos, ha arremetido contra una serie de acuerdos de suministro petrolero a descuento y en condiciones preferenciales con países como Argentina, Bolivia o China.
Capriles admira las políticas de bienestar social y de libre mercado del ex presidente de Brasil, Lula da Silva. Por otra parte, ha sido un crítico acerbo de las promesas incumplidas del régimen de Chávez y Maduro, sobre todo en educación y salud pública, y se ha comprometido a revisar el complicado régimen de cambio de divisas que asfixia a la economía.
La campaña de Nicolás Maduro carece de ideas y se ha hecho más bien notable por sus absurdas declaraciones e inauditos incidentes. Como era previsible, un Maduro inexperto y desconocido, entrenado durante dos años en La Habana, terminaría alineándose estrecha e irremediablemente con el fallecido dictador y con los Castro.
Las metidas de pata comenzaron temprano: Chávez jugó un papel clave en la elección del primer Papa latinoamericano.
Un poco más tarde, el incidente del pajarito sorprendió a la nación. Maduro relató en la televisión nacional que, mientras rezaba en una capilla en el pueblo natal de Chávez, un pajarito voló varias veces sobre su cabeza y se posó en una viga del techo para cantar, y demostró cómo le silbó de vuelta al pajarito, estableciendo así una significativa comunicación con el espíritu de Hugo Chávez, quien de hecho se consideraba como un consumado barítono. Las caricaturas, las noticias y los artículos de opinión de los medios de comunicación no chavistas satirizaron el incidente durante días.
A lo largo de la campaña ha declarado en varias ocasiones que Chávez fue “inoculado” con el cáncer, culpando a una "importante potencia extranjera", en velada referencia a los EE.UU. En medio de frecuentes acusaciones de homosexualidad a un apetecido aunque todavía soltero Capriles, Maduro no ha escatimado en manifestaciones de cariño a su esposa Cilia en los mítines de la campaña para hacer alarde de su hombría, sin dejar de añadir comentarios e insinuaciones despectivas contra Capriles.
Haciendo a un lado la cuestión de los fantasiosos incidentes, Maduro nunca ha expuesto sus planes de gobierno para Venezuela de resultar electo. Sin duda alguna, sus extrañas declaraciones y acciones explican por qué sus mentores no han respondido al repetido desafío de Capriles, llamándolo a un debate.
Datamática, una encuestadora que trabaja para la oposición, realizó una encuesta diaria a partir del 7 de marzo que arrojó un desplome de las preferencias por Maduro de 55 % a 35,9 %, mientras que para el 5 de abril Capriles pasaba de un poco más de 20 % a 39,7 %, con un 24 % de indecisos. Claramente, las actuaciones públicas del presidente en funciones han sido un factor determinante en ese comportamiento.
El margen de error estadístico del 5 % de la encuesta, indica que se trata de una carrera muy estrecha; pero, cualquiera que sea el resultado, a partir de ahora y durante el último mes, es evidente que el impulso ha estado y sigue estando claramente a favor de Henrique Capriles.
La magnitud de las concentraciones es el más claro indicador. En abierto contraste con los mítines del PSUV, más bien numéricamente modestos, la receptividad hacia Capriles es abrumadora. El acto de cierre de campaña en la capital el domingo pasado constituyó un record, cuando varios cientos de miles de personas abarrotaron el centro de Caracas; en esa oportunidad se burló de Maduro y le advirtió varias veces que él seguía las encuestas, manifestándole: “Tu podrás ganar en La Habana, pero yo voy a ganar en Venezuela”.
Teniendo en cuenta la radical diferencia entre ambos candidatos, parece difícilmente imaginable que una mayoría de los votantes venezolanos seleccionen a Nicolás Maduro como su presidente. Sin embargo, existen numerosas ilegalidades que los chavistas utilizarán de nuevo. Al igual que han hecho en todas las elecciones desde 1998, la primera elección de Chávez, van a hacer todo lo posible para elegir a su candidato.
Los responsables de la campaña de Capriles consideran que tienen el ímpetu necesario para contrarrestar las tácticas del PSUV y ganar. Esta vez, dados los grandes contrastes entre Henrique Capriles y Nicolás Maduro, es realmente posible que el mejor hombre pueda ganar.
*John R. Thomson, periodista, analista geopolítico y exdiplomático, se centra en el mundo en desarrollo. Norman Pino De Lión, exembajador venezolano de carrera, es frecuente colaborador del diario venezolano El Universal y de Analitica.com.
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