UNASUR, DISPLICENCIA Y DESMEMORIA
UNASUR acordó en días pasados
designar una comisión de cancilleres que vendría a Venezuela en la primera
semana de abril próximo con el propósito de contribuir a un diálogo político
entre dos sectores enfrentados.
Dicha organización suramericana ha
considerado conveniente poner en práctica sus buenos oficios en el sentido de
propiciar “un acuerdo que contribuya al entendimiento y la paz social”
en nuestro país.
Como se sabe, el saldo de las
protestas legítimas que han tenido lugar en varias ciudades es el de 28
asesinados, miles de heridos y detenidos.
Las violaciones a los derechos
humanos durante el curso de estos eventos han sido notorias y bien
documentadas. Pocas veces se había visto en nuestra historia patria tanta
crueldad de parte de los cuerpos represivos. Cosas espantosas han sido
reseñadas en los medios que no se doblegan ante las presiones del gobierno.
La participación de grupos
paramilitares llamados “colectivos”, creados y financiados por el gobierno
militar, ha sido evidente.
Este cuadro brutalmente opresivo y
antidemocrático, no puede ser dejado de lado o ignorado por los representantes
de organismos internacionales que imparcial y objetivamente quisieran
comprender lo que está sucediendo.
Si los gobiernos que participan en
esos entes internacionales, de manera sincera y más allá de los intereses
materiales, ideológicos o geopolíticos, desean contribuir con la estabilidad y
la paz de nuestro país y la región, no pueden soslayar los graves hechos
denunciados, cuyos autores son las fuerzas represivas del gobierno. Y
reconocerlos tiene consecuencias claras en las normativas internacionales
existentes.
Hacer lo contrario significaría el
descrédito no solo de los representantes de esos gobiernos, sino también de las
organizaciones supraestatales y sus reglas.
Pero también el ideal democrático
también se demerita cuando sus principios y valores son devaluados o pisoteados
por quienes deberían garantizarlos y defenderlos por encima de conceptos anacrónicos
como el de soberanía absoluta de los Estados, no injerencia y otras zarandajas
demodés.
UNASUR viene a Venezuela, y llama la
atención que no se imprima la urgencia debida a esa visita, tal y como ha
ocurrido en otros casos muy conocidos en la región. ¿Ya olvidamos a los
cancilleres de la época, Maduro entre ellos, en los casos de Honduras y
Paraguay? ¿Por qué entonces tanta displicencia ahora?
¿Es que acaso no es tan grave lo que
ocurre en nuestro país? ¿El número de muertos y de violaciones a los DDHH
no son aún suficientes para que los señores cancilleres de UNASUR apresuren su
viaje? ¿A qué se juega?
En Venezuela, las fuerzas en pugna
deben dialogar. La alternativa es el caos político-económico, la anomia, el
hambre y más muerte. En las guerras más cruentas, las partes se han sentado a
una mesa a negociar. Es un espacio en el que ellas se reconocen, respetan y se
hacen concesiones. Allí se llega a acuerdos que no todos nos gustan, pero que
son necesarios para avanzar. Esa es la política. Cuando ésta no está presente,
lo que queda es la salida suma cero, la eliminación del contrario por la
violencia.
Mientras no exista un poder político
y social que de manera abrumadora imponga un curso determinado a los
acontecimientos, de conformidad con las reglas democráticas y constitucionales
que nos hemos dado para dirimir las diferencias, no quedará más que acordarse.
Los señores de UNASUR que vengan (si
es que vienen) deben estar conscientes de la realidad compleja que van a
enfrentar. Decidir venir ya es un reconocimiento tácito de que hay problemas
muy serios en nuestro país, aunque en su declaración oficial no registraron las
arbitrariedades y atropellos cometidos por el gobierno militar que sufrimos los
venezolanos. Que evalúen, que bajo las condiciones del país, todo apunta a que
se profundizaran las confrontaciones presentes de no llegarse a un modus
vivendi en que se respete la Constitución y las leyes, aceptable para las
partes.
Ojalá, a la hora de valorar la
situación venezolana, tengan presente en la memoria, por un lado, las
atrocidades perpetradas por las dictaduras militares que largamente asolaron a
sus países en otras épocas, y por otro, a las muchas víctimas que encontraron
en esta patria apoyo, cobijo y trabajo.
Y que también asuman de manera
consecuente que la democracia y la libertad están en juego en Venezuela, y que
podrían hacer mucho para evitar que se entronice una dictadura
totalitaria.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
emilio.nouel@gmail.com
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